¿El papa de Hitler o el de Roosevelt?
NUEVOS DOCUMENTOS SOBRE LA ACTUACIÓN DE PÍO XII EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
APío XII, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, lo persigue la sombra de la sospecha. Ya en 1945 se le criticaba por su silencio frente a la barbarie nazi. Sus defensores, por el contrario, lo presentaron como un protector de los judíos. La controversia quedó en segundo plano hasta el estreno, en 1963, de la obra teatral El vicario. Su autor, el alemán Rolf Hochhuth, retrató al pontífice como un cómplice del Tercer
Reich. Ante el escándalo mundial, el Vaticano reaccionó con la publicación en diversos volúmenes de documentación favorable al papa Pacelli. ¿Formó parte El vicario de una campaña de desprestigio orquestada por la Unión Soviética? Algunos historiadores han aceptado esta teoría, pero no puede decirse que exista unanimidad. La polémica, en cualquier caso, estaba lejos de apagarse. La historiografía se dividió en dos bandos irreconciliables, los favorables a Pío XII y sus contrarios, aunque entre ambos extremos quedó espacio para posiciones intermedias. El debate se reanimó con la publicación, en 1999, de Hitler’s Pope (El papa de Hitler), del periodista británico John Cornwell, un ataque demoledor que suscitó numerosas reacciones a favor y en contra.
Una voz favorable a Pío XII
La última contribución a un tema inagotable es la del belga Johan Ickx, un archivero que lleva muchos años trabajando con los papeles del Vaticano. En Pio XII e gli ebrei (2021), su investigación se beneficia de la reciente desclasificación de documentos de la Segunda Guerra Mundial, en los que ha encontrado las peticiones de numerosos judíos que buscaron el auxilio de Roma frente a la persecución. Pío XII organizó la ayuda humanitaria en medio de dificultades casi insuperables, en lucha permanente contra la presión constante de la Alemania nazi. Ickx también señala que el pontífice mantuvo una muy buena relación con el presidente de Estados Unidos, hasta el punto de que el inquilino de la Casa Blanca se permitía tratarle con una familiaridad desconcertante en el ámbito diplomático. Desde esta óptica, sería más correcto hablar del papa de Roosevelt que del papa de Hitler. No obstante, es improbable que la publicación de nuevos documentos zanje de una vez por todas la cuestión. Nadie discute que Pío XII ayudara a judíos necesitados, el problema radica en discernir si se limitó a gestos aislados o desarrolló una política coherente.
En A day in the life, una de sus canciones más vanguardistas, los Beatles se preguntaban “cuántos agujeros son necesarios para llenar el Albert Hall” (en inglés, hole, agujero, suena parecido a hall, auditorio). Con este comentario surrealista, John Lennon hacía referencia a uno de los edificios más representativos de Londres, de cuya inauguración se cumplen este mes 150 años. Fue el 29 de marzo de 1871. Su nombre, como resulta fácil imaginar, responde a la memoria del príncipe Alberto, el esposo de la reina Victoria de Inglaterra. Todo empezó en 1851, tras el éxito de la Gran Exposición Universal, celebrada en Hyde Park. Alberto lanzó la idea de construir un equipamiento para la cultura y las artes, pero no vivió lo suficiente para presenciar su conclusión. Murió en 1861, a los 42 años, sumiendo a la reina en un prolongado duelo. El edificio, en el barrio de South Kensington, fue obra de los ingenieros Francis Fowke y Henry Young Darracott Scott.
Lo mejor de lo mejor
Desde su apertura, el Royal Albert Hall ha albergado los mejores conciertos, ya fueran de música clásica o popular. En 1968 se celebró allí el festival de Eurovisión, el primero en retransmitirse en color, aunque solo en algunos países. El recinto ha sido escenario de otras muchas actividades, desde actuaciones del Cirque du Soleil a graduaciones de los alumnos del Imperial College. El príncipe Alberto estaría satisfecho de un legado tan fructífero.