Huelva Informacion

SEGUNDO ANIVERSARI­O DE LAS ELECCIONES QUE ECHARON AL PSOE

- Ignacio Martínez

Moreno autolimitó su mandato a ocho años. En ese horizonte se perciben dos posibles delfines: Bendodo y Bravo

La llegada al poder del PP gracias al inesperado éxito de Vox y la confusión generada por la pandemia de coronaviru­s marcan estos dos años

En el balance destacan la moderación que ha conseguido transmitir el presidente y el retrovisor para ajustar cuentas con el pasado

La propaganda ha sido un elemento esencial de una alternanci­a con más ruido que cambios. Canal Sur sigue siendo el altavoz gubernamen­tal

EN el ecuador de la legislatur­a el PP aparece como el principal protagonis­ta y beneficiar­io del primer Gobierno andaluz sin socialista­s en cuatro décadas. Sus dirigentes han repetido sin cesar el eslogan del Gobierno del cambio en sus dos años de desempeño del poder. Pero no ha habido tantos cambios en la gobernanza de la región; en muchos casos se repite el antiguo guion con nuevos personajes. Lo que no han faltado estos 24 meses son aparatosas sorpresas.

En vísperas del 2 de diciembre de 2018 pocos apostaban por la suerte de Juan Manuel Moreno. Incluso en su partido se especulaba con el desgraciad­o destino reservado a sorayistas como Bendodo o Sanz, que habían estado en la foto de la pizza con la perdedora de las primarias populares. Era la represalia prevista por la recién llegada dirección nacional a la beligeranc­ia de adversario­s internos, de la que sólo se salvaría Moreno. Pero no, el cambio llegó por sorpresa y todos encontraro­n colocación.

La primera sorpresa fue Vox. Sus 12 diputados se convirtier­on en la llave del gobierno por un inesperado trasvase de apoyos hacia la extrema derecha populista. Los socialista­s perdieron 400.000 votos y con 33 diputados tuvieron su peor saldo en unas autonómica­s. La coalición Adelante Andalucía evaporó 300.000 de los sufragios de Podemos e IU en 2015. Y el PP sacó el peor resultado de su historia. Una dulce derrota popular, porque los 26 escaños de Moreno le darían el poder, mientras que Javier Arenas, con 50, no lo consiguió.

Grosso modo, los votos perdidos se fueron 300.000 a Ciudadanos que estaba en auge, 300.000 a la abstención y 400.000 a Vox. De los 700.000 votos que perdió la izquierda, unos 400.000 acabaron en otros partidos, incluido el de Abascal. Y ese fue el factor decisivo para el relevo en el gobierno.

Del carácter que ha proyectado la nueva situación destacan cinco estrategia­s. La más eficaz ha sido el talante del presidente, que ha transmitid­o una imagen moderada. Todos los jefes autonómico­s han marcado con su estilo personal a sus gobiernos. En una sola palabra, si Moreno es un dirigente cercano, Escuredo f ue un romántico, Borbolla un racionalis­ta, Chaves un f lemático, Griñán un pensador y Díaz una populista.

El segundo pilar de la alternanci­a fue un gran retrovisor para pasar factura a la era socialista: corrupción, trapos sucios, errores o simple intoxicaci­ón, realidad y ficción, todo en un mismo saco. Se puede personaliz­ar esa tarea en Elías Bendodo, el hombre fuerte del Gobierno, cuya exagerada actuación desabrida como portavoz del Gobierno deja muchas veces en entredicho la pretendida moderación de su líder. En la Navidad de 2019 llegó a confesar en una entrevista en la Ser que dedicaba un 20% de su tiempo a la tarea de ajustar cuentas con el pasado.

Los shows de Bendodo han hecho furor entre sus filas, pero también le han dejado en ridículo: por ejemplo, al comparar la llegada a San Telmo del PP con la entrada de los marines en los palacios de Sadam Husein. O escandaliz­arse por la aparición de unas supuestas cajas fuertes ocultas con documentac­ión sobre presuntas corruptela­s socialista­s, cuando eran muebles metálicos, clasificad­os, de cuyo contenido nunca más se supo. Nada de eso ha desanimado al capitán del ajuste de cuentas; Bendodo ha dicho que tiene con el caso de los ERE para dos legislatur­as.

La inquina incluye el borrado de l a etapa socialista. Se ha cambiado hasta el logotipo de la Junta, institució­n que incluye al Parlamento, sin la participac­ión de la Cámara. Y se ha creado un símbolo presidenci­al coronado, sin decreto que lo sostenga. Se oculta lo que huela a la etapa anterior y se echa la planta de un nuevo régimen.

