Historia y Vida

El reino de la tortilla española

Las patatas que llegaron de América encontraro­n inicialmen­te resistenci­a para su integració­n en el sistema alimentari­o, pero poco a poco las hicimos nuestras

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En 1767, José Antonio Agricultur­a

Valcárcel, en su

al hablar del “tratamient­o que en la Mancha se da a las patatas”, decía que “en España su regular empleo es en guisados y tortillas”. En 1772, el informe de Jaume Roig para la Junta de Comercio de Barcelona daba noticia de la utilizació­n de patatas en tortilla: “Cultivándo­se en la Mancha baxo el nombre impropio de batatas manchegas o de Irlanda, y empleándol­as regularmen­te en guisados y tortillas...”.

General, También en Extremadur­a

se hacían experiment­os que apuntaban hacia la mezcla de patatas con huevos. En 1798, un número del

Semanario de agricultur­a y artes dirigido a los Párrocos

cuenta cómo hicieron un pan de patatas que causó admiración: “Todas las señoras votaron que de esta masa, particular­mente si se mezclaba con huevo, se haría la más excelente fruta de sartén”.

Aunque tardó más tiempo en hacerse popular, también el tomate alcanzó enorme éxito. Inicialmen­te fue una planta decorativa, después se incorporó a las ensaladas, pero en el siglo xviii se consagró como salsa y acompañami­ento de toda clase de platos.

En España, las primeras recetas de salsa de tomate se publicaron en el Arte de repostería, de Juan de la Mata, cuya primera edición se hizo en Madrid en 1747. Incluía dos variantes. “Salsa de Tomates a la Española: Después de assados tres, o quatro Tomates, y limpios de su pellegiro, se picarán encima de una mesa lo más menudo, que ser pueda: puestos en su salsera, se les añadirá un poco de Perejil, Cebolla, y Ajo, asimismo picado, con un poco de Sal, Pimienta, Aceyte, y Vinagre, que todo bien mezclado, e incorporad­o, se podrá servir”. Sigue De la

Aparecen mencionada­s

en un anónimo “memorial”, dirigido a las Cortes de Navarra en 1817, donde, explicando las condicione­s de vida de los campesinos, habla de “dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis, porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos mezclando patatas...”. Las patatas se utilizaban, pues, para alargar los huevos y dar de comer a toda la familia.

A lo largo del siglo

se fue afianzando. La españolida­d de la tortilla de patatas quedó internacio­nalmente proclamada en el año 1867, al formar parte del menú del restaurant­e español La Feria, en la Exposición Universal de París, celebrada en el Campo de Marte. En 1890, Ángel Muro, gastrónomo y escritor, la tildaba de “plato clásico español, base de la merienda del viandante que gasta alforjas y ¿por qué no decirlo? manjar apetitoso, caliente ó frío”.

Mata: “Otra manera assados, limpios, y picados los Tomates, del modo dicho, se mezclarán con un poco de Ajo, Cominos, Orégano, Sal, y Pimienta, asimismo molido, y se desleirá todo con un poco de caldo de la olla, y quatro gotas de Vinagre, con lo que se servirá caliente”. El tomate y el pimiento se convirtier­on ya desde el siglo xviii no solo en alimentos cotidianos, sino en factores de identidad de la cocina española.

El triunfo del pavo

Así como fueron muchas las plantas que pasaron del Nuevo Mundo al Viejo, animales hubo pocos. El único importante para la alimentaci­ón fue el pavo, que adquirió un papel destacado en las mesas europeas. La iguana, por ejemplo, tan valorada por diversos pueblos americanos, sería desestimad­a por los españoles.

El éxito del pavo fue fulminante, tanto aquí como en otros países de Europa. Los españoles que habitaban en América lo integraron enseguida en su alimentaci­ón. En la península fue introducid­o rápidament­e, y los libros de cocina lo incorporar­on de inmediato. Aparece en el Libro del Arte de Cocina, de Diego Granado, cuya primera edición es de 1599. Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor de la corte, en su prestigios­o Arte de cocina, pastelería, vizcocherí­a y conserverí­a, de 1611, cita también los pavos. Menciona dos recetas, pavos asados y empanadas de pavos, y enseña, además, el modo de

trincharlo­s. Da también una receta de la tradiciona­l salsa para los pavos asados. Al presentar los menús para las grandes festividad­es y para diversas épocas del año, menciona pavos asados con su salsa, pavillos nuevos asados con su salsa, pavos asados calientes, empanadas de pavos y empanadas de pavos en masa blanca. El pavo aparece en la literatura castellana del Siglo de Oro. Tiene el gran honor de ser el único producto americano citado por Cervantes en el Quijote. En el capítulo XI de la primera parte, en el episodio de los cabreros, Sancho Panza lo menciona como paradigma de una mesa de calidad: “... mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene en gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo”.

Del prestigio que alcanzó en la gastronomí­a europea da idea la atención que el famoso Jean Anthelme Brillatsav­arin le dedicó en su Fisiología del gusto, en el primer tercio del siglo xix, donde afirmaba que “el pavo es segurament­e uno de los más hermosos regalos que el nuevo mundo ha hecho al antiguo”.

Por la puerta de atrás

El maíz y las patatas, dos productos de gran valor alimentici­o, tuvieron muy mala acogida en España. Comenzaron como alimento animal, y su incorporac­ión al consumo humano fue tardía. Se intentaban convertirl­os en pan, pero no podían competir con el trigo. Cuando entraron en el sistema alimentari­o, lo hicieron por falta de otros cereales, en años de crisis de subsistenc­ias, y comenzaron extendiénd­ose entre las gentes más pobres. Su aceptación fue forzada por la necesidad, y solo avanzaría en las dramáticas circunstan­cias de la guerra de la Independen­cia, en que el hambre obligó a comer cualquier alimento disponible, superando todo prejuicio. Desde 1492, gran cantidad de productos atravesaro­n el Atlántico en ambas direccione­s, cambiando la alimentaci­ón americana y europea, y ese viaje se extendió, paulatinam­ente, a Asia y África, hasta crear una experienci­a globalizad­ora que alcanzó, de una manera u otra, a todo el planeta. Merece la pena recordarlo en estas fechas en que estamos celebrando el quinto centenario de la primera vuelta al mundo. ●

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