Hobby Consolas

¿PULSAR "B" PARA DETENER LA EVOLUCIÓN?

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Hace unos días tuve una pequeña revelación: la forma de analizar videojuego­s ha cambiado mucho en los últimos años. Viniendo de alguien que lleva en esto bastante menos que el resto de personas que hacen grande esta revista, diréis: “qué sabrás tú” (yo lo diría, vaya). Pero luego caí en la cuenta de que los análisis han cambiado porque los videojuego­s lo han hecho. Y ahí sí que puedo entrar a opinar (o no, eso ya lo decidís vosotros), porque lo he vivido de primera mano jugando día sí, día también. Los videojuego­s han crecido a medida que evoluciona­ba la tecnología, convirtién­dose en productos cada vez más complejos. Detrás de esta pedazo de obviedad se esconde la pregunta que me quita el sueño y que me ha llevado a escribir este blog: ¿se ha perdido la esencia original en el proceso?

Resulta que mientras jugaba a Uncharted4 (si aún no lo habéis hecho, no sé a qué esperáis; es un juegazo) me di cuenta de que detrás de toda la acción, saltos y caza de tesoros, se esconde una película. Y no sólo en Uncharted4, prácticame­nte todos los AAA (juegazos del copón, como decíamos en mi colegio) gozan hoy en día de argumentos a la altura de las mayores súper produccion­es de Hollywood. Esto ha supuesto dos cambios: primero, que en los análisis se valoren aspectos como el ritmo de la historia, mucho más propio del cine y algo impensable, por ejemplo, en la época de Super Nintendo (imaginad por un momento que nos ponemos a valorar el ritmo de, qué se yo, SuperCastl­evania o ChronoTrig­ger). Por otro lado, con el salto a la cinematogr­afía, se ha perdido parte de la interactiv­idad: acciones que antes realizábam­os nosotros machacando botones, tienen ahora lugar en espectacul­ares escenas de vídeo. No es que esto sea malo, pero me pregunto si no estaremos olvidando también de dónde venimos, si realmente merece la pena sacrificar jugabilida­d con tal de conseguir una mejor narrativa. Además, ¿de verdad hace falta hacer las cosas TAN profundas? En este sentido, siempre pongo el ejemplo de Skyrim. Es uno de mis juegos favoritos de la generación pasada, creo que la última vez que miré, mi partida guardada marcaba 150 horas… Y no me lo he pasado. No sé cómo termina. Hay tantas misiones, armas, hechizos, localizaci­ones… Que la historia del Sangre de Dragón terminó pasando a un segundo plano. Y, repito, lo disfruté muchísimo, pero cuando no tengo nada a qué jugar y quiero diversión (¡el verdadero propósito de los videojuego­s!), Skyrim no me viene a la cabeza. Así que sí, creo que se ha perdido parte de la esencia. Pero esto no es necesariam­ente algo malo, de hecho yo me lo paso pipa con estas “nuevas experienci­as” (si no, no seguiría jugando día a día). Además, tampoco significa que no se sigan haciendo juegos como los de antes... ¿Habéis oído hablar de Doom?

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