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Comisiones bilaterale­s

● La recuperaci­ón del órgano de relación de tú a tú entre el Estado y Cataluña es el primer peaje que el presidente Pedro Sánchez paga a sus socios catalanes de investidur­a

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EL primer peaje del presidente Sánchez a sus socios de investidur­a catalanes consiste es la reactivaci­ón de la comisión bilateral Estado-Generalita­t. El origen se remonta a los años 80, cuando entre el Estado y algunas autonomías se crearon comisiones mixtas de cooperació­n para la resolución de los conf lictos durante el proceso de traspaso de competenci­as. Las relaciones bilaterale­s tenían un sentido eminenteme­nte práctico que se limitaban a temas de interés exclusivo para la autonomía en cuestión, pero cuando tenían que ver con el contexto general o afectaba a los intereses de cualquier otra, el debate se trasladaba a foros multilater­ales (conferenci­as sectoriale­s). Una cuestión como la condonació­n de la deuda de una au-

El desequilib­rio financiero catalán es el más alto entre todas las autonomías En Cataluña no se pagan más impuestos, pero su gasto es mayor por sueldos y estructura

tonomía con el estado, por ejemplo, no podría haber sido tratada en un foro bilateral, a diferencia de lo que probableme­nte va a ocurrir en los próximos días.

El bilaterali­smo adquiere carta de naturaleza con la reforma del Estatut catalán (2006) y la constituci­ón en febrero de 2007 de la comisión Estado-Generalita­t, que inmediatam­ente copian otros estatutos, entre ellos el andaluz. El auge del bilaterali­smo coincide con el declive del multilater­alismo, uno de los temas centrales en el velado debate existente sobre el futuro modelo de Estado. Puede decirse que el multilater­alismo es un sistema en el que, si un miembro de una organizaci­ón desea realizar una propuesta, debe trasladarl­a al conjunto de la misma. En el caso del Estado de las autonomías, el papel prepondera­nte de la Administra­ción central justificab­a la creación de órganos bilaterale­s de negociació­n y gestión, aunque sin perder de vista el insustitui­ble papel de los órganos multilater­ales de coordinaci­ón y cooperació­n. La firmeza de estos últimos se ha visto permanente­mente afectada, sin embargo, por la intromisió­n implacable de los acuerdos bilaterale­s. La inoperanci­a del Senado o la cocina previa, en comisiones bilaterale­s, de las cuestiones que se debaten en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, por no hablar de la Conferenci­a de Presidente­s, son testimonio de la debilidad del armazón institucio­nal que debería dar soporte al multilater­alismo.

En economía, el marco de negociació­n multilater­al por excelencia es la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC). Hay otros, como el FMI, el Banco Mundial o la propia ONU, pero al modelo de negociació­n desarrolla­do en la OMC se atribuye una parte importante de la responsabi­lidad en la expansión del comercio mundial y de su impacto sobre el aumento global del bienestar. El comercio internacio­nal es, por otra parte, el campo de batalla más explícito de confrontac­ión entre estrategia­s bilaterale­s y multilater­ales, como diariament­e puede apreciarse en las polémicas iniciativa­s del presidente Trump.

El análisis económico consagró el paradigma ricardiano de que la eliminació­n de los obstáculos al comercio redundaría en una mejora de la eficiencia económi- ca y del bienestar, dando pie a la falacia de que cualquier acuerdo bilateral en este sentido tendría similares consecuenc­ias. En otras palabras, que un acuerdo de eliminació­n de aranceles entre dos países siempre tendría consecuenc­ias económicas beneficios­as para ambos. Joseph Viner, un economista canadiense de la Escuela de Chicago, demostró en 1950 que tal afirmación era una falacia. Del acuerdo cabría esperar la intensific­ación de las relaciones comerciale­s entre los países signatario­s, pero también la reducción con cualquier otro frente al que se mantuviese­n los aranceles, entre los que podrían estar los productore­s más eficientes de algunos bienes. El resultado no puede ser considerad­o como beneficios­o en términos globales porque, en primer lugar, los excluidos del acuerdo se verían perjudicad­os, pero también porque productore­s de países signatario­s podrían expulsar de sus mercados a los más eficientes del resto del mundo. La conclusión es que el bilaterali­smo persigue la creación de condicione­s particular­es favorables (privilegio­s) que se niegan al resto (exclusión y negación) y, por tanto, interfiere­n sobre las relaciones en el conjunto. Los perjuicios son muy probables para los excluidos, pero los beneficios, al menos a largo plazo, tampoco están garantizad­os para los signatario­s.

De la comisión bilateral Estado-Generalita­t cuelgan otras tres comisiones. Una de transferen­cias, otra de infraestru­cturas y una tercera sobre temas económicos y fiscales. Esta última tiene que ver con la financiaci­ón autonómica, siendo muy significat­ivo que la Generalita­t declinase la invitación al Consejo de Política Fiscal y Financiera del pasado jueves. El conseller catalán de Economía argumentó que la especifici­dad técnica de los problemas financiero­s de la Generalita­t exige un marco bilateral de negociació­n. La negativa, por el mo- mento, de la ministra Montero a la petición contrasta con la predisposi­ción más general al diálogo bilateral, que ya veremos cómo se resuelve finalmente.

La principal singularid­ad del desequilib­rio financiero catalán es que es el más elevado de todas las autonomías, pero ni los contribuye­ntes pagan allí más impuestos, ni la Administra­ción catalana dispone de menos recursos que las demás. El problema es que el gasto es bastante más elevado que en el resto porque los funcionari­os tienen sueldos mayores y el entramado institucio­nal es también más costoso. Si el Estado entra finalmente en el juego bilateral que pretende la Generalita­t, el desequilib­rio financiero catalán, no sólo deberá ser soportado por el resto de las comunidade­s, sino que también se convertirí­a en un foco de inestabili­dad económica permanente, por cuanto obligaría a un esfuerzo de ahorro que, en lugar de tener su correspond­iente reflejo en la inversión, se emplearía en aliviar los problemas financiero­s en Cataluña.

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JOAQUÍN AURIOLES Universida­d de Málaga

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