Cragon's Crown
oy un hereje y, hasta ahora, no había jugado a Dragon's Crown, pero este verano he peregrinado al santuario de Vanillaware y he limpiado mi alma de creyente del beat'em up. El género del "yo contra el barrio" se ha ido perdiendo con el paso de las generaciones, pero siempre hay propuestas que acaban por rescatarlo, como es el caso de ésta, que, además, lo actualiza con numerosas mecánicas roleras: subidas de nivel, mejora de habilidades, deterioro de las armas, compra de objetos, misiones secundarias... No se trata del típico beat'em up de repartir por repartir a la carrera, sino que hay una historia de fondo, con numerosos diálogos (en perfectísimo inglés, eso sí), y la duración bordea las veinte horas. RAFAEL AZNAR
SEl control es tan sencillo como profundo. Hay que golpear y esquivar, pero hay seis personajes bien diferenciados y la mayoría de jefes no se anda con chiquitas. Más vale no dedicarse a machacar botones,para no dilapidar en continuaciones los maravedíes, más útiles para otros menesteres de juglaría.
Un lienzo a cuatro bandas
Sin duda, lo mejor de Dragon'sCrown es su brutal cooperativo para cuatro jugadores, tanto local como online. El festival de tajos y magias de aliados y enemigos puede volverse confuso por momentos, pero la dirección artística de la que hace gala el juego es para quitarse el yelmo. Es como estar ante un cuadro pintado a mano, con finos pinceles de colores, mientras suenan, de fondo, melodías bucólicas con las que retrotraerse a tiempos pasados.