¿CÓMO VIVÍAN LOS CONTEMPORÁNEOS DE VELÁZQUEZ?
Un bienvenido volumen sobre cómo era la existencia cotidiana durante el Siglo de Oro
Cuando pensamos en el Siglo de Oro, lo primero que se nos viene a la cabeza son las victorias de los tercios, las pinturas de Velázquez o los sonetos de Lope, Quevedo y Góngora. Acostumbramos a pasar por alto una faceta mucho más prosaica: la manera en que vivían los hombres y mujeres que hicieron posible la España imperial, sometidos a unas condiciones de vida mucho menos gloriosas de lo que podríamos suponer. Enrique Martínez Ruiz, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid, nos desvela en este libro las claves del día a día de esa época que conoce tan bien. El retratado aquí es un país que, con sus luces y sus sombras, “palpita, sufre, se divierte, delinque, peca, reza y muere”. La historia social, la económica y la cultural se entrelazan para presentarnos un amplio y pedagógico fresco del mundo sobre el que reinaron los Austrias. Comienza con un primer bloque en el que se plantea algunas preguntas esenciales: ¿cuántos españoles había?, ¿con qué sufrían?, ¿cómo estaban organizados? A continuación aborda cuestiones como las creencias y actitudes. Otras se centran en aspectos lúdicos, como las fiestas, o menos amables, caso de la represión contra los transgresores protagonizada por la Santa Hermandad, el conocido cuerpo policial, o por la Inquisición.
Lo que hay detrás de la gloria
Los contemporáneos de Velázquez no disfrutaban de una vida fácil: tenían hambre y sufrían terribles epidemias. En muchas ocasiones, la guerra, un flagelo permanente, provocaba estos desastres. Los soldados podían protagonizar grandes hazañas, pero no resultaba infrecuente que acabaran andrajosos y ejerciendo la mendicidad cuando la campaña finalizaba. Aunque existía una división en estamentos (nobleza, clero y tercer estado), la movilidad social resultaba posible. Al precio, eso sí, de borrar cualquier pista que delatara los verdaderos orígenes de la familia que llegaba a la cumbre. Las mujeres estaban sometidas a un estricto dominio patriarcal. El matrimonio se concertaba en función de intereses materiales, desde la convicción de que era algo demasiado importante como para dejarlo en manos de algo tan volátil como el amor. No obstante, encontramos también, aunque de modo excepcional, un cuestionamiento de los valores de género dominantes. La escritora María de Zayas Sotomayor (1590-1661), autora de Novelas amorosas y ejemplares, se quejaba, por ejemplo, de la desigualdad educativa: “Y así, en empezando a tener discurso las niñas, pónenlas a labrar (…), y si las enseñan a leer es por milagro”. Con su erudición acostumbrada, Martínez Ruiz nos ofrece una visión a ras de suelo de esa España tantas veces mitificada, como si en ella no hubiera más que guerreros y santos. En las páginas de su libro, por el contrario, no se respira épica, sino, más bien, realidad.
Año 1200 a. C. Imperios enteros sucumben, de forma casi simultánea, en el este del Mediterráneo y Próximo Oriente. Hoy, más de tres milenios después, arqueólogos e historiadores no se ponen de acuerdo sobre si aquel evento fue provocado por una catástrofe ambiental, un desastre económico, la emergencia de pueblos con tecnología muy avanzada o una combinación de todos esos factores. Lo que no se debate son las consecuencias del apocalipsis: ciudades desaparecidas, abandonadas o arrasadas de forma violenta, con poderosos Estados como el hitita sucumbiendo ante un tsunami que conocemos como colapso de la Edad del Bronce. Y es aquí, en esta época fascinante y misteriosa, donde se encuadra la última entrega de la saga de videojuegos Total War.
El colapso
Desarrollado por The Creative Assembly y distribuido por SEGA, Total War: Pharaoh llega a las pantallas de nuestros ordenadores este mes con la idea de brindarnos el liderazgo de tres de los pueblos que se enfrentaron al colapso de la Edad del Bronce: los egipcios, los cananeos y, cómo no, los hititas.
Para dirigir cada una de estas facciones, contaremos con personajes históricos como los egipcios Ramsés II o la reina Tausert, bajo la que sucumbió la XIX dinastía, o con opciones menos conocidas, como el rey hitita Suppiluliuma II, que cuenta con el dudoso honor de haber sido el último líder de su imperio.
Con estos jefes al mando, libraremos batallas históricas dentro de territorios que abarcan desde Anatolia hasta Egipto, en los que afrontaremos situaciones climáticas realistas y podremos contemplar, recreadas, las urbes que se alzaban en el año 1200 a. C. Urbes que, a su vez, podremos asediar o defender utilizando unidades militares cuyo equipamiento ha sido diseñado intentando guardar fidelidad a la historia. Frente a nosotros, emperadores de grandes reinos, se alzarán otros protagonistas del momento, como los nubios, los frigios o los Pueblos del Mar, esos sospechosos habituales de haber generado el colapso de la Edad del Bronce, de cuya devastación, cosas del videojuego, podremos salvar a los hititas.