PUNTUAR PUESTAS AL DÍA, EL MÁS DIFÍCIL TODAVÍA
Siempre he pensado que es absurdo puntuar los juegos, porque una crítica (lo que incorrectamente llamamos análisis) no es un ejercicio matemático. Esto no sucede con otras artes, como la pintura, la música, la arquitetura o la literatura. Si acaso, un disco o un libro se valoran de forma relativa con estrellas, un concepto menos nocivo para explicar rápidamente si merecen la pena o son un veneno.
Calificar un juego con una nota es algo ingrato, pero la cosa se complica aún más cuando se trata de puestas al día, ya sea en forma de remakes, de remasterizaciones o de nuevos juegos basados en clásicos. Precisamente, este mes, me ha tocado analizar dos juegos de otro tiempo, y me las he visto negras para determinar qué cifra merecían.
El primero de esos juegos es Yakuzakiwami, un remake de uno de los mejores juegos de PS2, muy ninguneado cuando salió en 2006, tanto por la prensa como por el público. Once años después, sigue siendo una obra maestra, pero no he querido rebasar la barrera del 90, porque resulta que, en ese lapso de tiempo, se fueron lanzando sucesivas entregas que mejoraron con creces la fórmula del original, en especial Yakuza5. Es verdad que Kiwami tiene gráficos rehechos desde cero y mejoras jugables, pero no puede competir con los cinco protagonistas de la quinta entrega (lo que se traduce en mecánicas específicas para cada uno y en guiones más sesudos), sus cinco ciudades, sus 35 horas de historia, sus misiones secundarias, sus minijuegos... Kiwami es un remake impresionante, pero no sería serio decir, por ejemplo, que es mejor que Yakuza0, lanzado hace siete meses, también en PS4. Ahora bien, si no existiese el hándicap de esas entregas adicionales de la saga, al no haber nada similar con que comparar, seguramente Kiwami habría tenido más nota. La segunda patata caliente del mes con sabor añejo ha sido Sonicmania, otro juego de Sega, éste con la diferencia de que se inspira en plataformas 2D de Mega Drive y, objetivamente, los supera, con mayor duración, más variedad o un diseño de niveles más atrevido... pero que, lógicamente, no impacta ya tanto como aquéllos de 16 bits en los años 90. Por eso, y pese a que lo he disfrutado como un crío, no me he atrevido a abrir el melón del 95. Puntuar juegos de otro tiempo es una odisea. Puede que sigan vigentes o que hayan envejecido mal, aunque supusieran un hito en su día. Del mismo modo, ¿hay que premiar numéricamente el hecho de que se lancen a precio reducido o en packs recopilatorios? ¿Y que estén disponibles en formato físico? Y no hablemos ya de remasterizaciones sin grandes cambios. ¿Hay que penalizar a un juego que siga siendo una obra maestra por no introducir novedades? ¿Cuánto? Al final, esas preguntas son culpa de un numerito que no tiene razón de ser. Maldito sea...
Calificar un juego es algo ingrato, pero la cosa se complica aún más cuando se trata de remakes, remasterizaciones o juegos basados en clásicos