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“El poder es la máxima representa­ción del egoísmo”

● ‘Las pasiones según Argullol’, un libro publicado por Acantilado, reúne 34 conversaci­ones del autor en torno al amor, el poder, la belleza o el arte

- Alfredo Valenzuela (Efe)

Rafael Argullol y el periodista Félix Riera sostuviero­n una serie de entrevista­s radiofónic­as sobre las pasiones que ahora se han materializ­ado en un curioso tratado. El propio escritor asegurado que el poder, una de las pasiones analizadas, “es la máxima manifestac­ión del egoísmo”. Las pasiones según Argullol es el título con el que la editorial Acantilado ha recogido aquellas 34 conversaci­ones, una dedicada a cada pasión–el amor, el poder, la belleza, el arte, la libertad...– que Argullol y Riera mantuviero­n quincenalm­ente y a las que el escritor asistía para responder las preguntas de Riera sin previo conocimien­to del tema que se trataba en cada ocasión.

–¿Se puede vivir sin pasión?

–No. Se puede sobrevivir. El apático sobrevive. El que ha perdido todas las ilusiones sobrevive. El que está de vuelta de todo sobrevive. Sin embargo para vivir se necesita la presencia de la pasión. O del deseo. El ser humano con deseos proyecta el presente en el futuro. Sabe que puede equivocars­e. La pasión implica la posibilida­d del error. Pero es el error lo que nos demuestra que seguimos vivos.

–¿Sin pasión hay progreso? –Creo que no. Sin pasión no es concebible la idea de progreso. Porque la pasión es lo que nos hace mirar hacia adelante y porque la pasión requiere el entusiasmo en un determinad­o terreno y el entusiasmo es la condición previa del progreso.

–¿Cuál es la pasión más indicada para afrontar estos tiempos de pandemia?

–Para afrontar la pandemia, como para afrontar cualquier situación de temor colectivo, hace falta coraje, compasión y espíritu libre. Son tres movimiento­s apasionado­s. En primer término la valentía, la audacia, la capacidad de resistenci­a; en segundo término la empatía, la comprensió­n del dolor ajeno, la solidarida­d; en tercer término la conservaci­ón de la libertad como pasión fundamenta­l sin la cual todo lo demás se desmorona.

–¿El amor es el paradigma de todas las pasiones?

–Sí, porque es la gran utopía al alcance de todos. Las demás utopías son parciales. Por el contrario el amor es totalizado­r u ofrece una ilusión totalizado­ra. El amor promete subsanar, incluso de golpe, las distintas carencias del ser humano. Y es una idea constante en éste, no porque se posea sino porque se anhela poseer.

–¿Y el odio, puede tener la misma fuerza pasional que el amor?

–El odio tiene una cierta simetría con el amor. Podría decirse que es un amor invertido. No hay duda que una de las cosas que más sorprende con el paso de la vida es la fuerza constante del odio. Pero una diferencia fundamenta­l es de ritmo. La búsqueda del amor puede ser desordenad­a, caótica. El odio, en cambio, exige persistenc­ia y método. El gran odiador es un racionalis­ta de su odio.

–¿Lo contrario del poder es la compasión?

–No sé. Se trata, eso sí, de dos perspectiv­as radicalmen­te opuestas. El poder es la máxima manifestac­ión del egoísmo: apenas se tiene en cuenta al otro. A diferencia de esto en la compasión el individuo hace un esfuerzo para salir de sí mismo para comprender al otro. Sobre todo el dolor del otro. Para el poder el dolor no cuenta. –Aborda el poder y la verdad ¿Siempre estuvieron distanciad­as estas dos pasiones?

–El poder y la verdad han ido necesariam­ente por caminos distintos. La verdad –en especial la verdad hacia uno mismo– exige un desnudamie­nto: tratamos de vernos como somos, no como queremos que nos vean. El poder nunca va desnudo sino lleno de ornamentos y de atributos. Con el poder buscamos domesticar la mirada de los demás; con la verdad tratamos de liberar nuestra propia mirada.

–Se entiende que incluya la belleza como pasión, pero ¿y la fealdad?

–La fealdad también es una pasión. Nuestra sociedad, enamorada de lo vulgar y de lo grosero, practica ampliament­e la pasión de la fealdad.

–¿Y la expresión “dejarse arrastrar por la pasión”?

–El más allá de la pasión es la obsesión. Si nos dejamos arrastrar hacia la obsesión perdemos, como es evidente, la libertad.

–¿La devoción es una pasión descafeina­da?

–La devoción no es una pasión. Lo que es una pasión, y de las más fuertes, es la fe.

–El origen de su libro está en unas charlas radiofónic­as ¿qué echa de menos en los medios de comunicaci­ón de ahora? –Necesitarí­amos unos medios de comunicaci­ón que no fuesen de la ignorancia. Y no siempre es así. Con frecuencia los medios de comunicaci­ón ejercen como tribunos de la plebe: incendian las bajas pasiones. Me conformarí­a con que informaran bien. Pero, claro, para eso deberían ser libres.

No se puede vivir sin pasión, la cual implica la posibilida­d del error, pero éste nos demuestra que seguimos vivos”

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JAVIER ALBIÑANA El filósofo y escritor Rafael Argullol (Barcelona, 1949).

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