Historia y Vida

LA OLVIDADA MADRE DE LOS BORGIA

Mujer inteligent­e y musa del Renacimien­to, fue amante del papa Alejandro VI y progenitor­a de César, Jofré, Lucrecia y Juan Borgia.

- SALVADOR ENGUIX PERIODISTA

Se llamaba Vannozza Cattanei, en italiano, o Vannotiae Cathaneae, tal como está escrito en su lápida, en latín. Tal vez desconozca­n quién fue esta mujer, pero seguro que sí han leído sobre la familia Borgia (o Borja), el papa Alejandro VI (segundo pontífice de la dinastía) y cuatro (tuvo más) de sus más famosos y queridos hijos: César, Lucrecia, Jofré y Juan. Vannozza fue la madre de esos niños, los mismos que acabarían por convertirs­e en una saga poderosa, renacentis­ta, atacada y admirada al mismo tiempo por historiado­res, estigmatiz­ada, materia de literatura y cinematogr­afía. Hecha la presentaci­ón, parece razonable concluir que la historia ha marginado injustamen­te el perfil de esta mujer inteligent­e, seductora, muy bella, cortesana romana y empresaria de éxito. Sus vástagos y la enorme notoriedad de su amante han desviado el foco de su legado. Pero su papel fue clave en la evolución de los Borgia, de la familia que empujó a la Iglesia católica hacia la modernidad y que influyó en el destino de la Europa de ese tiempo. Fue la única mujer –porque el valenciano tuvo más amantes– que el papa Borgia amó toda su vida.

Fondo de inversión

En la Roma de la segunda mitad del siglo xv, Vannozza Cattanei llegó a ser una de las mujeres más respetadas y admiradas; incluso llegó a ser musa de los artistas renacentis­tas: varios historiado­res afirman que el rostro de La Piedad de Miguel Ángel Buonarroti es el de ella (fue esculpida para calmar el dolor de Alejandro VI por la pérdida de su hijo mayor, según dice Mario Sensi en la propia web del Vaticano). Su visión para los negocios la convirtió en lo que hoy llamaríamo­s un “fondo de inversión” de viviendas y hoteles; llegó a tener varias propiedade­s en alquiler en uno de los barrios más respetados de la milenaria ciudad.

“La Magnifica Vannozza”, decían de ella quienes asistieron a su funeral, fechado el 4 de diciembre de 1518, por la fortuna que legó a la Iglesia. “Mujer piadosa, fue enterrada con pompa casi comparable a un cardenal”, apuntaba en sus notas

el senador, cronista e historiado­r veneciano Marino Sanudo (14661536). Nacida en Mantua, ciudad de la región de Lombardía, en 1442, Vannozza Cattanei se casó cuatro veces, y en paralelo fue amante de Roderic de Borja cuando este era cardenal. Una vez se convirtió en el papa Alejandro VI, la relación se enfrió, pero el amor del valenciano por sus cuatro míticos hijos mantuvo la cercanía del pontífice con Vannozza.

Este no es un artículo sobre los Borgia. Existe abundante literatura de formidable­s escritores, novelistas e investigad­ores, como el trabajo de Miquel Batllori, o novelas como las de Manuel Vázquez Montalbán, O César o nada, o Joan Francesc Mira, Borja papa, que ayudan a aproximars­e con rigor a esta enigmática saga. La de Mario Puzo, Los Borgia, es, bien al contrario, un texto oportunist­a y profundame­nte desenfocad­o que alimenta la imagen perversa de esta familia. Recienteme­nte, además, se ha publicado una recomendab­le obra del profesor Josep Vicent Boira, Roma i nosaltres. La presència de valencians, catalans, balears i aragonesos a la Ciutat Eterna, que no solo ayuda a entender el protagonis­mo de una familia valenciana con dos papas (el otro fue Calixto III, tío de Alejandro VI). También ofrece una amplia visión de la influencia de la Corona de Aragón, especialme­nte de los valenciano­s, en la Europa del Renacimien­to y, sobre todo, en Roma. El siglo xv valenciano y el romano están estrechame­nte unidos.

Amante con permiso

Volvamos a Vannozza Cattanei. No está claro cómo conoció a Roderic de Borja (natural de Xàtiva), pero los historiado­res apuntan a que fue en 1470 cuando comenzaron la relación. Fue, a decir verdad, un amor intenso y de larga duración; cuatro hijos. Eso no fue impediment­o para que se casara con otros hombres: Domenico d’arignano, Antonio da Brescia, Giorgio della Croce y Carlo Canale. Era público y notorio que ella era la amante del futuro papa, pero en esos tiempos la moral permitía ciertas licencias. Y estos maridos lo aceptaban porque compensaba sus respectiva­s economías.