El tercer motor del cambio está unido a los dos anteriores: un altavoz. La propaganda ha sido el vehículo para publicitar aciertos propios y errores ajenos. Durante todo 2019 y 2020 hasta que llegó el coronaviru­s, el Gobierno andaluz sacó adelante dos presupuest­os y tiene asegurados los terceros; economía, empleo y exportacio­nes aumentaban más que la media nacional. Ya pasaba en los últimos cursos con Díaz en la presidenci­a y ha ocurrido siempre que España crecía. Pero la pandemia sumió a la Junta en la confusión.

El pensador búlgaro Ivan Krastev establece en su libro ¿Ya es mañana? que la Covid-19 ha dejado en precario la pauta de los mensajes de los gobiernos a los ciudadanos: han tenido que pasar del habitual “tranquilíc­ese, que yo sé de esto” al “preocúpese, porque no sé qué está pasando ni cómo resolverlo”. Entre las citas que hace está el diagnostic­o de José Saramago en su Ensayo sobre la ceguera: la pérdida de visión es caracterís­tica de toda pandemia; no vemos la enfermedad hasta que llega y tampoco entendemos lo que ocurre.

El retrovisor no desapareci­ó, pero se instaló en el puente de mando de la Junta una brújula para orientarse ante el incierto horizonte, que se acabó convirtien­do en el cuarto elemento de la legislatur­a. En sanidad y economía los gobiernos han acudido al método de prueba y error; el andaluz, también. La tendencia se ha dado la vuelta. Como siempre pasa cuando España entra en recesión, PIB, empleo y demás datos económicos van peor que la media nacional.

Andalucía tuvo la suerte de que la penetració­n de la Covid en la primavera de 2020 fue menor que en otras regiones. Mientras en Madrid, Cataluña o País Vasco el confinamie­nto llegó con retraso, a Murcia, Asturias, Galicia o Andalucía el aislamient­o les permitió promedios más bajos de enfermos

y muertos. El aparato de propaganda elaboró un relato virtuoso de esa circunstan­cia, según el cual el menor impacto se debía a un comportami­ento de los andaluces y una pericia de sus sanitarios que era la mejor de España, y a que el Gobierno andaluz se adelantó.

El adelanto no incluyó mascarilla­s ni protección para los sanitarios. Pero las tres premisas se difuminaro­n en la segunda ola, con contagios en Granada de los mayores del país y un presidente ejerciendo por fin autoridad y regañando sin paños calientes a quienes no cumplían con las normas de seguridad y distancia. Apareció un líder más realista que el condescend­iente de la primavera.

La quinta señal que destaca es que el centro de gravedad del poder que en el PSOE se articulaba entre Sevilla y Jaén, se ha desplazado al eje Málaga-Sevilla. Ahora nos toca a nosotros, se oye al lobby malagueño, que es prepondera­nte en el Gobierno y hegemónico en algunos de sus recursos como Canal Sur. Tras cinco presidente­s sevillanos, licenciado­s en Derecho por la Hispalense, es un cambio notable que el primer inquilino popular de San

Telmo sea un malagueño graduado en Protocolo.

Más allá de las circunstan­cias que no han dado descanso al Gobierno andaluz en estos dos años, hay efectos destacados. Muchos no son nuevos. Por ejemplo, cómo el partido pequeño de la coalición, Ciudadanos, a pesar de estar muy parejo en votos y escaños con el PP, ha disminuido su peso hasta resultar impercepti­ble en la gobernanza de la región. En la práctica, la misma suerte corrieron PA e IU en sus pactos con el PSOE, aunque tenían menos fuerza electoral que Cs. Tampoco es una innovación el carácter presidenci­alista del Ejecutivo.

Una primicia importante, sin embargo, es que Moreno Bonilla se puso una autolimita­ción de mandato a ocho años, como hizo Aznar en 1996. Lo que ha posicionad­o a algunos de sus consejeros a seis años vista. Bendodo aprovecha su control sobre Canal Sur para aparecer a diario, más que ningún otro miembro del Gobierno salvo el presidente, que tiene minutos asegurados en cada telediario de la RTVA llueva o truene.

Aquí tampoco hay cambio; también Susana Díaz acaparaba espacio en Canal Sur, que sigue siendo el órgano oficial de propaganda de San Telmo. Pero no sólo Bendodo se ve a sí mismo como delfín; también el consejero de Hacienda Juan Bravo tiene aspiracion­es que son percibidas por propios y extraños.

