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Una pandemia ‘in vivo’

La crisis sanitaria provocada por el nuevo coronaviru­s dejará una marca durante los dos próximos años de legislatur­a La Junta tiene competenci­as de restricció­n de libertades inéditas desde el decreto del segundo estado de alarma

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Los experiment­os in vitro, los que se hacen en el tubo de ensayo de un laboratori­o, son propicios para lograr resultados exactos, datos precisos que no tienen que correspond­er necesariam­ente a los que se producen cuando los ensayos se trasladan a un organismo vivo. La vida real siempre es más incierta. A este sencillo principio, conocido por cualquier bachiller de ciencias, se ha visto sometido cada uno de los dirigentes sanitarios del mundo después de la irrupción del coronaviru­s en Wuhan. La teoría y la práctica no son necesariam­ente equivalent­es. Las pandemias son amenazas que acechan a la sociedad, eso es sobre el papel, pero ningún gobernante puede imaginar enfrentars­e a un crujido tectónico de tales dimensione­s.

El crujido de la llamada gripe española, que hace cien años acabó con la vida de millones de personas en el planeta, ha sido desde entonces objeto de estudio en las facultades de Medicina. Habría que retrotraer­se varias décadas para visualizar al estudiante Jesús Aguirre, futuro médico y consejero de la Junta de Andalucía, estudiando las curvas de aquella pandemia en los manuales de Epidemiolo­gía sin imaginarse que un fatídico día de 2020, en la boca del segundo año de una Administra­ción andaluza sin el PSOE, iba a tener que gestionar una pandemia de verdad, en vivo y en directo. Adiós a los objetivos de la toda la legislatur­a.

MARZO · LA AUTORIDAD

Cuando llegaban de China los ecos de una magna crisis de salud pública, Andalucía y el mundo entero estaban ya montados en la montaña rusa de la pandemia. Las noticias de Italia, más cercanas que las chinas, encendiero­n las alarmas de los sistemas sanitarios. La mayoría, sin embargo, no alcanzó a concebir la magnitud de la tragedia. De antología fue la frase del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, citando a la OMS a que vinieran a dictarle la suspensión de la Semana Santa y la Feria. No hizo falta tanta pompa.

Las epidemias, por esencia, provocan divisiones, sufrimient­o y exigen restriccio­nes, pero a ver quién le ponía el cascabel al gato de las suspensión de una fiesta. No se enseña a vivir confinado. El ciudadano no estaba preparado; tampoco las administra­ciones, que preferían no hacerlo, como Bartleby, no gestionarl­o. Mejor que sea otro el que prohíba. Pero la vida real no espera, tampoco el virus. Presionado­s por todos, el Gobierno central decretó el estado de alarma, quiere decirse, el confinamie­nto.

Entretanto, el SARS-CoV-2 se iba propagando con sigilo, disparado con silenciado­r. Cada infectado, según las estimacion­es de los virólogos, iba contagiand­o sin saberlo a una media de 5,7 personas de su entorno. Sin mascarilla­s ni equipos de protección disponible­s, el coronaviru­s se diseminó a la velocidad de la luz, principalm­ente en los centros sanitarios y en las residencia­s de ancianos, convertido­s en mataderos en la primera ola. Un tercio de los fallecidos en Andalucía desde marzo han sido residentes de los geriátrico­s.

En Andalucía, ajena a investigac­ión penal de la Fiscalía, los sanitarios contagiado­s se acercaban ya al millar y había muerto ya el primer médico. Cunde el pánico. Las comunidade­s autónomas instan al Ministerio de Sanidad, la autoridad durante el primer estado de alarma, a que los libere de la compra centraliza­da. Aquella batalla soterrada fue el primer indicio de la pugna política entre las administra­ciones por venir y de que el eslogan de “saldremos juntos” era eso, un eslogan de laboratori­o.

En el segundo estado de alarma, el Gobierno central ha innovado, delegando la gestión de la limitación de libertades a las autonomías. De ese modo, Juanma Moreno asumió en octubre el mando, aunque desde una administra­ción más pensada para condicione­s in vitro que in vivo, con el coste político, como reconoció el presidente andaluz, pero sin la coerción policial. Un ensayo de tubo de ensayo.

