Hobby Consolas

El aliento que toca La ocarina del tiempo

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Thelegendo­fzelda:breathof thewild es el juego más sorprenden­te que he jugado en mucho tiempo y, sin ninguna duda, uno de los mejores que me he echado a las manos y los ojos en mi vida. La crítica lo ha agasajado con dieces a mansalva y el público le ha reconocido su calidad yendo en manada a comprar una Switch con la que jugarlo o, en su defecto, a por una copia de Wii U con la que alimentar, una última vez, a la fracasada consola. El juego no sólo supone una revolución para una de las sagas más veteranas de la industria, con treinta años a sus espaldas, sino que hace cosas que no se han visto en ningún otro sitio. Su forma de entender los mundos abiertos es maravillos­a, con su sistema de escalada libre al 100%, sus mecánicas son muy rompedoras (poder ir a por el jefe final desde el principio, cocina, armas que se desgastan) y hay cien mil tareas que cumplir, pero es que cada partida te sorprende con un nuevo truco, como pájaros que atacan a los enemigos o tormentas eléctricas que te pueden fulminar si llevas objetos metálicos. Ahora, es más fácil entender por qué Nintendo decidió arropar el lanzamient­o de Switch con una única superprodu­cción propia. Sacar Supermario­odyssey, un Metroid o cualquier cosa que restara visibilida­d a esta bestialida­d habría sido una imbecilida­d supina.

Ahora bien, he de decir que, para mí, Breathofth­ewild no es el mejor juego de la historia. Mi podio particular sigue copado por los dos Shenmue y por The Legendofze­lda:ocarinaoft­ime. Cualquier tiempo pasado no fue necesariam­ente mejor, pero es muy difícil que vuelva a haber un título que se gane la etiqueta de mejor juego de la historia. Paradójica­mente, es evidente que, si los ponemos cara a cara desde la perspectiv­a actual, Breathofth­ewild es un juego muchísimo más completo que Ocarinaoft­ime, por pura evolución técnica y jugable de la industria, si bien la historia o la música, por ejemplo, me parecen superiores en la aventura de Nintendo 64. Al margen del inevitable factor nostálgico —qué recuerdos de ver una y otra vez aquel VHS que regalaron con Hobby Consolas y que maravillab­a hasta a mi señora madre—, hay que tener en cuenta que cada juego es hijo de su tiempo y, antaño, los saltos generacion­ales eran mucho más impactante­s. Hoy en día, es casi imposible que un juego genere un shock como el que suponían el salto de las 2D a las 3D o el de los sprites a los polígonos. Segurament­e, si un niño de hoy prueba esos juegos que abrieron un cisma en los 90, no percibirá esa ruptura espacio-temporal. Es difícil ponderarla, y quizás injusto para obras maestras recientes como Thewitcher 3, Uncharted4 o Breathofth­ewild. No está todo inventado, ni mucho menos, y los juegos son cada vez mejores, objetivame­nte, pero reemplazar sensacione­s y recuerdos es casi imposible.

Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero es muy difícil que vuelva a haber un título que se gane la etiqueta de mejor juego de la historia

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