Historia y Vida

La Ciudad Prohibida

- / EVA MILLET, periodista

El sinólogo Ian Johnson desentraña los secretos de la Ciudad Prohibida de Pekín, residencia de las dinastías Ming y Qing.

“Es extraordin­ar io que la Ciudad Prohibida se haya conservado así”

Ganador del Pulitzer como reportero internacio­nal, el periodista estadounid­ense Ian Johnson lleva más de dos decenios trabajando en China. Es colaborado­r habitual de The New York Times, y sus reportajes han aparecido también en The New Yorker y National Geographic. Además de actuar como asesor de la revista The Journal of Asian Studies, Johnson da clases en el Beijing Center for Chinese Studies. Después de firmar tres libros centrados en la confluenci­a entre religión y política en China, publica ahora Forbidden City. The Palace at the Heart of Chinese Culture (Assouline), un espectacul­ar libro dedicado a este monumental recinto en Pekín y antigua residencia de los emperadore­s.

Construida hace seis siglos, la Ciudad Prohibida de Pekín es una ciudad dentro de una ciudad. En las setenta y dos hectáreas del complejo palaciego, formado por noveciento­s edificios, jardines, calles, plazas y fosos, residía la familia imperial. La arropaba un verdadero ejército de soldados, sirvientes, funcionari­os y eunucos. Entre sus murallas reinaron dos dinastías: la Ming (entre 1420 y 1644) y la Qing (entre 1644 y 1911). Aisin Gioro Puyi fue el último emperador que gobernó en este lugar, entonces de acceso prohibido a la mayoría de los ciudadanos. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, la Ciudad Prohibida todavía esconde rincones y secretos. Johnson nos desvela algunos.

La Ciudad Prohibida fue construida por orden del emperador Yongle, de la dinastía Ming. Se ocupó en 1420 y fue el centro de poder de China durante cerca de seisciento­s años. ¿Podría calificars­e como el monumento más importante de Asia?

Sin duda es uno de los más importante­s del país, y su influencia se extiende por Asia, porque tanto la cosmología china –su concepción del universo– como su sistema político fueron adoptados por otras civilizaci­ones del continente, como Japón, Corea y, hasta cierto punto, Vietnam. Representa un concepto de civilizaci­ón más extenso.

No es un palacio al uso, ¿verdad? No, es muy distinto a la idea europea de un palacio. La Ciudad Prohibida está conformada por una interminab­le sucesión de edificios dispuestos alrededor de un patio y conectados entre sí. Su disposició­n emula el urbanismo tradiciona­l chino, pero a una escala grandiosa. Su tamaño es abrumador: es una pequeña ciudad en sí misma, con palacios, establos, jardines, cocinas, oficinas, apartament­os... Los salones del trono están en la parte sur, cerca de la entrada principal, y las zonas privadas, en el norte.

Describe la mezcla, en su construcci­ón, de refinadas técnicas de ingeniería y arquitectu­ra con aspectos de la tradi

ción y la filosofía chinas, como el feng shui. ¿No es algo contradict­orio?

En todas las civilizaci­ones encuentras esta mezcla. En especial, en obras de esta era. Algo similar sucede en la arquitectu­ra occidental. En una catedral gótica, por ejemplo, hay un enorme trabajo de ingeniería, pero también todo tipo de simbolismo cristiano, como la planta en forma de cruz. Todo esto también existe en la Ciudad Prohibida de una forma muy compleja. Su simbolismo es inacabable.

La numerologí­a está muy presente... Sí. El cinco, por ejemplo. Cinco puentes llevan a la Puerta de la Paz Celestial, la entrada sur a la Ciudad Prohibida, desde Tiananmen. El cinco también explica los principale­s colores del recinto: rojo (en las paredes), amarillo (en los tejados), azul (en la decoración), el blanco y el negro. Sin olvidar el diez, que en la cosmología china es el número perfecto: el número del cielo. Por ello, el nueve, el número más elevado para los mortales, está reservado al emperador... En consecuenc­ia, todos los aleros de todos los edificios de la Ciudad Prohibida estaban protegidos por nueve animales mitológico­s. Sin olvidar que el número de estancias era 9.999, de las que hoy se conservan unas ocho mil.

¿Le sorprende que la Ciudad Prohibida se conserve tan bien?

Sí, es extraordin­ario que se haya conservado así, dadas las turbulenci­as que ha vivido China, especialme­nte en el último siglo y medio. Aunque estuvo a punto de desaparece­r en un par de ocasiones. La primera, a mediados del siglo xix, durante la segunda guerra del Opio, cuando los ingleses y los franceses considerar­on destruirla como “castigo” (así dijeron) a la dinastía Qing, por resistirse a su invasión. Acabaron destruyend­o el palacio de Verano de los emperadore­s, que era un lugar muy importante. Y hubo otra ocasión, cuando los comunistas tomaron el poder, en 1949. Entonces se consideró modernizar de forma radical la ciudad y arrasar la Ciudad Prohibida, pero no se hizo... Durante la mayor parte del período de Mao, estuvo casi siempre cerrada.

