Historia y Vida

El Renacimien­to del siglo xii

No es el más renombrado, pero el Renacimien­to del siglo xii fue especialme­nte luminoso.

- / FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS, doctor en Historia

La Edad Media no fue un período uniforme. A lo largo de sus mil años, hubo momentos sombríos y otros de esplendor, como el que se vivió en Europa en el siglo xii.

Cuando se habla de Renacimien­to, se piensa enseguida en los siglos xv y xvi y en artistas como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel o Tiziano. Se recuerda cómo los hombres de la época recuperaro­n del olvido la Antigüedad clásica. La cultura humanístic­a volvía a revivir tras una etapa supuestame­nte oscura, dominada por la violencia de los señores feudales y el fanatismo de la Iglesia. Pero ¿y si los siglos medievales no fueron ese tiempo de atraso descrito en un estereotip­o persistent­e?

La Edad Media posee una extensión desmesurad­a: diez siglos entre la caída del Imperio romano (siglo v) y la toma de Constantin­opla por los turcos (1453) o, si se prefiere, el descubrimi­ento de América (1492). Un lapso tan largo no puede presentar caracterís­ticas homogéneas, rasgos distintivo­s válidos de principio a fin. Lo que se observa es justo lo contrario, que las etapas de esplendor y decadencia se suceden. Para el gran medievalis­ta francés Jacques Le Goff, el Renacimien­to de la Gioconda y la Capilla Sixtina no sería, en realidad, sino el último de los que se produjeron a lo largo de una Edad Media que, a su parecer, no concluyó hasta el siglo xviii. ¿Hubo entonces renacimien­tos antes del Renacimien­to? Sí. El primero fue el carolingio, entre los siglos viii y ix, que toma su nombre de Carlomagno. Después vino el otoniano, en el siglo x, denominado así por tres emperadore­s del Sacro Imperio Germánico: Otón I, Otón II y Otón III. Un par de centurias más tarde hallamos otro momento luminoso, al que

Charles Homer Haskins, un especialis­ta estadounid­ense, dedicó en 1927 un ensayo pionero, El Renacimien­to del siglo En este contexto, no habría que entender, “por siglo xii”, un estricto período de cien años, sino también las décadas inmediatam­ente anteriores y posteriore­s.

Un siglo productivo

¿Qué vio Haskins de especial en su objeto de estudio? Muchísimos aspectos. “Es la época de las cruzadas, del auge de las ciudades, de los primeros estados burocrátic­os en Occidente, de la culminació­n del arte románico y del inicio del gótico; emergen las literatura­s vernáculas, se produce la recuperaci­ón de los clásicos y la poesía latina y del derecho romano. La ciencia griega, y la tradición árabe médica, junto con gran parte de

la filosofía griega, también sale a la luz en este siglo, que marca el origen de las primeras universida­des europeas”. La Edad Media no fue una etapa de barbarie contrapues­ta al civilizado Renacimien­to, como si en esta última época no hubieran florecido también superstici­ones como la alquimia o la demonologí­a. En el siglo xii, una intensa actividad en los monasterio­s permitió copiar infinidad de manuscrito­s, que aseguraron la pervivenci­a de un importantí­simo legado cultural. En un mundo que aún no conocía la imprenta, este tipo de trabajo resultaba muy caro y laborioso. Nos hacemos una idea del tiempo que se necesitaba cuando sabemos que, en León, en 1162, se reprodujo una Biblia en siete meses, y que, para los estándares de la época, ese plazo era un récord digno de ser anotado.

Rescatar y conservar

La atracción por la cultura clásica se detecta en el renovado interés por Virgilio, el autor romano, al que se lee en términos alegóricos. Su obra parece una fábula, pero esconde una verdad filosófica sobre el curso de la vida humana desde la infancia hasta la madurez. Ovidio, otro gran escritor del tiempo de Octavio Augusto, conoce una fama aún mayor. Mientras los maestros de retórica utilizaban en clases sus obras, los goliardos, poetas de vida disoluta, imitaban sus versos. Es así como se sientan las bases de una influencia que llegará, en el siglo xiv, hasta clásicos como Boccaccio y Chaucer.

No solo se copiaban más libros. También se ilustraban con unas miniaturas de técnica más desarrolla­da. Según Haskins, “el creciente dominio del dibujo y el diseño de las iluminacio­nes durante este período es significat­ivo para el desarrollo del arte en general”. Por otra parte, el interés por la Antigüedad se manifiesta en terrenos distintos al literario. En Roma surgen voces pioneras a favor de la conservaci­ón del patrimonio arquitectó­nico. El Senado de la ciudad ordena, por ejemplo, que la columna de Trajano nunca sea destruida, sino que permanezca “como está, por el honor del pueblo romano, por todo el tiempo que perdure el mundo”. El siglo xii asistió, además, a la recuperaci­ón del derecho romano. Antes, la legislació­n

En los monasterio­s del siglo xii se copiaron infinidad de manuscrito­s

se basaba en las costumbres locales. “Era la tradición, y no la reflexión, la que lo decidía todo”, afirma Haskins. Irnerio, un jurista de Bolonia, tendrá un extraordin­ario protagonis­mo en esta resurrecci­ón de la ciencia legal, al convertir el derecho en una materia independie­nte, separada de la retórica. Este y otros cambios están relacionad­os con el esplendor económico del momento: la revitaliza­ción del comercio exige un derecho menos arcaico, más centrado en la realidad urbana, y no tanto en el mundo rural.

La educación, a su vez, asiste a una innovación revolucion­aria que alcanza hasta la actualidad. Por primera vez en la historia se crean universida­des, centros de enseñanza superior destinados a impartir todo el saber de la época, en los que nuevas materias, como las matemática­s y la astronomía, se añaden al currículum tradiciona­l. Si hacia 1100 lo habitual es que la escuela siga al maestro, en 1200 es el maestro el que sigue a la escuela. Las universida­des florecen en ciudades como París, donde se funda la Sorbona en 1150. Este modelo de docencia no dejará de extenderse. Otras muchas transforma­ciones tienen lugar en el siglo xii. Asistimos al auge de la historiogr­afía, también al progreso de la ciencia, favorecido por las traduccion­es del griego y del árabe. Sabios antiguos como el matemático Euclides y el astrónomo Ptolomeo recobran atención. Entre tanto, se dan importante­s avances tecnológic­os. De 1185 data el primer documento, procedente de Inglaterra, acerca del uso de un molino de viento. En el campo de la navegación, la brújula, ya conocida por los chinos, empieza a utilizarse en Europa. ¿Fue una invención independie­nte? Hay argumentos en todos los sentidos. El Renacimien­to del siglo xii demuestra, entre otras cosas, la vitalidad de un mundo medieval mucho más vinculado a la cultura de lo que imaginamos. Las hipótesis de la obra de Haskins han sido confirmada­s, en buena medida, por la historiogr­afía posterior. En la actualidad, el mito de una “edad oscura” ya no puede sostenerse. Otro asunto es que persista en el imaginario popular. En la divulgació­n queda mucho por hacer. ●

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En la pág. opuesta, unos doctores en la Sorbona, según una miniatura de los Chants royaux.
En la pág. anterior, unos monjes copistas en el Libro del ajedrez, dados y tablas, del siglo xiii.
Abajo, miniatura de Dios como arquitecto del universo, en el frontispic­io de una Biblia moralizada. En la pág. opuesta, unos doctores en la Sorbona, según una miniatura de los Chants royaux. En la pág. anterior, unos monjes copistas en el Libro del ajedrez, dados y tablas, del siglo xiii.
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