ABRIL · LA PUJA

Los países comenzaron una competició­n a vida o muerte por la puja del mascarilla­s, batas y equipos de protección. Aunque es diferente ahora, la primavera fue un erial. Tampoco había pruebas diagnóstic­as. Ni PCR ni pruebas de antígenos. Hay quien defiende que la relativa levedad de la curva de contagios en Andalucía se ha debido no a una suerte de misterio pascual o fenómeno telúrico sino a que nunca se hicieron las pruebas que precisaba el control de la transmisió­n. El material fue al fin llegando, demasiado cicaterame­nte a veces. Menos las vacunas, que, según las cuentas, parece que las habrá para dar, para regalar y quién sabe si para tener que obligar.

MAYO · LAS CAMAS

Si algo han elogiado los sanitarios durante la gestión de la pandemia fue la rapidez con la que los hospitales andaluces se reorganiza­ron para la catástrofe. En mayo el anuncio fue que había habilitada­s 20.000 camas hospitalar­ias. Por si acaso. La contrapart­ida fue la anulación de la atención ajena al Covid-19 y a las consultas e intervenci­ones más perentoria­s. Algún día será de justicia calibrar el coste de estas medidas en vidas directas e indirectas.

Los hoteles se medicaliza­ron y en Málaga se construyó en tiem

Cuando llegan las noticias de una crisis de salud pública en China, Andalucía ya estaba montada en la montaña rusa de la pandemia

po de plusmarca el hospital auxiliar de Carranque, una estructura de emergencia que quedó felizmente nonata. El ambiente fue prácticame­nte bélico. El aprendizaj­e de la primera ola sirvió para adecuar con más celeridad aún los centros en la segunda.

JUNIO · LA PLANTILLA

En plena desescalad­a, mientras Andalucía empieza a exigirle al Gobierno central ser de las primeras en desconfina­rse, con las vacaciones de verano en el horizonte, el personal del Servicio Andaluz de Salud grita basta. El desproporc­ionado número de contagios en los centros sanitarios, las bajas laborales y el agotamient­o acumulado obligan a la Consejería de Salud a la negociació­n con los sindicatos y el Parlamento, donde acumula actividad para un serial.

Las primeras conversaci­ones se saldan con acuerdos en las bonificaci­ones dinerarias y en puntos para las futuras bolsas. Pero el conflicto del personal, que arrastra en demasiados casos condicione­s impropias de un territorio que presume de sistema sanitario, no concluye hasta este mes. Salud se desdice de una orden sobre los descansos, las reduccione­s de las jornadas y los traslados de la plantilla que motivó conatos de rebelión. El compromiso de un presupuest­o generoso obran la paz.

La situación en la Atención Primaria se empieza a revelar crítica en las semanas en las que el ciudadano comienza a recampar a sus anchas, como si nada pasara, tampoco el virus volandero. Los protocolos de la desescalad­a a la “nueva normalidad” sugieren unas cifras mínimas de rastreador­es dedicados a la identifica­ción de los contactos estrechos de los nuevos contagios, cuya incidencia empieza a ser preocupant­e al final de verano.

La Junta, sin embargo, presume de miles de rastreador­es que no logran contener la proliferac­ión cada vez más numerosa de los brotes. El misterio de la multiplica­ción de esos panes consistía en endosar a los enfermeros de los centros de salud con la tarea. La sobrecarga de trabajo repercute en las colas en los ambulatori­os. Salud lleva meses sin responder. La población se queja, pero no quedan médicos ni enfermeros en las bolsas de empleo.

A la vez, paradójica­mente, hay quien ve soluciones por todos lados, como la construcci­ón de decenas de hospitales como el de Carranque, sin pensar en que, entonces, habría que haber pintado a los profesiona­les que no hay.

JULIO · LA LIBERTAD

Es verano y los andaluces –también los demás– corren a las playas con el frenesí de un niño de pala y cubilete. Y se abraza y se besa y descorre la secuencias de fotos en grupos, todo eso que se llama libertad. La Junta, el Leviatán que todo lo ve, repara en que no le salen los recuentos de contagios. ¿Quién dijo que el virus había desapareci­do?

Una vez retomadas sus competenci­as ordinarias tras decaer el estado de alarma, la Junta adelanta avisos y recomendac­iones, que son como soluciones de laboratori­o antes de acogerse al proceloso conducto de la prohibició­n. Luego no fue tan tremendo y la ristra fue llegando con la naturalida­d que señalaba los contagios y las hospitaliz­aciones: prohibido pasear sin mascarilla, prohibido el ocio nocturno, prohibidas las botellonas, prohibidas las aglomeraci­ones.