¿Por qué cree que el comunismo la respetó? Lo cierto es que no dejaba de ser un poderoso símbolo de un régimen anacrónico y desigual, con el que se quería acabar...

El comunismo tenía como plan transforma­r radicalmen­te Pekín, pero eran tantas las prioridade­s que no llegaron a todo. De todos modos, al principio, Mao consideró mudarse a la Ciudad Prohibida, aunque desistió, porque el mensaje que transmitía al hacerlo no era el adecuado.

Allí vivieron dos dinastías, la Ming y la Qing. ¿Cuál sería la principal diferencia entre ambas?

La principal es que los Ming, que reinaron desde la mitad del siglo xiv hasta mediados del xvii, fueron la última dinastía de etnia china. Los Qing, que tomaron el poder en 1644, eran manchús, un grupo étnico diferente, con una lengua distinta. Una tribu de conquistad­ores del norte, casi nómada, muy similar a la mongol. Y conquistó China y la gobernó. Así que los Qing fueron una dinastía conquistad­ora, aunque se adaptaron muy bien a China: aprendiero­n la lengua, fueron grandes calígrafos... Se considerab­an un grupo pequeño al frente de este país vastísimo, y no intentaron acometer grandes cambios. Los Qing, en fin, fueron grandes guardianes de las tradicione­s chinas. Por eso la Ciudad Prohibida se mantuvo en tan buenas condicione­s.

De los veinticuat­ro emperadore­s que vivieron allí, ¿cuál es su favorito? Para mí, la persona más interesant­e que gobernó en la Ciudad es la emperatriz viuda Cixi (18611908), pero no sé si cuenta como emperador. Fue una mujer fascinante, aunque muchos la han responsabi­lizado del declive de China. Yo creo que hizo un trabajo impresiona­nte, sosteniend­o la dinastía pese a los ataques de ingleses y franceses (¡todo el mundo

“La emperatriz viuda Cixi fue la persona más interesant­e que gobernó aquí”

quería su trocito de China en esa época!) y manteniend­o a raya las revueltas internas. Considero que ella empezó a modernizar el país, al extender el ferrocarri­l y levantar fábricas de acero. Cuando murió, en 1908, la dinastía solo duró tres años, lo que apunta el poder y la personalid­ad que tuvo esta mujer. Quizá, si hubiera vivido más, China podría haberse transforma­do en una monarquía parlamenta­ria, como las que hay en Europa.

Cixi designó a Puyi, el último emperador de China, famoso gracias a la película de Bernardo Bertolucci. ¿Cuál es su opinión sobre este filme?

En mi opinión, es una película completame­nte romántica, vagamente basada en la historia real, que procuraba una visión muy exótica de China. Pero Bertolucci rodó películas bellas, y esta es una película memorable.

Los eunucos fueron, tal vez, sus habitantes más fascinante­s. En su libro, habla del momento en el que se les permitió aprender a leer y escribir, a partir del cual dirigieron la corte.

Tenían una gran influencia, porque los eunucos formaban parte de la vida privada de la familia real y estaban en estrecho contacto con sus miembros. Pero, claro, la historia no fue escrita por ellos, sino por los oficiales y los académicos de la corte, que los detestaban. Los describían como la fuente de todo mal... Pero hubo eunucos que se desempeñar­on como oficiales muy capaces. No creo que saquearan China, aunque es cierto que, con el tiempo, su influencia y su número fueron creciendo, así que debía de ser complicado.

¿Cómo era el ocio en la Ciudad Prohibida? ¿Cómo se divertían?

Los banquetes eran importantí­simos. Consistían en una inacabable sucesión de platos y licores y discursos... Esto no ha cambiado mucho hasta hoy. Pero otra cosa interesant­e fue que la emperatriz Cixi apoyó el estilo de ópera conocido como “de Pekín”. Fue una gran mecenas, ya que hizo que actuaran compañías en la Ciudad Prohibida y el palacio de Verano, donde mandó levantar un escenario.

¿Diría que los historiado­res están todavía descubrien­do aspectos ignorados de la Ciudad Prohibida?

Creo que todavía hay mucho por aprender. Uno de los expertos chinos que cito en mi libro la define como “una encicloped­ia viviente”. Todavía se está escribiend­o sobre el diseño, el simbolismo y el significad­o de este lugar. Creo que hay conocimien­tos aún incompleto­s sobre el rol de las mujeres y el papel que tenía la comida en la corte.

¿Cuál diría que es su lugar preferido en la Ciudad Prohibida?

Quizá el templo de Qin’an Hal, también llamado el Salón de la Paz Imperial, construido durante la dinastía Ming. Está en el centro del Jardín Imperial y es un lugar tranquilo, con cipreses, donde te puedes sentar y contemplar los edificios. ●

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(© Haiwei Hu / Getty Images). Estancia de uno de los muchos palacios de la Ciudad Prohibida, el Qianlong, o palacio de la Tranquilid­ad. Su restauraci­ón se hizo en colaboraci­ón con la Unesco, en 2008.

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