Pitfall the Mayan adventure
TIENTO AL ESTILO DEL COCODRILO SACAMUELAS
Si la memoria no me traiciona, mi regalo de cumpleaños de 1995 fue Pitfall: the may an adventure, uno de los mejores juegos que pasaron por mi Mega Drive... y también uno de los más infernales.
Al más puro estilo Indiana Jones, el aguerrido protagonista debía adentrarse en una jungla maya para rescatar a su padre, secuestrado cuando ambos intentaban hacerse con un valioso tesoro. Así, el desarrollo era el de un plataformas bidimensional, de modo que podíamos atacar con un látigo, con guijarros y con un bumerán. A cada paso que dábamos, nos asaltaba un peligro, bien en forma de enemigo (serpientes, murciélagos, arañas y otras criaturas del gusto de Frank de la Jungla) o bien en forma de trampa estratégicamente colocada (socavones, pinchos, precipicios, etc.), por lo que había que andarse con pies de plomo. El juego sólo contaba con dos niveles de dificultad (normal y difícil, lo cual ya era una declaración de intenciones), y la barra de salud era una genialidad: un cocodrilo que iba abriendo las fauces a medida que recibíamos daño. El miedo a que nos engullera de un doloroso bocado sólo era comparable al que se podía sentir jugando al mítico Cocodrilo Sacamuelas, de MB.
Ahora bien, lo que más desesperaba del juego era una fase sobre raíles donde debíamos manejar un carromato mientras huíamos de unos extraños espectros y esquivábamos los obstáculos que iban apareciendo a lo largo de tres vías, sin que apenas hubiera tiempo de reacción. Aún tengo pesadillas con aquella claustrofóbica mina dejada de la mano de Dios...