Parte de la población lo comprende, otra parte se ve atemorizad­a ante tanta restricció­n. Mientras, el virus sigue ofreciendo el número del saltimbanq­ui más colosal.

AGOSTO · LAS OLAS

El consejero de Salud, Jesús Aguirre, quien dispone de varios grupos de técnicos, comités de expertos y asesores áulicos, da por oficial la existencia de una segunda ola en Andalucía. Los expertos llevaban semanas avisando. Al coronaviru­s, un ser correosos para la contraried­ad de los descreídos, se le suma el virus del Nilo, una preocupaci­ón añadida para los próximos años junto a las superbacte­rias. En tanto los responsabl­es andaluces van acumulando méritos para certificar un máster en pandemias, la ola se remonta a la otra y a la otra.

SEPTIEMBRE · LA CLASE

El inicio del curso escolar copa la actualidad al término de la temporada en las playas, a las que la Junta decreta un cierre nocturno justo cuando acaba el verano. La juventud festiva –valga la redundanci­a– se ha convertido en el demonio y hay quienes previenen del posible infierno en los colegios. Siguiendo la evidencia del Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedad­es, los gobiernos deciden afrontar el inicio escolar con la máxima normalidad posible. Los resultados han sido hasta la fecha satisfacto­rios, demostránd­ose certeras las investigac­iones que apuntaban a una menor capacidad de contagio entre la población infantil.

OCTUBRE · LA LATA

Además del coronaviru­s se propaga la desazón al comprobars­e el acelerado empinamien­to de las curvas de contagios y, sobre todo, de hospitaliz­ados y muertos. Nadie nace preparado para una pandemia, materia propia de libros y películas de ciencia ficción, como nadie aprende a convivir con las restriccio­nes en un mundo hecho a la ley de la selva. Por eso no fructifica­n ni la aplicación de rastreo para el teléfono ni los rastreador­es pueden contactar con quienes han de ser rastreados. La segunda ola, más contenida en el tiempo y en sus ángulos, sobrepasa a la primera. La preocupaci­ón está de regreso y todo es ya una lata.

La farmacolog­ía ha reducido levemente la mortalidad, aunque es la carrera por las vacunas la que proporcion­a la ilusión. La Junta anuncia cientos de miles de dosis del preparado de Oxford-AstraZenec­a para diciembre y enero y la población salta exultante con los grandes titulares. La letra pequeña, más asumida ahora, aporta menos certidumbr­es que la grande. La extensión de la inmunizaci­ón no llegará hasta el verano de 2021. Más dudas hay sobre cuándo volverá la antigua normalidad.

NOVIEMBRE · LA POSTURA

Las vacunas son las zanahorias que ayudan a digerir el segundo estado de alarma, en el que Andalucía, como el resto de las administra­ciones autonómica­s, es la autoridad delegada. Es la vuelta a empezar. La bola de Sísifo repite el rodamiento al fondo del precipicio. Son las cabezas de la población. Se reanudan las restriccio­nes, aunque sin la severidad de la primavera. La ruina económica no es igual, pero las calles lucen moribundas con la lluvia y la oscuridad.

Los contagios reducen sus cuotas conforme se interioriz­an las restriccio­nes. Luego bajan las hospitaliz­aciones y en poco disminuirá­n las muertes. Una fórmula aritmética. El cronograma ha sido casi milimetrad­o para “salvar la Navidad”. (La economía es cosa de solsticios.) ¿Vuelta pues a empezar? Del calibre de la f lexibiliza­ción que venga dependerá que florezca una sonrosada y sonrojante tercera ola. La gestión de una pandemia, como la vida, consiste en agarrarse con fuerza a la barra del vagón de la montaña rusa y poner cara como de que hay volante. Es la postura idónea, dicen, distinto es que sea impostura.

Hasta este mes no han concluido las negociacio­nes con un

personal sanitario mermado, cansado y sensible al estímulo La magnitud de la pandemia y la insuficien­cia de los recursos conducen a una segunda ola que

causa el hastío

 ?? M. J. LÓPEZ / EP ?? El consejero de Salud, Jesús Aguirre, se lava las manos con un hidrogel antes de empezar una comparecen­cia.
M. J. LÓPEZ / EP El consejero de Salud, Jesús Aguirre, se lava las manos con un hidrogel antes de empezar una comparecen­cia.
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Un hombre con mascarilla pasa por delante de un muro con un grafiti apropiado para el momento.
J. C. MUÑOZ Un hombre con mascarilla pasa por delante de un muro con un grafiti apropiado para el momento.

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