El seguero que quería ser consolero
El efecto mariposa revolotea, a menudo, por mi cabeza. Yo no creo en el destino, pero sí en la influencia de las casualidades, como las que me trajeron a mí hasta Hobby Consolas. Mi hermano mayor, un seguero de pura cepa, me hizo entrar en contacto con los videojuegos con apenas cuatro años y, cómo no, con esta nuestra revista. La atracción fue tal que, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, decía entusiasmado que yo sería "consolero". En lo sucesivo, ir a salones recreativos con mi hermano pequeño (gracias, abuelo, mamá y papá por tantas pesetas) se convirtió en una costumbre y, por mi casa, fueron desfilando Game Boy, Nintendo 64, PlayStation, Dreamcast, PS2, Game Boy Advance, Gamecube, PSP, Xbox 360...
Mi adolescencia la pasé en Fuerteventura, Hobby Consolas no llegaba a mi pueblo —y no había internet en esos años—, por lo que me tiré unos años sin poder leerla. Pero acabó por llegar y la visita al kiosco se convirtió en una feliz costumbre. Allá por el año 2000, con las tarifas planas ya en auge, conocí la web de a punto de coger un vuelo de vuelta a Madrid, en el aeropuerto, mi madre se empeñó en comprarme el número 205, para que me entretuviera. Allí, al final del Teléfono Rojo, había una convocatoria que me cambiaría la vida: "¿Quieres trabajar en Hobby Consolas?". Mandé varios de los textos que había escrito en Viciojuegos y a Javier Abad
Un hermano seguero, una escisión de Hobby Consolas online y un kiosco de aeropuerto: las casualidades me trajeron aquí
le debieron de gustar, porque me convocó a una prueba de acceso. Era el examen más difícil de mi vida. Me tocó analizar Mirror'sEdge, igual que al gran Borja Abadíe, y era un plataformas tan original que el texto me salió solo. Me cogieron y, loco de mí, estuve a punto de renunciar, porque ese año estaba cursando tercero y cuarto de periodismo a la vez, y apenas tenía tiempo, pero me tragué el miedo y empecé a colaborar. Durante los primeros meses, como me temía, no tuve tiempo para hacer gran cosa, pero, poco a poco, fui asumiendo un mayor volumen de trabajo y mayor destreza a la hora de trenzar textos. Nunca estaré suficientemente agradecido a Manuel del Campo, Javier Abad, David Martínez y Dani Quesada por darme carrete. Por aquel entonces, la sala de capturas de la redacción era un auténtico festival, con tótems del sector a quienes tengo una gran admiración, como el propio Abadíe, Gustavo Acero, Carlos Villasante, Rubén Guzmán, Dani Acal o Alberto Lloret.
Escribir en Hobby Consolas es el trabajo soñado. Cuando llega el lunes, no tienes que lamentarte, porque haces lo que te gusta, aunque tiene el inconveniente de que no desconectas nunca —a menudo, trabajas los fines de semana y hasta altas horas de la madrugada—. Ir a estudios, entrevistar a Yu Suzuki y a los jefazos de Naughty Dog, conducir en Silverstone, asistir a una final de la Liga de Campeones, ganar una versión periodística de la GT Academy... Yo sí que puedo decir que he vivido, aunque también ha habido momentos duros, como analizar Yakuza4 con falta de vista por tener las gafas rotas, realizar una guía de GT5 en un pésimo momento anímico o aguantar la pamplina de los maletines.
Doy gracias a la mariposa que fuere, por mi alma "consolera", y a quienes han hecho posible la revista durante veinticinco años, incluidos los lectores que, mes tras mes, "procesionan" hasta el kiosco. Ése es el huracán que cita la teoría.