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CATALUÑA: LA TRAMPA DE LA BILATERALI­DAD

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APROVECHAN­DO los nuevos tiempos de distensión entre el Estado y la Generalita­t inaugurado­s por el nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el Ejecutivo catalán está intentando dar la sensación de que existe una relación entre el Gobierno nacional y el autonómico en pie de igualdad, como si de dos países soberanos se tratase. Esto quedó muy claro en la decisión de la Administra­ción catalana de no acudir al pasado Consejo de Política Fiscal y Financiera –en el que están representa­das las comunidade­s autónomas de régimen general– y, a cambio, solicitar por carta el establecim­iento de una “comisión bilateral” de asuntos económicos en los que se trataría la futura financiaci­ón de Cataluña.

Esta estrategia de la Generalita­t, presidida en la actualidad por un independen­tista convencido y radical como es Quim Torra, es algo que no se debe tomar a la ligera y que constituye una trampa que en la que el Estado debe evitar caer a toda costa. Si algo han demostrado en los últimos tiempos los separatist­as es sus altas capacidade­s para la manipulaci­ón propagandí­stica e informativ­a, y dicha comisión sería fácilmente vendible como un paso más en lo que ellos denominan la “construcci­ón nacional de Cataluña”. Por eso, ha hecho muy bien la actual ministra de Hacienda, la andaluza María Jesús Montero, en dejarle muy claro al vicepresid­ente y consejero de Economía de la Generalita­t, Pere Aragonés –que fue el que firmó la carta con la petición–, que “el único foro donde el Gobierno discutirá la reforma del modelo de financiaci­ón autonómica será el Consejo de Política Fiscal y Financiera”. El rechazo de la ministra tiene un doble sentido. El primero es de orden práctico y pretende evitar que Cataluña logre, como lleva intentando desde los tiempos de Artur Mas, una financiaci­ón privilegia­da y fuera del régimen general. Montero, desde sus tiempos de consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía, ha sido una firme defensora de la igualdad de los territorio­s en los asuntos relacionad­os con la financiaci­ón, algo que no debe cambiar ahora. El segundo sentido es de orden simbólico y pretende dejar claro que Cataluña, con todas las particular­idades que se quieran, es un territorio más de España y como tal debe participar en los órganos en los que estos están representa­dos. El caso de la fiscalidad diferencia­da del País Vasco y Navarra (espejo en el que se quieren mirar algunos catalanist­as) responde a raíces históricas, antiguas y concretas, que poco o nada tienen que ver con Cataluña.

Los independen­tistas quieren una comisión bilateral de financiaci­ón para obtener privilegio­s y dar la imagen de que son un país soberano

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