Mujeres en las ondas
En Talavera de la Reina ya se elaboraba cerámica en época romana y durante la Edad Media, pero fue en el siglo xvi, bajo el reinado de Felipe II, cuando se convirtió en un artículo de lujo, capaz de imitar la blancura de la loza de Pisa y de reinterpretar los diseños de la porcelana china. Cervantes, Lope de Vega y Góngora alabaron su brillo y la gracia de su decoración. Los nobles encargaban vajillas con sus escudos. Cincuenta y seis piezas repasan los siglos de esplendor de esta artesanía, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Museo de Historia de Cataluña. Pl. Pau Vila, 3. Barcelona
Tel.: 93 225 47 00
Fechas: hasta el 21 de febrero Enero de 1939. El ejército de Franco entra en Barcelona. Unos soldados irrumpen en la sede de Ràdio Associació de Barcelona y ponen fin, abruptamente, 3 a un programa en catalán conducido por dos locutoras: Rosalia Rovira y Francina Boris. Ambas serán represaliadas. La radio llega a España en 1924, con la dictadura de Primo de Rivera, y alcanza su edad de oro unos veinticinco años después, en pleno franquismo. Pese a ello, las mujeres participan como profesionales en todas sus etapas, si bien al principio se las relega al radioteatro y los consultorios. No en vano son las amas de casa, que pueden escucharla mientras hacen sus tareas, las principales oyentes del nuevo medio.
Vicente Nieto. Fotografías. 1936-1967
Archivo de la Corona de Aragón. Almogàvers, 77. Comtes, 2. Barcelona
Tel.: 93 485 42 85
Fechas: hasta el 31 de marzo
El madrileño Vicente Nieto (1913-2013) perteneció a la Real Sociedad Fotográfica, cuyo boletín redactaba, pero se mantuvo 4
un niño frente a un quiosco en Aranjuez en 1958, fotografía de Vicente Nieto en el Archivo de la Corona de Aragón. 4 de las viñetas lubok o recreaban fotogramas de la película. En los primeros años de la Unión Soviética florece la experimentación artística: collage, fotomontaje, perspectiva inversa, combinación de planos y volúmenes, de la mano de jóvenes artistas de primer nivel, como Mijaíl Veksler, Antón Lavinski, Nikolái Prusakov o los hermanos Stenberg.
En 1992 se produjo un hecho que marcó un punto de inflexión en el mundo del cómic: Maus, la obra de Art Spiegelman sobre el Holocausto, recibió el Premio Pulitzer. Era la primera vez que una historieta conseguía un galardón de ese prestigio. A partir de esa distinción, muchos lectores adultos que no solían leer cómics empezaron a interesarse por ellos. Ese interés provocó un fenómeno, el de la novela gráfica, que ha transformado el sector por completo. La obra maestra de Spiegelman fue una de las fuentes de inspiración de Berlín. La ambiciosa trilogía del guionista y dibujante Jason Lutes, creada a lo largo de veintidós años, se puede ver casi como su precuela. Berlín recrea la caída de la República de Weimar desde 1928, cuando llega a la capital alemana la protagonista de la novela (una joven estudiante de arte dispuesta a cumplir sus sueños de emancipación), hasta 1933, cuando Hitler es nombrado canciller de Alemania.
Cinco años de tensiones, enfrentamientos callejeros entre comunistas y nacionalsocialistas, matanzas como la del Primero de Mayo de 1929, incremento del antisemitismo, paro, hambre...
Pero también de dinamismo cultural, libertad sexual y vida nocturna a ritmo de jazz.
Lutes describe este período a través del relato de las vidas de un variopinto grupo de personajes. Aunque aparecen figuras históricas como el editor Carl von Ossietzky, la bailarina Joséphine Baker, el mártir del nazismo Horst Wessel, el Gauleiter de Berlín Goebbels o el propio Hitler, el peso de la narración recae en los ciudadanos anónimos. A través de sus vivencias, ilustradas por un dibujo en blanco y negro, de estilo muy claro, el autor logra transmitir la sensación de incertidumbre e inseguridad que se fue apoderando de los berlineses conforme fue creciendo la inestabilidad política y económica del país.
Esta dimensión sociológica del texto tiene su traducción visual en uno de los recursos estilísticos más afortunados de la obra. Lutes opta por no dibujar la esvástica en los brazaletes de los nazis hasta la tercera parte del cómic, cuando el ascenso del nazismo es una realidad. Es una manera de reflejar que para los berlineses de los años veinte, el nazismo, la esvástica, no tenía la misma carga ideológica que tiene en la actualidad. Con esa sencilla decisión creativa, el autor nos da a entender lo erróneo que es juzgar el pasado con los ojos del presente, y nos ayuda a comprender por qué tantos alemanes apoyaron un régimen autoritario, belicista y genocida.
NOVELA GRÁFICA
Berlín
Jason Lutes Bilbao: Astiberri, 2020
592 pp. 30 €
en valor el papel, en ocasiones crucial, de muchos de estos hombres, que durante más de tres siglos se enfrentaron en batallas de distinta naturaleza a corsarios franceses, ingleses, holandeses, berberiscos y otomanos. La primera ordenanza de corso española, impulsada en 1621 por el conde-duque de Olivares bajo el reinado de Felipe IV, estipula que “todos mis vasallos, sin excepción, podrán armar buques en corso” para hacer frente a los corsarios y piratas en el mar. A diferencia de la piratería, todo el que deseara iniciar esta senda debía depositar una garantía en metálico y someterse a las reglas previstas para dicha actividad. Tanto éxito tuvo el corso que, según la documentación conservada, entre 1621 y 1697 aparecen registrados un mínimo de 707 buques dedicados a tal ocupación.
ENSAYO Corsarios españoles Agustín R. Rodríguez González Madrid: Edaf, 2020 232 pp. 18 €
Francia, el primer enemigo