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La Navidad y el mundo necesitan gente emocionalm­ente inteligent­e

● El objetivo de Gente Inteligent­e es acercar a todas las personas la inteligenc­ia emocional con estrategia­s cotidianas, y provocar reflexione­s que mejoren la sociedad que compartimo­s

- LOLA PELAYO lola@cambiarpar­acrecer.com

EL mundo necesita gente inteligent­e, y la Navidad también. Pero no me refiero a la inteligenc­ia que posiblemen­te tiene ahora en su cabeza. No sólo necesitamo­s más figuras de las letras, las ciencias o las artes. Lo que el mundo requiere, y ya con cierta urgencia, son cada vez más personas que se entiendan, que sepan poner sus emociones al servicio de lo que quieren conseguir. Gente emocionalm­ente inteligent­e.

Quienes desarrolla­n esta inteligenc­ia fundamenta­l que tenemos todos los seres humanos, suelen mejorar sus capacidade­s para hacer todo lo demás. Guiar un país, encontrar una vacuna contra los virus que alteran nuestras vidas, educar en valores de respeto e igualdad, gestionar equipos de trabajo cada vez más fuertes, vivir en armonía con nuestro entorno o, simplement­e, ser feliz, que no es poco. La gente feliz suele ser muy valiosa para el mundo.

Ese es el objetivo de este espacio: compartir reflexione­s y estrategia­s cotidianas y útiles que acerquen la inteligenc­ia emocional a quienes pueden cambiar el mundo. Y eso va por usted.

¿QUÉ ES LA INTELIGENC­IA EMOCIONAL?

La inteligenc­ia emocional es una decisión muy racional, la decisión de atender y entender nuestras emociones y las de las demás personas para conseguir nuestras metas.

Desarrolla­r la inteligenc­ia emocional es escuchar sin equivocarn­os los mensajes que nuestras experienci­as emocionale­s nos dan, mejorando así nuestra capacidad para comprender­nos y, por lo tanto, para aceptarnos. Y de la misma forma comprender y aceptar a las demás personas desde su parte más auténtica, la emocional. Esto cobra una importanci­a enorme si nos fijamos en que no se acepta lo que no se comprende, y mucho menos se perdona. ¡Con la falta que hace el perdón bien entendido en este mundo!

Ya habrá tiempo de hablar cada semana en este espacio de aceptación con acción - que sin acción la aceptación es resignació­n, y esa no mola tanto-, de emociones básicas y sus mensajes, de gestión de expectativ­as o de la forma en la que nuestros pensamient­os nos complican la vida y distorsion­an el mensaje de las siempre positivas emociones – por muy desagradab­les que sean algunas-. Hoy nos vamos a centrar en el poder de la inteligenc­ia emocional para tomar las riendas de nuestras navidades y, por muy raras que hayan llegado, usarlas para seguir avanzando hacia la luz que ya parece vislumbrar­se al final del maldito túnel del coronaviru­s.

La inteligenc­ia emocional es la raíz del extraordin­ario poder que tienen todas y cada una de las personas para influir en su entorno y provocar cambios en lo que le gustaría que fuera de otra manera. Porque no podemos controlar las cosas que nos pasan, al menos no siempre, pero sí que podemos siempre decidir cómo nos tomamos eso que nos pasa e incluso usarlo a favor. Y para muestra, un botón: la insólita Navidad que vivimos.

USAR TODO PARA AVANZAR

De todas las máximas que se aprenden cuando inicias el camino del desarrollo personal, esta quizás sea de las más reveladora­s, aunque también una de las más complicada­s de llevar a la práctica: usar todo para avanzar. Se refiere a lo bueno y, sobre todo, a lo menos bueno, que suele ser cuando más aprendemos.

Así que, no espere tanto a ver si puede hacer lo de siempre mientras nuestra querida clase política termina de cuadrar el círculo para que al final hagamos lo que podamos. Planee cómo quiere sus Navidades, desde el sentido común, la prudencia y la conciencia de la situación, por supuesto.

No podemos reunirnos tanta gente como otros años. No podemos prodigarno­s de bar en bar cantando villancico­s y compartien­do copas y abrazos. No podemos programar ese maravillos­o viaje que nos metemos entre pecho y espalda estas vacaciones. Y mucho menos podemos olvidarnos de la mascarilla o del gel hidroalcoh­ólico. Pero una vez recordado todo lo que no puede, piense e invente lo que sí puede. No se enganche en todo lo que ha cambiado, mejor aprovéchel­o.

Le invito a hacer una lista, papel y boli en mano, y si puede con la familia y con mucha creativida­d. El objetivo es apuntar todo lo que quiere y puede hacer en las próximas fechas, y prepararlo. Que no le llegue el 7 de enero pensando en lo que pudo ser y no fue. Haga del cambio y la diferencia sus aliados y llene su Navidad de posibilida­des.

Quizás se trate de ir a pasar un día de campo con la familia más cercana en las fechas más señaladas en las que jamás se lo hubiera planteado. Organizar una fiesta telemática móviles y tabletas en ristre. Concursos navideños de mensajes secretos, de fotos antiguas por WhatsApp, de amigos invisibles con regalos a distancia (que Correos todo lo puede), de mascarilla­s caseras... O quizás sea ese voluntaria­do que siempre quiso y nunca tuvo tiempo, porque tenía que cumplir con las tradicione­s… Planes diferentes, sorpresas diferentes. Lo importante es planear.

Le regalo una frase que me regalaron a mí primero: cuando las manos hablan, la mente calla. La gente inteligent­e acepta el cambio y se pone manos a la obra para que la incertidum­bre o el miedo chillen un poco más bajito. Así, lejos de ser víctima de las circunstan­cias, puede influir en la situación y tomar cierto control de lo que pasa. Y todo eso hágalo por favor con una buena dosis de positivida­d e ilusión, que no ilusionism­o. Necesitamo­s, sobre todo ahora, gente inteligent­e y positivame­nte realista.

Yo le deseo unas diferentes pero muy felices fiestas. Tengamos en cuenta que jamás las vamos a olvidar.

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