Narita Boy
UNA joya indie desarrollada en ESPAÑA
Naritaboy nos propone un viaje a los 80 para conocer a un pionero creador de videojuegos, en una historia conmovedora y con un desarrollo de acción y plataformas 2D con sabor a clásico.
El genial trabajo del equipo barcelonés Studio Koba se ha traducido en uno de los mejores juegos españoles de los últimos años. La aventura, realizada con mimo, cargada de detalles y cuidada en todos sus aspectos, consigue dar un soplo de aire fresco a los metroidvanias. Naritaboy es un juego dentro del juego. Cuenta cómo se crearon la consola Narita One y su primer juego, un cartucho que nos traslada al reino digital, donde una entidad malvada ha corrompido una serie de archivos para tomar el control. ¿Suena retro? Pues sí, porque aquel juego apareció en los años 80. De hecho, todo es un monumento a aquella década.
Pero no esperéis referencias facilonas, pues los guiños se encuentran en el propio tejido del juego.
Un viaje en el tiempo
Por supuesto que hay elementos que nos recordarán a Tron, a Mastersdel Universo oa Regresoalfuturo, pero lo mejor es el modo en que se recrea esa etapa cibernética, donde los primeros desarrolladores que se enfrentaban al código casi parecían magos. Los cables y disquetes, el sonido de los sintetizadores, los colores eléctricos... El retrofuturismo. Naritaboy encarna perfectamente el papel del programador "guay". Pero la narrativa no se limita al "viaje del héroe". A lo largo del juego, también desbloqueamos los recuerdos del creador; una segunda historia que arranca en un pueblo a las afueras de Tokio, y que integra elementos de la cultura tradicional japonesa y su espiritualidad. Todas esas influencias se filtran en el desarrollo, con elementos como dar palmas (como en los santuarios sintoístas) para activar altares, realizar posturas de meditación zazen para teleportarnos o escuchar a nuestro sensei para avanzar por el reino digital, combinadas con un lenguaje de retroinformática y el elemento sobre
Un metroidvania sencillo, lleno De momentos sorprendentes, muy Divertido y hecho con mucho cariño
natural del Tricroma. El mundo de Naritaboy es complejo, pero todos sus circuitos están conectados a la perfección e invitan a seguir descubriendo cómo está construido, qué papel juegan sus decenas de personajes, qué se oculta detrás de la corrupción de los stallion...
La propuesta jugable es la de una aventura clásica en 2D, con plataformas y combates, algunos elementos de exploración y bastante backtracking, esto es, regresar a escenarios por los que ya habíamos pasado para acceder a nuevas zonas gracias a una llave o a un nuevo poder. La cantidad de habilidades que aprendemos a lo largo del juego es notable. Al principio, basta con empuñar la tecnoespada para recorrer las llanuras electrónicas del reino digital, pero, poco a poco, se irán sumando a nuestro repertorio ataques especiales, esquiva, dash, mandobles en el aire... Es un sistema de progreso muy bien distribuido, para que siempre tengamos la sensación de hacer algo nuevo. Además, en lugar de apostar por un mapa general con todos los niveles interconectados entre sí, Naritaboy se divide en fases, lo que facilita localizar llaves y puertas. Tampoco faltan los enemigos finales, y todo el juego tiene el puntito justo de dificultad como para ser divertido pero no frustrante. En total, nos puede durar unas diez horas.
mucho más que pixel art
El apartado artístico es una de las grandes virtudes del juego. Hemos visto utilizar el estilo pixel art de maneras muy diferentes, para conseguir una atmósfera inigualable mediante una estética que nos ha recordado a los juegos de Delphine Software, como Anotherworld o Flashback. Son gráficos muy detallados (respetando el estilo retro) y consiguen plasmar la iluminación de cada estancia, o de los enormes espacios abiertos, de una forma única. Las animaciones hechas a mano le sientan como un guante. A todo esto, hay que añadir un estupendo efecto CRT, que refleja la sensación de jugar en un monitor de tubo. Es un efecto muy trabajado, con deformación en los márgenes, un marco que imita un viejo televisor, el brillo de la pantalla, cierto efecto borroso, parpadeos... Para ponerle la guinda, la música electrónica de Salvador Fornieles y las ocasionales voces digitalizadas funcionan a la perfección con la ambientación.
A los que sean niños de los 80, les impactará su historia. Además, es un juego estupendo, que brilla tanto en lo técnico como en la variedad y en el diseño de los niveles. Un metroidvania sencillo, lleno de momentos sorprendentes y muy divertido. Se nota el cariño que se ha puesto en su desarrollo.