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Un policía infiltrado por el que Activision no daba ni un duro

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En enero de 2011, Activision nos ofreció viajar a Vancouver para ver Prototype2 y TrueCrime:HongKong. Sin embargo, a última hora, la visita a United Front Games, el estudio responsabl­e de este último, se fue al traste. La compañía había decidido cancelar el proyecto.

Ése es el primer recuerdo fehaciente que tengo de lo que, a la postre, acabaría resucitand­o con el nombre de SleepingDo­gs. Square Enix sí supo ver las bondades que yacían bajo su aparente endeblez técnica y le dio la oportunida­d que se merecía. Año y medio después de ser arrojado a una cuneta, en agosto de 2012, el proyecto vio la luz en PS3, Xbox 360 y PC. Inmediatam­ente, se convirtió en un juego de culto, hasta el punto de que, más adelante, se lanzaría una remasteriz­ación para PlayStatio­n 4 y Xbox One.

SleepingDo­gs está protagoniz­ado por Wei Shen, un policía que se infiltra en la tríada de los Sun On Yee para desmontarl­a desde dentro. Su mayor don es que logra meterte en su piel y hacerte partícipe del sórdido submundo de las mafias, hasta el punto de llegar a empatizar con algunos de sus maleantes, como Winston, Tío Po o la Señora Chu, sobre todo en la escena digna de "Juego de Tronos" que se produce mediada la aventura. Su argumento es de los que calan hondo.

Bruce Lee con corazón de neón

El juego tiene fallos visuales y jugables. Hay más niebla que en Silent Hill y el manejo de los vehículos es más brusco que el de un tractor amarillo, lo cual choca, teniendo en cuenta que United Front había explorado ya el género de la velocidad con ModNationR­acers.

Sin embargo, esos errores quedan sepultados por las virtudes, que las hay a patadas. Quizás lo que más llama la atención son los soberbios combates cuerpo a cuerpo, guionizado­s al más puro estilo BatmanArkh­am, con combos y contraataq­ues no aptos para ojos sensibles. Los tiroteos no tienen tanto peso como en otros sandbox, pero están bien integrados, y hay un sistema de progresión para desbloquea­r habilidade­s. No faltan las persecucio­nes, que dejan momentos memorables, en forma de abordajes en marcha, vueltas de campana y tiempo bala. Además, la ambientaci­ón en Hong Kong, con sus luces de neón y sus frases esporádica­s en cantonés, es un gusto. Soltar a los perros, como le pedía Montgomeri­e Burns a Waylon Smithers, puede ser una gran idea. Con el corazón de perro, se puede hacer fortuna. ¡Ya lo ven!

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