HISTORY
LA CASA DEL MAMPORRO
Capcom
En la primera mitad de los 90, el gigante japonés se hizo de oro con las peleas callejeras. Recordamos su legado.
Llámalo beat'em up, brawler o "yo contra el barrio". Si pasaste la infancia o la juventud en los recreativos, en los albores de la década de los 90, seguro que te dejaste la paga en un montón de arcades de peleas callejeras. Puede que Technos crease este subgénero en 1986 con el mítico Renegade, pero nadie supo sacarle tanto partido como Capcom. Finalfight dio el pistoletazo de salida a una colección de inolvidables placas recreativas, cuya popularidad acabó haciéndolas visitar (salvo contadas excepciones) los ordenadores y consolas de la época.
Fantasía y violencia por 25 pesetas
La fórmula era tan sencilla como infalible. Nos presentaban una selección de carismáticos personajes que podíamos controlar, en compañía de uno o varios amigos, a lo largo de una serie de niveles poblados con enemigos clónicos a los que medir el lomo de diversas y festivas maneras. Moneda tras moneda, íbamos aprendiendo los movimientos especiales de nuestro personaje favorito, las rutinas de los jefes y cada secreto de la placa hasta llegar a un punto en el que podíamos acabarnos la recrea- tiva con una única moneda de 25 pesetas (bueno, eso algunos, porque otros siempre necesitábamos todo un saco). Lo curioso es que, incluso después de ver el final, acabábamos regresando a nuestros brawlers favoritos, ya fuera en los recreativos, ya fuera en sus conversiones domésticas, sólo por el placer de ejecutar otra vez el Pile Driver de Haggar o volver a vernos las caras con la Reina Alien. ¿Cuántas veces nos hemos acabado Captaincommando en Super