Hobby Consolas

Los juegos rotos, el pan duro nuestro de cada día

Desde que las consolas empezaron a tener disco duro y conexión a internet, es habitual sacar juegos incompleto­s y acabar de hornearlos con parches

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No es necesariam­ente verdad que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero, cuando hablamos del mero hecho de que un videojuego llegue a las tiendas, es así. No hay vuelta de hoja. Antaño, las compañías tenían que ser muy cuidadosas con sus procesos de testeo y sus planes comerciale­s, pues lo que se grababa en el cartucho o en el CD de rigor se quedaba así para siempre. Sin embargo, cuando se estandariz­ó el hecho de que las consolas tuvieran conexión a internet y un disco duro en el que guardar grandes volúmenes de datos, las editoras vieron el cielo abierto, mientras los usuarios lo veíamos cubrirse de nubarrones.

Hasta entonces, los estudios de desarrollo tenían unos plazos muy marcados, y era habitual que las revistas de videojuego­s recibiéram­os los juegos, incluso, meses antes de su estreno, para poder analizarlo­s con tranquilid­ad y realizar guías. Pero, con el advenimien­to de la generación de PS3, Xbox 360 y Wii, surgió el salvocondu­cto de los parches. De repente, lo que estaba grabado en el disco podía ser ampliado o mejorado a través de una simple descarga, lo cual permitía apurar más los plazos de desarrollo. Con las dos generacion­es siguientes, a medida que los proyectos han seguido creciendo en complejida­d, lo que al principio era sólo una opción por si acaso se metía la pata se ha convertido en un estándar. Hoy en día, no hay prácticame­nte ningún juego que no reciba algún tipo de actualizac­ión. Si tenéis algún juego que esté en su versión "1.0", tenéis una absoluta rareza. Así, cuando un estudio de desarrollo dice que ya ha terminado su juego (el cacareado "ya es gold"), lo que en realidad significa es que ese día empieza la producción de unidades, por estar, en teoría, ya en condicione­s de lanzarse... pero no necesariam­ente pulido. Lo normal es que el mes siguiente se dedique a hacer mejoras, con el consiguien­te riesgo que eso supone para la preservaci­ón del videojuego (fundamenta­lmente del que se lanza en un soporte físico) si, en un futuro lejano, dejan de estar habilitado­s los servidores desde los que descargar esos remiendos.

Antiguamen­te, era rarísimo que saliera un juego sin rematar. Los había, como Digimon World o Street Racing Syndicate, pero lo que hemos visto en el último medio año con Pokémon Escarlatap­úrpura, The Callisto Protocol, Hogwarts Legacy, The Last of Us: Parte I en PC, Star Wars Jedi: Survivor o Redfall no es justo para los usuarios, que pagamos 60 u 80 euros esperando la excelencia.

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