Mamma Mia, todas las veces que hagan falta
Comedia musical, Reino Unido, 2018, 108 min. Dirección y guion: Ol Parker. Fotografía: Robert D. Yeoman. Música: Abba. Intérpretes: Amanda Seyfried, Lily James, Christine Baranski, Julie Walters, Pierce Brosnan, Colin Firth, Stellan Skarsgard, Dominic Cooper, Andy García, Cher. Cines: Al-Andalus Bormujos, Avenida, Arcos, Cervantes, Cineápolis, Cinesa Camas, Cinesa Plaza de Armas 3D, Cinesur Nervión Plaza 3D, CineZona, Los Alcores, Metromar. Mucho habían tardado los productores de Mamma Mia! en acometer la secunda parte del taquillazo musical del verano de 2008, astuta y festiva fórmula de marketing emocional capaz de convertir un puñado de inolvidables canciones de éxito del grupo Abba en un guion-frankenstein a mayor gloria del amor romántico en su vertiente más cursi y edulcorada, canto a la libertad femenina en modo club de señoras ociosas y vehículo de promoción de las islas g r iegas como destino turístico de cartón piedra en tonos añil.
Si aquella pr imera película funcionaba por la ar rolladora pegada de las canciones y la generosa entrega de Meryl Streep y sus acompañantes (Walters y Baranski) al ser vicio rebajado de la diversión pop desinhibida, esta segunda estira ya lo inestirable y repite lo ir repetible, viajando al pasado del personaje ahora desaparecido y alternando tiempos en busca de rimas generacionales y materno-f iliales para celebrar unos mismos lugares comunes del amor romántico y la picaresca ger iátr ica con un repar to que reúne a viejos conocidos achacosos (Brosnan al frente) con jovenzuelos de almanaque y que intenta suplir en vano el inigualable car isma de la protagonista de Memorias de África con la apar ición estelar (y algo r idícula) de una Cher in- maculada a la que se le reser va el número de salida de la función cantando a dúo la insufrible Fernando junto a un no menos autoparódico Andy García.
Por el camino, el guion supervisado por Richard Curtis ( Cuadro bodas y un funeral, Notting Hill) ensarta y empalma como puede cada tramo dramático y temporal con las letras de conocidas (y no tanto) canciones del grupo sueco, mientras que la puesta en escena de Ol Parker desengrasa algo más que su predecesora el necesario vuelo ligero que necesita una propuesta tan insustancial, frívola y autocomplaciente como ésta.