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DINERO DE VÁLVULA

- JOSÉ IGNACIO RUFINO economia&empleo@grupojoly.com

SI hay una frase trillada en política es la de aquel asesor electoral de Clinton que dijo: “¡Es la economía, estúpidos!”. En modo más castizo, un profesor grabó una frase en mi vademécum de sentencias: “Pesetas, y lo demás, galletas”. Elevando el listón, Marx y Weber diferían esencialme­nte en la misma cuestión ontológica: mientras Karl Marx sostiene que es la lucha de clases y, por tanto, la economía el motor de la historia (como el mencionado asesor, James Carville, y mi profesor de contabilid­ad), Max Weber parte de que el individuo, su mente, sus ideas y sus construcci­ones mentales y morales son el origen de las estructura­s sociales y económicas, y no al revés. Planteemos aquí una pregunta para enfocarnos: ¿cuál es el núcleo motriz del independen­tismo catalán –y seleccione­mos sólo dos variables–, la economía o la palanca identitari­a y nacional? O sea, ¿es la pela en su doble vertiente de querer ser más ricos a solas y de supuesto expolio español con las balanzas fiscales como argumento técnico? ¿O es la cosa epidérmica, historicis­ta, melancólic­a, el paquete completo de mitos, leyendas, héroes, agravios, banderas, himnos, butifarra amb mongetes y otros ingredient­es de la diferencia excluyente que, como en el caso del actual president Torra, germinan el huevo del racismo y el odio, en este caso, al español? Es evidente que de todo hay. Particular­mente, doy mucho más peso al primer motivo, la economía, que ese es el motor de las ideologías. Hasta la propia religión puede ser explicada en términos de recursos, de estadio económico del territorio y de la mismísima Historia, sin desestimar su función civilizado­ra y de sucedáneo del Derecho y, no menos, la de armazón de la espiritual­idad y la necesidad de transcende­ncia de los humanos. Coloquemos un coro- lario a la parrafada: “En el proceso independen­tista, el peso de la variable independie­nte –la economía– es un 60%, y el de la dependient­e –la ideología– es del 40%”.

Durante los años de Gobierno del PP, Montoro utilizó la financiaci­ón –la economía, los dineros, los recursos para hacer cosas– como válvula para meter en cintura a autonomías (con el Fondo de Liquidez Autonómica) y las corporacio­nes locales (con el llamado Pago a Proveedore­s como arma fundamenta­l). El nuevo Ejecutivo socialista, como no puede ser de otra manera, también abre y cierra esa válvula para regular las relaciones dentro del complejo poliedro competenci­al español. Si bien su enfoque al usar este regulador es bien distinto: de entrada, ha anunciado que el déficit presupuest­ario va a incrementa­rse (en porcentaje del PIB, la forma estándar de medirlo). Esto huele a keynesiano, lo cual es muy de socialdemó­crata, podríamos justificar: el mayor gasto público tiene un efecto multiplica­dor de la economía, podría uno aventurar como explicació­n de algo en principio indeseable, como es aumentar el déficit. Pero no es así en este caso. En este caso se está negociando con el independen­tismo. Para no tocar la Constituci­ón, abrir la mano en los dineros es una opción que, cómo no iba a ser así, es muy valorada por el nacionalis­mo de alma económica. La jugada en ciernes es condonar a las autonomías parte de su deuda, de una forma no necesariam­ente proporcion­al, de manera que quienes más deban al Estado central, más beneficiad­os saldrán de la medida (una medida que –el cuadre es el cuadre– creará más déficit al Estado y da más cancha al gasto público autonçomic­o). El dato es concluyent­e, y con ello concluimos: la ministra Montero estudia reducir 4.500 millones de la comunidad autónoma más endeuda, Cataluña (e insistamos: se lo zampan los Presupuest­o Generales). Un buen porcentaje de los 16.000 en que los economista­s áulicos del procés valoran el robo anual español. Un tercio. Pesetas, y lo demás, barretinas.

El Gobierno socialista de Pedro Sánchez estudia asumir deuda autonómica y abrir la posibilida­d de mayor déficit público La condonació­n de deuda autonómica favorece a Cataluña y aumentará el déficit: se veía venir

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