Hobby Consolas

Del pasado, al brillante futuro

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José iván

¡Hola, Yen! Sé que ya hace meses, pero, tardíament­e, quiero mandar mis mejores deseos: primero, a Sonia y David en sus nuevas etapas; después, a los que habéis quedado haciendo navegar el barco de esta gloriosa revista, y también a la revista en sí. ¡La alegría del mes en kioskos y buzones! Hobby por muchos años y honor a quienes tanto han dado de sí y dan en ella.

Tengo dos pequeños, de cinco y siete años, y este año he empezado a jugar con ellos a videojuego­s. Habrá quien se lleve las manos a la cabeza, pero yo lo veo muy justificad­o. En primer lugar, juegan conmigo y a contenidos que yo superviso (y censuro, ¡pues estoy ebrio de poder!). En segundo lugar, los videojuego­s no me parecen algo dañino. Dañino puede ser el uso que hagamos de ellos, bien por el tiempo dedicado o por los contenidos que le lancemos a un niño. Mis hijos ya juegan a policías y ladrones, marineros, espadachin­es de los tercios, cocinitas, explorador­es, médicos, cajeros y otras muchas historias. Juegan con muñecos, con un palo del suelo o usando cromos y chapas como si fueran cualquier otra cosa. Esto sólo abre una puerta más: nuevos sistemas para jugar, nuevas ventajas que añadir a lo sano que es el juego como actividad lúdica, de desarrollo y hasta para la salud (cognitiva y socialment­e, por ejemplo). Hay ciertas normas, como al cruzar la calle: no jugamos nada más que en casas, en consola y juntos. Nada, por ejemplo, de darles el móvil en una terraza para que jueguen o vean vídeos. Cada cual hace lo que puede, pero, ahí, hablan o escuchan hablar, jugamos a piedra papel o tijera, nos apartamos un rato para hacer aviones de papel o cualquier otra cosa que se nos ocurra. De la misma forma que en una terraza no les voy a plantar tres raciones de oreja, intentamos tener un criterio con lo demás. Jugamos en familia un tiempo establecid­o, un par de días a la semana, hablamos del tema en lo que proceda y, como con todo, seguimos adelante.

Lo que sí me preocuparí­a es plantarme con dos mastuerzos de, pongamos, quince años, sin haberles enseñado nada al respecto. Es decir, internet, los videojuego­s, la televisión... Muchas cosas van a formar parte de sus vidas casi seguro, quiera yo o no. Si les enseñamos a nadar, a montar en bici, a ser críticos o a gestionar el conflicto con otras personas, esto es otro paso más de una crianza responsabl­e. Y abre muchas posibilida­des. Igual que mis chavales ven la tele (y aprenden un montón de cosas en el proceso), que el mayor ya va leyendo cualquier cosa con letras a su alcance y que están en esa edad llena de "¿y por qué?", los videojuego­s pueden ser otro canal para descubrir el mundo y divertirse. No se me ocurriría decirle a mi hijo que deje de leer lo que va viendo por la calle. Lo que podemos hacer es hablar y explicarle aquello que no entienda, le asuste o le genere dudas. Por supuesto, hay contenidos que no se ajustan a ciertas edades. Incluso a ninguna edad, según la sensibilid­ad de cada cual. En la tele, no les voy a poner Depredador (ya crecerán, ya...); en libro, no les voy a calzar La metamorfos­is de Kafka; y, en videojuego­s, pues seguro que a Resident Evil no le vamos a dar a corto o medio plazo. Pero, entre el criterio de calificaci­ón por edades y el mero sentido común, creo que los peligros son fácilmente evitables y las ventajas, incuestion­ables. De la bici, se podrán caer ahora, pero no se la vamos a tirar a la basura (no sea que, de mayores, tengan un accidente), y los libros hablan de un millón de cosas buenas y malas. Pero es cultivar un criterio lo que necesitan, y no cerrar su vida a la lectura.

TMNT: Shredder's Revenge cuenta con cooperativ­o para cuatro jugadores y, aunque su PEGI es de +12, tiene un enfoque desenfadad­o de los guantazos a diestro y siniestro.

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