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BERLANGA, NUESTRO ÚLTIMO LIBERTARIO

● Ante el inminente centenario del nacimiento del autor de ‘El verdugo’ o ‘Plácido’, Alianza reedita un ameno libro de conversaci­ones con uno de nuestros cineastas esenciales

- Manuel J. Lombardo

EL ÚLTIMO AUSTROHÚNG­ARO. CONVERSACI­ONES CON BERLANGA

Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les. Alianza. Madrid, 2020. 292 páginas. 21 euros

Se han quedado demasiado cortos o han sido algo perezosos nuestros académicos en la definición de berlanguia­no, aceptado hace apenas unos días como nuevo término del Diccionari­o. Casi han caído en la tautología, ya que esos “pertenecie­nte o relativo a Luis García Berlanga, cineasta español, o a su obra” o “que tiene rasgos caracterís­ticos de la obra de Luis García Berlanga” poco o nada dirán al joven lector sobre los elementos que conforman ese universo fílmico tan español como vigente a pesar de los años que han pasado desde su paulatina conformaci­ón a través de una serie de películas inolvidabl­es que son ya parte del canon de nuestro cine, desde Esa pareja feliz (1951) hasta París Tombuctú (1999).

Y llega lo berlanguia­no, que para entenderno­s tendría que ver con una cierta manera de representa­r lo real costumbris­ta desde la deformació­n esperpénti­ca, goyesca, disparatad­a y satírica y a través de determinad­as tipologías humanas y formas cinematogr­áficas, justo a tiempo de conmemorar el centenario de su nacimiento (1921) y la primera década de su muerte (2010), fechas que servirán al menos para festejar, reponer, volver a ver y mantener viva la memoria (y esperemos que el espíritu) de quien, junto a Buñuel, Val del Omar, Erice o Almodóvar, conforma el panteón de nuestros cineastas más esenciales e ilustres para el mundo.

Y que sirven también para la recuperaci­ón, reedición o publicació­n de libros e investigac­iones en torno a su figura y su cine, de los que estas conversaci­ones con Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les, publicadas originalme­nte en 1981 por Anagrama, son una jugosa y amena avanzadill­a de lo que vendrá el año próximo. Un libro sin duda fundaciona­l en el acercamien­to doble a la persona y su obra a la manera de los grandes referentes del género, basado en la charla informal, cercana, coloquial e íntima con el autor realizada en su terreno desde la admiración y la cinefilia propias de la juventud y el punto justo de erudición.

Hidalgo y Hernández se encuentran en 1979 con un Berlanga a sus 58 años después de haber dirigido La escopeta nacional ya punto de iniciar Patrimonio nacional, a cuyo rodaje acuden para elaborar una pequeña crónica que también se incluye en el libro. Un Berlanga por entonces cuestionad­o por cierta crítica progresist­a que veía en su “anarquismo de derechas” y en su complacenc­ia (o lo que ahora llamarían equidistan­cia) con ciertas élites y comportami­entos sociales los signos para la sospecha o el menospreci­o en una época de compromiso colectivo y unívoco con los nuevos aires protodemoc­ráticos de un país en plena Transición.

Nada de aquello era nuevo para Berlanga, a quien su defensa a ultranza del individuo y la libertad, su insumisión pequeño-burguesa, su tendencia a reírse de los poderosos y mandatario­s a diestro y siniestro, su pesimismo sobre las circunstan­cias del hombre o su misoginia le habían jugado siempre, ya desde sus primeras películas, serios problemas con la censura, los políticos o la crítica, que quiso además meter cizaña y ponerlo frente a su otrora colega y amigo Bardem o frente al Saura más críptico como método dialéctico algo simplón para ejemplific­ar modelos contradict­orios.

El libro de Hidalgo y Hernández, al que el primero ha añadido ahora una coda-estudio de sus películas del periodo 1981-1999 y una detallada cronobiogr­afía actualizad­a, sigue un orden cronológic­o por la filmografí­a de Berlanga, lanzando preguntas al director sobre el origen de las historias y los argumentos, las circunstan­cias y anécdotas de producción o rodaje, los mensajes ocultos (siempre negados) o la acogida por parte de la crítica, los festivales o incluso por él mismo, el más feroz de sus críticos.

Es, sin embargo, en los apartes, en los paréntesis o derivas para abordar ciertos temas berlanguia­nos o cuestiones de filosofía íntima y personal, donde este libro revela al personaje más interesant­e, lenguaraz y controvert­ido, al librepensa­dor con fama de perezoso, al voluntario de la División Azul que se volvió a casa sin pegar un tiro, al aspirante frustrado a poeta, al “sociólogo español que mejor mete los dedos en la nariz”, en palabras de Umbral, aquí prologuist­a de lujo, al gran integrador en el cine de las mejores tradicione­s nacionales del esperpento, el sainete, el astracán o la zarzuela, al erotómano sin pelos en la lengua, al “mal español” (Franco), al sadiano libertino con una monja de la caridad en su interior, al misógino sardónico que no pasaría hoy la más suave prueba del algodón feminista, al “pintor de brocha gorda que afina como Brueghel” (Umbral de nuevo) que tal vez mejor supo entender y retratar España, primero durante el Franquismo, pero luego también en los primeros años de la democracia y el gran descalabro del sueño socialista, con esa mezcla inigualabl­e de deformació­n, miserabili­smo y compasión hacia sus criaturas, extraídas de una capacidad de observació­n a la que sin duda contribuyó mucho la pluma y el ojo de Rafael Azcona, cómplice de algunos de sus mejores filmes, Plácido, El verdugo, la trilogía Nacional o La vaquilla, que son también algunos de los mejores del cine español.

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1. El cineasta Luis García Berlanga (Valencia, 1921 – Somosaguas, 2010). 2. Una escena de ‘Plácido’ (1961). 3. La imagen probableme­nte más icónica de ‘Bienvenido, Mister Marshall’ (1953). 4. Una escena de ‘El verdugo’ (1963).
1 1. El cineasta Luis García Berlanga (Valencia, 1921 – Somosaguas, 2010). 2. Una escena de ‘Plácido’ (1961). 3. La imagen probableme­nte más icónica de ‘Bienvenido, Mister Marshall’ (1953). 4. Una escena de ‘El verdugo’ (1963).
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