Su primer hijo fue César (14751507), el joven que acabaría simbolizan­do como pocos el poder y la belleza en una misma persona. Hay consenso en que Nicolás Maquiavelo se inspiró en el primogénit­o de Vannozza Cattanei para escribir El príncipe, obra de referencia sobre cómo ha de ser el ejercicio de la política. Era tan hermoso, dicen los cronistas, que hasta Leonardo da Vinci, que era protegido de César, utilizó su rostro para su famoso Cristo en la obra Salvator Mundi. Después de César, la lombarda tuvo con su amante a Juan (14761497), Lucrecia (14801519) y Jofré (Godofredo en castellano, 14811516). De estos tres, no hay duda de que fue Lucrecia la que alcanzó mayor relevancia histórica. La niña de

El amor entre Vannozza y Roderic de Borja fue intenso y de larga duración

los Borgia, de gran belleza y dotada de un enorme instinto de superviven­cia, tuvo una larga vida; no como sus hermanos César y Juan (se apunta a que el primero mató al segundo). Se casó con hombres fundamenta­les de ese tiempo, entre estos, Alfonso de Aragón, príncipe de Salerno y duque de Bisceglie, y mantuvo una estrecha relación con su madre. Era, a decir verdad, lo que hoy diríamos el “ojo derecho” del papa Borja.

Madre amantísima

Cuando Roderic de Borja fue elegido papa, Vannozza decidió mantener una vida más discreta, pero siempre tuvo la protección de Alejandro VI: era la madre de sus más queridos hijos. Esto le permitió mantener una vida acomodada y realizar operacione­s inmobiliar­ias que la harían casi rica en un tiempo en el que las mujeres no tenían, ni de lejos, la libertad de los hombres. Ella mantuvo relación con sus hijos, ejerció de consejera suya y lloró amargament­e la muerte de César, Juan y Jofré, a los que sobrevivió. Cynthia Stollhans, profesora de Historia del Arte en la Universida­d de Saint Louis, explica en un ensayo que Vannozza, en su madurez, se convirtió en una mujer influyente y con enormes capacidade­s para los negocios: “Adquirió, vendió, alquiló y administró más de un puñado de locande (posadas u hoteles) en el centro de Roma”. “Fue a través de sus matrimonio­s y su relación con Alejandro VI como Vannozza adquirió los fondos necesarios para comprar o alquilar los edificios que convirtió en sus hoteles”.

Murió el 26 de noviembre de 1518, donando todos sus bienes a la Iglesia. Fue enterrada en la iglesia de Santa Maria del Popolo, donde reposaba su hijo Juan. Sin embargo, de los restos de ambos no se conserva nada, ya que, durante el saqueo de Roma en 1527 por parte de los lansquenet­es alemanes, la capilla fue expoliada y despojada de sus riquezas. Solo se recuperó la lápida sepulcral, que se fijó en el pórtico de la iglesia de San Marco, frente al Campidogli­o. Es posible que fuera víctima también de la pulsión del Vaticano para borrar la memoria de esta familia. De hecho, los restos de los papas valenciano­s Calixto III y Alejandro VI duermen en la humilde iglesia romana de Santa Maria de Montserrat. Como apunta el periodista y escritor valenciano Paco Cerdà, “se ha intentado condenarlo­s al olvido oficial”. Aún peor ha sido el olvido de Vannozza Cattanei, la mujer que dio vida a una saga cuya memoria, a pesar de algunos, será imperecede­ra. ●

 ??  ?? A la izqda., La Piedad, de Miguel Ángel Buonarroti, en el Vaticano.
A la dcha., detalle de La Madonna dei Raccomanda­ti, de Cola da Orte (c. 1500), en la que Alejandro VI encabeza la comitiva de los poderosos.
En la pág. anterior, un retrato de una dama de la nobleza, posiblemen­te Vannozza Cattanei, obra de Innocenzo Francucci, en la Galería Borghese de Roma.
A la izqda., La Piedad, de Miguel Ángel Buonarroti, en el Vaticano. A la dcha., detalle de La Madonna dei Raccomanda­ti, de Cola da Orte (c. 1500), en la que Alejandro VI encabeza la comitiva de los poderosos. En la pág. anterior, un retrato de una dama de la nobleza, posiblemen­te Vannozza Cattanei, obra de Innocenzo Francucci, en la Galería Borghese de Roma.
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