En primera línea del Covid y de la vacuna de Pfizer
● Antonio Mariscal y Tamara Braza son enfermeros en el Hospital de Coventry, en el Reino Unido, el primero del mundo en distribuir la vacuna
Se llaman Antonio y Tamara, tienen 31 y 30 años, son pareja y como muchos jóvenes se fueron de España al terminar sus estudios universitarios. En este caso, enfermería. En el Hospital de Coventry, en el centro del Reino Unido, en la ciudad de Gran Bretaña más alejada del mar –algo fatal para un gaditano– encontraron su primera oportunidad laboral. Ella sí que había tenido alguna experiencia relámpago en una residencia de ancianos cubriendo unas vacaciones de Navidad, pero él no.
Cuando en 2015 acabaron sus estudios en la Universidad de Cádiz tenían claro que se tendrían que marchar fuera. “Necesitábamos empezar a trabajar de una manera más continua y era la única manera que encontrábamos. Nos apuntamos a la bolsa del SAS e hicimos los cursos para llegar a 30 puntos. También dejé el currículo en varias clínicas privadas, pero no me llamaban”, dice Tamara Braza, que hasta marcarse a Reino Unido vivía en la ciudad de Cádiz. Antonio Mariscal es de Puerto Real y también sabe las dificultades de la sanidad andaluza.
Entonces, sin saberlo, tras pasar una entrevista, recalaron en el hospital que el pasado 8 de diciembre se convirtió en el centro del mundo. Allí, Margaret Keenan, de 90 años, se convirtió en la primera persona del mundo en recibir la vacuna contra el Covid-19, desarrollada por la farmacéutica Pfizer. Ese día, cuando Tamara entraba en el Hospital Universitario, se encontró con una legión de periodistas, fotógrafos, cámaras y, algún que otro curioso. No era para menos. Se vivía el momento más esperado desde que se declaró la pandemia. El principio del fin. Antonio se lo perdió. Ese día estaba libre y lo despertaron los mensajes de amigos españoles que preguntaban si ese hospital era el suyo. “Claro que sabía que empezaban a vacunar, pero no que seríamos el primer Hospital. La verdad es que ha sido un orgullo”.
Fue un momento de alegría dentro de todo lo negativo que está dejando esta pandemia, también en Reino Unido. “Cuando empezó todo, movieron a mucha gente para la UCI para que aprendieran y pudieran ayudar si la cosa se complicaba. Yo fui una de ellas”, dice Tamara. “Fue muy difícil ver a gente en esa situación y ver cómo estaban bien un día y al día siguiente tenían que estar intubados”, recuerda. Golpes emocionales que se suman a los físicos. La propia Tamara fue imagen en el periódico
The Guardian. Su cara, llena de marcas por el uso de gafas, mascarillas y todo el equipo de protección, ilustraba en el rotativo inglés un reportaje sobre los sanitarios en primera línea de Covid.
“Aquí desde un principio se gestionó muy mal”, asegura él. Relata que el primer ministro, Boris Johnson, era de los que apostaba por la inmunidad de rebaño y porque cuanta más gente se contagiara, mejor. “A las pocas semanas se dio cuenta de la locura que estaba cometiendo e intentó corregir los errores. Entonces empezó con las restricciones, el confinamiento... pero ya era tarde”.
Es más prudente Tamara, quien no pierde de vista que ha sido una crisis mundial y que cada país lo ha intentado llevar “de la mejor forma posible” y que nadie lo ha hecho bien porque es muy difícil alcanzar el equilibrio entre economía y salud. “Aun así, aquí no he visto muchos policías controlando la calle como se ven en España y tampoco es obligatorio el uso de mascarillas en la vía pública”.
La llegada de la vacuna ha sido una esperanza para todos los sanitarios. Ellos aún no la han recibido, lo harán en los próximos días porque hay un orden similar al planteado en Andalucía. “Primero las personas mayores de 80 años, los usuarios y trabajadores de residencias de ancianos, profesionales de UCI y de unidades Covid, y después el resto del personal.
Ambos coinciden en que, en general, la gente acude muy contenta y dispuesta a vacunarse. “Es normal que haya personas un poco reacias pensando en que ha sido desarrollada en tiempo récord, pero hay que confiar en todas las personas que la han desarrollado, en las agencias que la han autorizado y en que, si no fuera segura, no estaría disponible”. Además, si aún quedan dudas, aseguran que “aquí llevamos ya más de una semana y nadie ha tenido ningún tipo de problema”.
Para estos gaditanos, el 2020 iba a ser el año de su vida. “En septiembre estuvimos en Cádiz porque se suponía que nos íbamos a casar, pero lo hemos aplazado hasta el año que vine si el virus lo permite”, lamenta Tamara, quien si aprovechó la visita para poder ver a la familia, que hacía mucha falta. Y es que, si la distancia siempre es difícil, en medio de una pandemia se complica más. “Preguntábamos a diario como estaban, si tendrían síntomas, si todo iba bien, pero siempre te queda la duda de si te están ocultando algo para no preocuparte. Y nuestras familias respecto a nosotros, igual”.
Ahora están pendientes de si podrán venir unos días en Navidad porque con los cambios y restricciones está todo en el aire. “Tenemos vuelos y reservadas las PCR que nos haremos 72 horas antes de salir. No sabemos si tendremos que hacer cuarentena como hicimos en verano ni si podremos ir, no hay nada seguro”. Lo que sí tienen claro es que será un viaje de ida y vuelta. Cádiz les tira mucho y esperan poder regresar de forma definitiva, pero “cuando tienes un trabajo tan bueno como el que tenemos aquí, resulta muy difícil dejarlo y empezar a encadenar contratos en distintos hospitales, en distintas plantas o pendientes del teléfono cuando se acaban, pero la familia tita mucho y Cádiz es Cádiz”.
Tamara Braza Enfermera
Fue muy duro ver a gente bien que al día siguiente estaban intubados”
Antonio Mariscal Enfermero
Hay que confiar. Aquí llevamos dos semanas vacunando y a nadie le ha pasado nada”
Ambos querrían regresar a Cádiz pero las condiciones laborales no ayudan