Huelva Informacion

Juan Ramón suena a otras músicas

La Fundación Lara edita ‘Poemas impersonal­es’, un proyecto insólito en la carrera del Nobel en el que el autor tanteó otros estilos “Sin ser otro, no soy yo, yo del todo”, dijo sobre el libro

- Braulio Ortiz SEVILLA

“¡No me conocen! / ¡Que soy yo, que soy yo!”, escribió Juan Ramón Jiménez en El mal perdido (Con Heine). Ese grito con el que el autor reclama la atención del lector, esa extrañeza por pasar desapercib­ido, podría extenderse a todo el libro al que pertenece ese fragmento, Poemas impersonal­es, un proyecto insólito en la carrera del Premio Nobel “por el desapego del yo que muestra”, apunta Rosa García Gutiérrez, directora de la Cátedra Juan Ramón Jiménez de la Universida­d de Huelva, y que publica ahora la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia.

Escrito en su mayor parte entre 1911 y 1923, Poemas impersonal­es fue concebido en una etapa de transición en la que el poeta estaba dejando atrás la estética modernista y se encaminaba a la “poesía desnuda”, cuando Juan Ramón “había empezado a sentirse postizo e incómodo entre los mimbres de una melancolía excesivame­nte tenaz”, señala Soledad González Ródenas, responsabl­e de la edición de este volumen que recoge 47 poemas inéditos. El autor entiende que el camino recorrido hasta entonces se ha agotado y busca nuevas vías, y en esa experiment­ación creará un puñado de textos en las que no reconoce del todo su voz. “Sin ser otro, no soy yo, yo del todo”, dirá. Pero también advierte: “No he intentado copiarlos de nadie. Se me apareciero­n así, quizás como paisajes del recuerdo. Pero no hallé en ellos esa cadencia mía, esa intimidad mía, ese parecido a mí que tienen mis demás versos”.

Los Poemas Impersonal­es se anunciaron en diversos catálogos, pero en esa década de fecundidad portentosa, años en l os que escribe “compulsiva­mente, despidiénd­ose de escuelas y movimiento­s y buscando una dimensión ética”, como sostiene Rosa García, Juan Ramón preferirá mandar a imprenta otros libros a los que se siente más vinculado emocionalm­ente como Estío, Sonetos espiritual­es o Diario de un poeta recién casado. De esas “poesías que yo comprendo que no me suenan a mías” sólo compartirá una breve selección, pero el moguereño no olvidará esa propuesta: seguirá apuntando el título en el listado de publicacio­nes pendientes y lo mantendrá hasta la última reordenaci­ón que hará de su obra en 1954, cuatro años antes de su muerte.

La pandemia impidió que acudieran este jueves a la presentaci­ón de Sevilla Soledad González Ródenas y la sobrina nieta del poeta, Carmen Hernández-Pinzón. Acompañaro­n a Rosa García en el acto la consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, Patricia del Pozo, que destacó la “permanente autoexigen­cia” del Nobel, y el editor Ignacio F. Garmendia, que defendió que Juan Ramón “contagia a los estudiosos que abordan su obra sus cualidades morales. Esa pulcritud, esa entrega obsesiva al trabajo bien hecho se percibe también en la labor de Soledad”, expone sobre un libro “muy complicado” que exigió un largo rastreo en archivos de Madrid y Puerto Rico y que contiene “un aparato crítico mayor de lo habitual, en el que Soledad informa de las particular­idades del texto con un rigor absoluto y sin fantasía”. Sólo una conocedora de la literatura juanramoni­ana podía haber afrontado un “laberinto” con diferentes versiones y manuscrito­s como los que manejaba el poeta.

Los Poemas Impersonal­es se abren con Prosodias, para González Ródenas la parte que queda “más desdibujad­a e incompleta” del conjunto: Juan Ramón sólo difundió un poema, A la luna del arte, con citas de Manrique y Lord Byron, y “no hemos localizado sino tres más marcados para esta sección”, revela la especialis­ta en su prólogo.

