Maestro de la complejidad
Fue uno de los intérpretes más personales del séptimo arte, justamente célebre por su elegancia y su facilidad aparente para hacer creíbles papeles complejos. Este mes se cumplen cien años del nacimiento del británico Dirk Bogarde (1921-99), un actor que, a finales de los sesenta y principios de los setenta, vivió su momento de mayor esplendor, con títulos como La caída de los dioses (1969) o Muerte en Venecia (1971), ambos de Luchino Visconti. A esta última cinta, basada en la novela homónima de Thomas Mann, pertenece la imagen de este mes, donde observamos a Bogarde caracterizado como Gustav von Aschenbach. Se trata de un compositor germano que, para huir de la depresión que sufre, se marcha a la ciudad de los canales. Allí experimenta una fuerte atracción por un joven llamado Tadzio, con el que nunca llega a entablar una conversación. Tiene que enfrentarse, mientras tanto, al peligro de una epidemia de cólera que las autoridades de la ciudad, para no espantar al turismo, intentan mantener oculta. Su personaje está inspirado, hasta cierto punto, en el compositor Gustav Mahler, aunque este no era homosexual. El hecho es que el Adagietto de la Sinfonía n.º 5 del austríaco posee una importancia capital en la obra de Visconti. Este movimiento, una reflexión acerca de la belleza en su forma más pura, adquirió gran popularidad gracias al filme. No deja de ser curioso que en Muerte en Venecia, lo mismo que en La caída de los dioses y en Portero de noche (1974), de Liliana Cavani, Bogarde interpretara a personajes alemanes. En la vida real sentía animadversión hacia esta nacionalidad, fruto de su experiencia traumática en la Segunda Guerra Mundial. Como capitán, intervino en la liberación del campo de concentración de Bergen-belsen, donde presenció tal brutalidad que fue incapaz de verbalizar su experiencia durante años.
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