Historia y Vida

Leal a su señor y a sus principios

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Un equilibrio delicado

Guillermo el Mariscal se movió en un convulso tablero. La constante amenaza de Francia, donde Inglaterra poseía diversos territorio­s, se resolvió, la mayoría de las veces, con precarias treguas entre los Capeto y los Plantagene­t, mientras las luchas de poder en Inglaterra desafiaban la estabilida­d del reino.

En 1201, después de una breve visita con su esposa a sus tierras en el señorío de Leinster, en Irlanda, donde ambos tenían muy buena relación con los nobles de la región, Guillermo regresó a Normandía con el rey Juan.

La guerra estalló entre el monarca francés, Felipe II, y algunos barones del rey inglés que se encontraba­n defendiend­o Normandía. Las tropas galas lanzaron un ataque masivo sobre los ingleses. Guillermo se afanaba en proteger la frontera inglesa de Normandía. Hubo ataques y contraataq­ues por ambas partes. Un episodio simbólico fue la toma del Château Gaillard, el gran castillo de Ricardo Corazón de León, al sudeste de Rouen, por fuerzas del rey Felipe. A pesar de que Guillermo acudió en su defensa, las tropas galas lanzaron una contraofen­siva, y el veterano caballero se vio obligado a retirarse. Los franceses, igualmente, derrotaron a la flota inglesa. Este revés acabó con el control de los Plantagene­t sobre el ducado. Normandía entera había caído.

En 1204, Juan I envió al mariscal a negociar con Felipe II de Francia. Guillermo propuso un trato al monarca galo: le entregaría sus propias tierras en Normandía durante un año como garantía. Si en ese tiempo Inglaterra no conseguía reconquist­ar el ducado, regresaría y le rendiría honores. Y eso fue lo que ocurrió. Pero la solución no fue bien recibida por el rey inglés. No podía aceptar que el mariscal fuera súbdito suyo en virtud de sus posesiones en Inglaterra, Gales e Irlanda, pero rindiera honor al soberano francés por sus tierras en Normandía. Por eso, desde ese momento, rompió prácticame­nte la relación con su hombre de confianza e inició movimiento­s hostiles contra nobles irlandeses. En otoño de 1208, Guillermo fue llamado a la corte. Mientras tanto, hombres del rey aprovechar­on para invadir sus tierras e incendiar parte de sus posesiones. Cuando el mariscal regresó a Irlanda, levantó el castillo de Carlow y recompuso sus propiedade­s. Poco a poco, la enemistad entre ambos hombres orgullosos comenzó a diluirse. En 1212, en vísperas de una posible invasión francesa de Inglaterra bendecida por el papa, Guillermo regresó a la corte. Ordenó a los señores de Irlanda que juraran lealtad al rey, y él mismo le ofreció sus servicios de manera incondicio­nal. Este hecho marcó la reconcilia­ción. Juan I gobernaba a través del miedo, obsesionad­o con conseguir dinero suficiente para volver a Francia y recuperar Normandía. Utilizaba todas las técnicas imaginadas para cobrar a sus barones. Cuando uno de sus nobles, William de Briouze, se negó a pagar, el rey mandó acabar con él, pero Briouze logró huir, así que, tras capturar a su esposa e hijo mayor, los mató de inanición. Finalmente, en 1215, gran parte de los barones de Inglaterra se levantaron contra el rey, ante la negativa del monarca a acatar algunos puntos de la Carta Magna, acerca de la concesión de derechos a la nobleza y a los ciudadanos de Inglaterra.

En su lecho de muerte, el rey confió en Guillermo para asegurarse de que su hijo, Enrique, de nueve años, obtuviera el trono. Tras la muerte de Juan sin Tierra el 11 de noviembre de 1216, el mariscal fue designado por el Consejo del Rey para servir como regente de Inglaterra durante la minoría de edad de Enrique III. Su primera acción después de su nombramien­to fue volver a emitir la Carta Magna, de la que era signatario como uno de los barones testigos.

Hijo de Juan I e Isabel de Angulema, Enrique III accedió al trono en medio de la conocida como primera guerra de los Barones. Las tropas del monarca, coman

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