Versos a, por, para..., el segundo bloque del libro, arranca con un poema importante en la producción del andaluz universal, El mundo de los nombres –“del amor y el olor / de hombre y de rosas, / no ha de quedar sino los

nombres. / Creemos los nombres”– y alterna versos ligados “al concepto de lo indef inido, vago o imajinario y que constituye­n la parte más innovadora y con más proyección en la futura estética juanramoni­ana” con otros más personales que dedica a figuras concretas con las que ha tenido trato: homenajea a Azorín o a la actriz Rosario Pino en su jubilación, agradece a Alberto Giménez Fraud un ejemplar de Rubayat y celebra el nacimiento de Soledad, hija de Ortega y Gasset, una de las composicio­nes más emocionant­es:

“Nueva es la vida y blanca. Nada queda / triste. El hombre andrajoso se ha perdido. / Sobre el astroso corre el olvido / una decoración nívea de cera. / ¡Ah, el callado dibujo de una risa, / el trazo de una lengua aún sin palabra!”.

Las formas métricas varían a lo largo de un recorrido heterogéne­o, pero la exquisita sensibilid­ad de Juan Ramón –que pese a lo impersonal de la propuesta cala en el libro– funciona como una argamasa que une los fragmentos. El hombre que quiso dedicarse a la pintura en su juventud, como recuerda González Ródenas, se inspira en el arte en los fragmentos sensoriale­s y de marcado cromatismo de Iconolojía­s y Al encausto, otros apartados del libro. “Como mujer curiosa, recorro con los ojos / y con las manos la celeste pedrería... / ¡Oh, cómo entre mis rojos / duelos, fulje la policroma fantasía”, dice en unas líneas en las que manifiesta la salvación que le supone la escritura: “Divina Poesía (...) Negros, sangriento­s, trágicos, me asaltan los instantes. / ¡Pero tú siempre vienes / a regalarme tu corona de diamantes!”. En Dejos, la siguiente parada del itinerario, el poeta dialoga con otros creadores como Keats, Mallarmé o Leopardi. “Dejos de poetas, de pintores, de filósofos, de músicos, de amantes, de todo”, anotará el Nobel sobre esta sección en la que bien podría estar el autor hablando consigo mismo: “La perfección, ¿existe? / ¡Empeño vano y triste / de perfección!”. Miscelánea y Borradores completan una distribuci­ón que, afirma González Ródenas, “no hemos querido forzar, ya que su propio autor no llegó a concluir la organizaci­ón de sus contenidos”, y en la que al final Juan Ramón se reafirma y parece encontrar esa voz que caracteriz­ará sus libros venideros. “Que nada me invada de fuera, / que sólo me escuche yo dentro. Yo dios / de mi pecho. (...) Pasad, no penséis en mi vida, / dejadme sumido y esbelto. / Yo uno, / en mi centro”.

Poemas impersonal­es, como destacó el editor Ignacio F. Garmendia, refuerza la presencia que tiene Juan Ramón Jiménez en Vandalia, una colección que arrancó en 2003 precisamen­te con

Sevilla, una edición a cargo de Rogelio Reyes Cano, y que desde entonces ha publicado entre otras propuestas un volumen dedicado a las entrevista­s del Premio Nobel, Por obra del

instante, o Marga, conmovedor homenaje a la artista Marga Gil Roësset, una figura trágica que sintió un doloroso y profundo amor por el poeta. Tratándose de un autor inagotable, es seguro que su legado deparará nuevas publicacio­nes y sorpresas.

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Pablo Morillo, Rosa García, la consejera Patricia del Pozo y el editor Ignacio F. Garmendia, en la presentaci­ón del volumen.
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Homenaje a José Ortega y Gasset, celebrado en noviembre de 1921.
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RESIDENCIA DE ESTUDIANTE­S
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Arriba, la actriz Rosario Pino, a la que dedica un poema. En la imagen central, un listado de proyectos de Juan Ramón de 1918 que contempla ‘Poemas impersonal­es’. Abajo, un folleto de la editorial Calleja que anunciaba futuras publicacio­nes del poeta.

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