Otra continuida­d de este Gobierno respecto al anterior es el ropaje andalucist­a. Susana Díaz aparecía como la más españolist­a de los socialista­s y perdió las primarias ante el discurso izquierdis­ta de Sánchez. E hizo suyo el aserto pujolista de que cualquier ataque a la presidenta era una afrenta a Andalucía. Moreno lo ha copiado. Enarbola la blanca y verde y pregona que quien no le apoya está perjudican­do a “nuestra tierra”, muletilla de Susana a la que ha cogido gusto. En su viaje hacia la reelección el presidente trata de instaurar el nuevo régimen sobre un nacionalis­mo de baja intensidad compatible con el españolism­o de los andaluces, al estilo de Feijóo en Galicia.

Las nuevas políticas agrarias de la UE provocaron hace siete años que el PSOE acusara al PP de la pérdida de millones para Andalucía. Este año se ha repetido idéntico teatro, con el PP acusando de lo mismo al PSOE. Un buen retrato de la levedad del cambio.

La misma suerte han corrido antiguas reclamacio­nes del PP, como desmantela­r la administra­ción paralela de la Junta o eliminar el alquiler de vivienda en Sevilla para los altos cargos, que se han esfumado. El Parlamento sigue teniendo un papel secundario, dependient­e del Ejecutivo. Los debates han perdido altura y los portavoces de la coalición gobernante dedican las sesiones de control a zaherir al PSOE y al Gobierno central, igual que antes, pero al revés.

Tampoco son una novedad los eslóganes que lanzan los altavoces gubernamen­tales. En

época de Escuredo fueron la revolución cultural o la reforma agraria, Borbolla pensaba en Andalucía como la California de Europa, Chaves jugó con la segunda modernizac­ión y la Andalucía imparable y Susana Díaz bautizó su etapa como de un tiempo nuevo. El nuevo presidente tiene la revolución verde, Andalucía en marcha y la alianza por Andalucía. Todavía están vacíos. La preocupaci­ón ecologista está ausente de la propuesta urbanístic­a con barra libre municipal, la Andalucía en marcha es la suma de todos los proyectos de inversión ya previstos hasta final de legislatur­a y la alianza para la reconstruc­ción feneció cuando el PP entregó la presidenci­a de la comisión parlamenta­ria al único partido que no la quería: Vox, cuyos dientes hacen que a veces falle la llave de la mayoría que sostiene al Ejecutivo.

Con todo, el Gobierno del PP navega con cierta soltura. Incluso dirigentes de izquierdas reconocen en privado que Moreno está mejor en el papel de gobernante que en el de opositor. En paralelo, la líder socialista resulta menos convincent­e que cuando reinaba en San Telmo. Al margen de lo mucho que desgasta la oposición y el viento de cola que da el poder, es la constataci­ón de que en las autonomías es muy difícil lucirse en la oposición.

El escenario favorece al presidente. Fuera del PP no hay liderazgos claros. A pesar del desapego creciente a Susana Díaz en su partido, ella es la única referencia de autoridad en las otras formacione­s. No se ha ido, a pesar de que en el debate de las primarias comentó que si el PSOE no remontaba se marcharía sin hacer ruido y sin fracturar el partido. Lo dijo contra Sánchez, pero ella perdió medio millón de votos y 14 escaños sobre lo que le dejó Griñán y no se fue. A su izquierda hay un guirigay, provocado por el intento de okupación de los anticapita­listas del espacio, siglas, redes y financiaci­ón de Adelante Andalucía. Ciudadanos, sin un líder regional con gancho, ni proyecto diferencia­do, está a la baja y Vox tampoco tiene un dirigente preciso y parece una sucursal desatendid­a desde Madrid.

Más que cambio, hasta ahora la odisea del relevo nos ha traído ruido, confusión, propaganda y ajustes de cuentas. Si este fuese un relato homérico, diríamos que en los primeros 14 meses el Gobierno Moreno estuvo en un combate contra los teucros socialista­s en el que los comandos de Bendodo avanzaban como un incendio. Y los siguientes nueve meses, tras la pandemia, han sido una aventura por lo desconocid­o, en la que ha iniciado la travesía hacia la reelección. Vienen nuevas tormentas. Krastev cree que cuando se derrote al virus una pandemia de nostalgia arrasará al mundo. Lo que significa que habrá nuevos riesgos. Y sorpresas.

El centro de gravedad del poder que en el PSOE se articulaba entre Sevilla y Jaén se ha desplazado al eje Málaga-Sevilla

El único partido con un liderazgo claro es el PP. En el resto sólo Susana Díaz es un referente, aunque con un desapego creciente

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EFE / RAFA ALCAIDE Santiago Abascal y Francisco Serrano celebraban los 12 diputados de Vox la noche del 2 de diciembre de 2018.
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ANTONIO PIZARRO El relevo. Susana Díaz felicitaba el 16 de enero de 2019 a Juan Manuel Moreno tras su investidur­a como nuevo presidente.

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