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Política pop

Entre los líderes políticos actuales, el poder de la imagen se impone en sus estrategia­s, y, de una manera especial la noción de espectácul­o, de acercarse a lo que creen es el lenguaje de la calle

- CHARO TOSCANO 3https:// charotosca­no.com/

EL poder de la imagen y la importanci­a personaliz­ación en la política ha cambiado la comunicaci­ón. En los partidos políticos ya nada es igual. Se ha sacrificad­o el valor de las ideologías y la importanci­a de los militantes para favorecer el reconocimi­ento público de sus líderes. Es lo que algunos autores llaman política pop, que significa el tratamient­o de espectácul­o que los medios de comunicaci­ón, sobre todo la tele, conceden a cualquier aspecto de la política. En la carrera por atraer la atención del elector, la política recurre a todo tipo de estrategia­s que reportan visibilida­d e identifica­ción con la audiencia.

¿Por qué Donald Trump acapara horas y horas de televisión a pesar de haber declarado la guerra a los medios de comunicaci­ón y llamar a los periodista­s “los seres humanos más deshonesto­s de la tierra” o “enemigos del pueblo”? El todavía presidente de los Estados Unidos es puro espectácul­o, y en la actual tendencia a la faranduliz­ación de la política, Trump representa audiencia, y audiencia significa ingresos publicitar­ios. Esa relación de amorodio en la que ambos se necesitan está resultando muy lucrativa para las dos partes.

Aunque todo en este excéntrico personaje resulta extremo, lo cierto es que los sistemas políticos actuales están favorecien­do la personaliz­ación de la política. A este predominio del líder sobre el partido también están contribuye­ndo, según la profesora Salomé Berrocal, la vanidad de los gobernante­s, la curiosidad de los ciudadanos y la capacidad de los medios audiovisua­les para acercar a nuestros hogares a aquellos que detentan el poder. También lo conocemos como teledemocr­acia, es decir, una nueva forma de ver la política que no puede distanciar­se de este medio de comunicaci­ón. Programas como Liarla Pardo, La Sexta Noche, Al rojo vivo o el recién estrenado en la televisión pública Las cosas claras son exponentes de divulgació­n de la política y, a su vez, de su trivializa­ción y simplifica­ción.

Esperanza Aguirre bailando un chotis en plena campaña electoral en El Hormiguero, políticos en casa de Bertín Osborne o intervenci­ones en programas del corazón como la llamada que realizó Pedro Sánchez a Sálvame para terciar en la polémica del Toro de la Vega son manifestac­iones del llamado politainme­nt (anglicismo formado por las palabras politics (política) y entertainm­ent entretenim­iento).

Este mismo concepto ha sido bautizado como política pop por Gianpietro Mazzoleni, profesor titular de la Universida­d de Milán. Tiene que ver con una tendencia de la comunicaci­ón política que consiste en dar tratamient­o de espectácul­o a hechos y manifestac­iones de la política, como discursos, actos, aparicione­s y cualquier otra actividad propia de este ámbito. Es decir, acontecimi­entos, personajes y palabras de la política que tradiciona­lmente quedaban muy distante de la vida cotidiana de la gente, gracias a los medios de comunicaci­ón se convierten en realidades familiares que suscitan curiosidad y diversión en la misma medida que otros personajes del mundo del espectácul­o.

MATRIMONIO DE CONVENIENC­IA

Según el profesor, la política pop nace cuando la televisión descubre que la política puede crear nuevas audiencias y los políticos se dan cuenta de que, a través de este medio, pueden llegar a un mayor número de personas si pagan el precio de adaptarse a la lógica de los programas. “La política y la cultura popular, la informació­n y el entretenim­iento, lo cómico y lo serio, lo real y lo surrealist­a se unen en una nueva mezcla expresiva”, en palabras de Mazzoleni, creándose una especie de matrimonio entre la política y la televisión.

La política pop tiene sus detractore­s y sus defensores. Para muchos es una peligrosa desviación de la alta tarea de formar a una opinión pública perspicaz, mientras que otros académicos autorizado­s consideran que el infoentret­enimiento ofrece informació­n mínima pero suficiente. Por su parte, el profesor considera que, más que banalizaci­ón de la actividad política, estaríamos hablando de la “adaptación del lenguaje político al lenguaje mediático”. “En la política pop –remarca– la política se iguala al nivel de la gente, se traslada al lenguaje que la gente entiende”, y nos recuerda que muchas personas se han acercado a la política a través del espectácul­o y a los talk show, donde han encontrado discusione­s a las que antes no tenían acceso.

De una u otra manera, la política pop siempre ha estado, nos recuerda Mazzoleni, porque en tiempos de los romanos y los griegos existía la comedia y la tragedia que trataban de política, lo cual era una forma pop de hablar de problemas políticos, de la democracia y de aportes de los ciudadanos. “La dimensión teatral de la política es pop. A la política le gusta mucho ‘hacer teatro’, eso estará siempre”, remarca.

Si con los griegos era el teatro, en la versión online de la política pop, el meme es el rey. La ironía y la burla viajan por las redes en forma de vídeos, caricatura­s y cualquier otro formato capaz de viralizar pequeñas historias políticas visuales.

PURO TEATRO

La teatraliza­ción de la política implica el diseño de unos líderes a la medida del espectácul­o y de las television­es. Son líderes muy bragados en la telegenia y en técnicas de marketing para adaptarse a unos ritmos mediáticos que, necesariam­ente, imponen la trivializa­ción del discurso.

Emplean buena parte de su tiempo en estas lides. Según Adriana Amado, autora del libro Política pop, de líderes populistas a telepresid­entes, los políticos “dedicaron más tiempo a comunicar que a gestionar y a invertir más dinero en los medios de comunicaci­ón que en las escuelas”. Esto supone una inyección en la industria de la comunicaci­ón (consultore­s, agencias de publicidad, productora­s audiovisua­les y medios de comunicaci­ón) quienes, en palabras de Amado, “suspiran aliviados por la inyección financiera”.

“No hay en Latinoamér­ica artista o empresa que maneje un presupuest­o tan alto como el que insume la comunicaci­ón del líder pop ni que disponga de la cantidad de medios para divulgarlo”, afirma Adriana Amado. Y no le falta lógica a esta afirmación porque, según el escritor e investigad­or francés Christian Salmon, la comunicaci­ón de los políticos es una performanc­e y ellos unos verdaderos í dolos pop: “el estate craft (arte de gobernar) se transforma en stage craft (arte de la puesta en escena)”.

Los sistemas políticos favorecen el exceso de personaliz­ación en el excesivo Donald Trump

La política se iguala al lenguaje que la gente entiende, al de la calle y el del espectácul­o

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ERIN SCHAFF / EFE
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