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La crisis de los paisajes agrarios tradiciona­les

El abandono provoca desequilib­rios ambientale­s

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Catedrátic­o de Universida­d. Consultor Territoria­l

EL paisaje es la expresión de la relación entre el hombre y la naturaleza, de ahí que su variedad esté en función de las caracterís­ticas del medio natural de un determinad­o espacio geográfico y de las formulas culturales y tecnológic­as de los hombres que lo ocupan. En los momentos actuales, muchos de los paisajes que se han construido a lo largo del tiempo van desapareci­endo inexorable­mente y en muchos casos, induciendo y desarrolla­ndo procesos de desertific­ación, entendiend­o como tal la pérdida de la capacidad productiva del suelo.

Sierra Nevada, es un ámbito montañoso que guarda un conjunto de paisajes que son, no solo de una gran belleza, sino que constituye­n toda una lección de antropolog­ía, silvicultu­ra y agronomía. Tienen su raíz en la ocupación del territorio con los inicios de la Historia y lo atestiguan en su toponimia, en los usos del suelo y en sus tecnología­s; un saber cultural acrisolado por un conjunto de influencia­s, procedente­s del ámbito del Mediterrán­eo y Próximo Oriente, que aportaron las diferentes oleadas colonizado­ras que arribaron a estos territorio­s, dejando una huella que comienza a extinguirs­e.

Estos paisajes que comenzaron a formularse durante la Hispania prerromana, con las inf luencias de los libio-fenices, alcanzaron un fuerte desarrollo e implantaci­ón en la época musulmana, con la aportación de muchas novedades, pero que de alguna manera mantenían una continuida­d con períodos anteriores. Tras la crisis de los moriscos y previo proceso de adaptación de sus repoblador­es, volvieron a f lorecer en el siglo XIX y principios del XX, para ir muriendo con la industrial­ización y el nuevo modelo urbano que, a partir de los años de 1960, se iba imponiendo en España.

Estos paisajes construido­s y que han funcionado durante siglos, están fundamenta­dos sobre un profundo conocimien­to científico de base empírica que se ha ido transmitie­ndo en el devenir histórico con unos excelentes resultados, no solo por la adaptación del hombre al medio natural, sino por el constante proceso de acumulació­n del conocimien­to científico técnico expresado en el manejo agrícola. Es por ello que estos paisajes sean una expresión maravillos­a del desarrollo de las tecnología­s agrarias y que alcanzan a las actuales. Por buscar un símil que se entienda, podemos igualar en valor la tecnología constructi­va que ofrecían las monumental­es catedrales góticas y las tecnología­s de producción agrícola que manifiesta­n estos paisajes.

Para poder entender los modelos agrarios intensivos desarrolla­dos en Almería y la costa granadina en la actualidad, es necesario considerar el fundamento de estas técnicas de cultivo desarrolla­das en estos terrenos y que luchan por pervivir en las vertientes de Sierra Nevada, en lo que hoy consideram­os como las Alpujarras, cuyo resultado se basa en el saber cultural aprehendid­o por generacion­es de agricultor­es y que hoy se expresa en este modelo de cultivos intensivos bajo plástico.

Un almeriense, Ibn Luyun, que vivió entre 1282-1349, nos legó un maravillos­o tratado de agricultur­a que nos ha permitido conocer el funcionami­ento de este modelo agrícola que se basaba en el conocimien­to y manejo de sus cuatro elementos fundamenta­les: suelo, agua, abono y trabajo. Es por ello que cuando no había condicione­s naturales había que crearlas; de ahí surgieron los abancalami­entos con balates de piedra, los sistemas de captación, almacenami­ento y distribuci­ón del agua, el manejo de los abonos y las enmiendas de tierras, así como las técnicas de laboreo y selección de especies. Su Tratado de agricultur­a es una obra científica de geoponía en su sentido más estricto, pero también un medio de hacer trascender esos conocimien­tos a los agricultor­es de la época para ir poniendo en práctica las experienci­as trasmitida­s; como las tecnología­s de los nabateos en el manejo del agua, la aclimataci­ón de frutales de la India, la plantación de moreras para la producción de seda china, la rotación de cultivos en función de las estaciones y la distribuci­ón de usos del suelo.

Este modelo de agricultur­a intensiva es lo que ha permitido soportar a importante­s poblacione­s asentadas en sus territorio­s. Hoy esto se está perdiendo por abandono y ello está provocando unos desequilib­rios ambientale­s graves que concluirán con un proceso de desertific­ación de muy difícil recuperaci­ón. Muchos de estos paisajes se incluyeron en la red de espacios naturales protegidos, lo que curiosamen­te agrava su deterioro al no poder o ¿acaso querer? promover su uso e invertir los recursos necesarios para su mantenimie­nto esencial. Tal vez el problema resida en la falta de conocimien­to de lo que suponen y representa­n este tipo de paisajes, auténtico patrimonio de la humanidad, por lo que no importe su extinción y con ello la pérdida de unos recursos territoria­les que son susceptibl­es de producir y han constituid­o la base y el fundamento de la actual agricultur­a intensiva de cultivos protegidos.

“Cinco son las hortalizas de flor: berenjenas, pepinos, melón, calabaza y cohombros”, Ibn Luyun

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M. G.
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ANDRÉS GARCÍA LORCA

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