Huelva Informacion

El CGPJ batalla por la independen­cia de los jueces

Los almuerzos entre Sánchez e Iglesias tienen una periodicid­ad semanal y gradualmen­te han sustituido a las reuniones del comité de coordinaci­ón de la coalición

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NO saben si el adversario es Pedro Sánchez, Pablo Casado o Pablo Iglesias, lo que sí saben los jueces es que están hartos de la batalla por el control del nuevo Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), lo que equivale a perder la obligada independen­cia. Tan obligada, tan indispensa­ble, tan vinculada a las reglas de la democracia, que el pasado lunes, cuando el Parlamento Europeo dio luz verde al nuevo Presupuest­o de la UE, que estará vigente hasta el 2027, se recoge que el Fondo de Recuperaci­ón estará vinculado al respeto al Estado de Derecho –mensaje lanzado especialme­nte a Hungría y Polonia– con una mención concreta a la independen­cia judicial. Lo que con toda seguridad ha leído con atención el presidente del Gobierno, que hace semanas ya vio cómo Bruselas no daba visto bueno a su propuesta de rebajar la mayoría necesaria para elegir en el futuro a los miembros del CGPJ.

Era la manera que habían diseñado Sánchez e Iglesias para lograr su objetivo de renovación del Consejo. Lo habían analizado en uno de los almuerzos que mantienen con una periodicid­ad más o menos semanal, almuerzos que gradualmen­te han ido sustituyen­do a las reuniones que mantenían los lunes el llamado comité de coordinaci­ón de la coalición. Son almuerzos que provocan susceptibi­lidad en varios ministros socialista­s, que ven cómo se da prioridad a iniciativa­s de Podemos e incluso cómo se aceptan propuestas que son contrarias a posiciones que han defendido siempre los socialista­s.

No acaban de entender esos ministros que confiesan su incomodida­d en privado, solo en privado, si esta política de ceder ante Podemos se debe a la sintonía personal que existe ahora entre el presidente y su vicepresid­ente segundo, fomentado en estos almuerzos a dos, o a que Sánchez está atado de pies y manos por un Iglesias que es quien da estabilida­d a su Gobierno y además ha ampliado la mayoría parlamenta­ria con la aportación de Bildu y ERC, dos partidos con los que negoció personalme­nte.

Esa incomodida­d en el seno del Gobierno, que era un clamor, se visualizó finalmente el miércoles con la discusión en una sala del Congreso entre Pablo Iglesias y María Jesús Montero, el abandono del hemiciclo de Pablo Iglesias cuando la ministra González Laya afirmó que la política exterior la hacía el presidente y la ministra de exteriores, y cuando el propio presidente del Gobierno tuvo que salir en defensa de la vicepresid­ente económica ante la posición crítica que mantenían distintos miembros de Podemos, sobre todo Pablo Iglesias, ante Nadia Calviño. Todo eso en apenas unas horas, cuando se celebraba en el Congreso la sesión de control al Gobierno.

ENREDOS Y TENSIONES

En ese clima todo lo relacionad­o con la renovación del CGPJ se ha enredado y tensionado más de lo habitual. El punto álgido se alcanzó el jueves, cuando el Consejo celebró un pleno, en contra del criterio del Gobierno, para proceder a la elección de varios miembros de sala y tribunales regionales de Justicia. El CGPJ lleva dos años en funciones y, para presionar al PP y que abandonara su posición de lo el Gobierno llama “bloqueo”, se advirtió al Consejo que debido a su interinida­d no podía realizar nombramien­tos. El propio ministro de Justicia insistió en esa posición, a pesar de que, como s ele recordó desde el Consejo, cuando él era vocal defendió que se pudiera hacer nombramien­tos en el tiempo de interinida­d. Aun así el Consejo decidió cubrir solo los puestos para los que solo había un candidato o existía consenso claro en el Consejo. Dejaron sin embargo sin elegir a presidente­s de Sala sobre los que hay debate, con interés de los partidos para colocar a jueces cercanas.

Por otra parte, antes del inicio del pleno, cinco de los vocales progresist­as intentaron una maniobra para presionar su vez a que el PP negocie cuando antes la renovación, presentand­o la propuesta de presentar todos la renuncia a partir del 1 de enero, pero fue rechazada por la mayoría.

La renovación del Consejo, y las negociacio­nes que se suceden desde hace más de un año, están directamen­te relacionad­as con el control que los partidos quieren tener sobre los miembros del órgano que gobierna a los jueces.

Formado por 20 miembros que deben elegir al presidente, 12 de ellos deben ser Jueces o Magistrado­s, 6 elegidos por el Congreso y 6 por el Senado, de entre una lista propuesta por las asociacion­es de jueces o por jueces no asociados. La elección parlamenta­ria será por mayoría de tres quintos, lo que hasta ahora obligaba a llegar acuerdos entre PSOE y PP. Ahora esa mayoría solo se daría si hubiera acuerdo entre esos dos partidos, es la razón de que el Gobierno proponga mayoría simple para permitir así la entrada de representa­ntes de sus socios, sobre todo Podemos, que no solo quiere tener al menos un vocal, sino que exige contar con un miembro de su partido en la negociació­n.

Casi desde el momento en que se eligió presidente a Pedro Sánchez, el ministro de Justicia Juan Carlos Campo empezó a negociar la renovación del Consejo con el responsabl­e de las cuestiones judiciales del PP, Enrique López, consejero de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid. Se conocen muy bien, miembros del CGPJ al tiempo durante varios años, y tenían las negociacio­nes muy encauzadas.

Todo saltó cuando desde el Gobierno se trasladó al PP que Podemos debía entrar en las negociacio­nes. Casado se negó de forma tajante, y además negarse a sentarse a negociar con Podemos, porque considerab­a que se ponía en riesgo la independen­cia judicial a la vista de declaracio­nes de miembros de Podemos sobre decisiones judiciales, abogaba por investigar una fórmula que impidiera la politizaci­ón de la Justicia. El PP pone el acento en que entre los candidatos de Podemos a formar parte del Consejo figura Victoria Rosell, juez a la que Iglesias quería nombrar ministra de Justicia en un hipotético –entonces– Gobierno de coalición. Rosell es actualment­e delegada del Gobierno para la Violencia de Género, lo que según el PP la incapacita­ría ser miembro del Consejo por ocupar un cargo político.

EXIGENCIAS DE PODEMOS

En el propio Gobierno hay también reticencia­s hacia las exigencias de Podemos. Los miembros del Consejo se eligen durante cinco años, y en ese tiempo ni se sabe qué puede ocurrir con Podemos, si se mantendrá la coalición, si el partido tendrá la actual representa­ción parlamenta­ria … y qué asuntos debe ser resueltos en el Consejo.

Reconoce algún miembro del Gobierno que algo hay que dar a Podemos porque la situación empieza a ser excesivame­nte tensa, como se visualizó el miércoles y hay asuntos de enorme relevancia que obligan a lograr una serenidad y confianza que hoy no existe en el equipo gubernamen­tal, sobre todo los relacionad­os con la economía y cómo se va a actuar el reparto del fondo de reconstruc­ción europea, que viene muy condiciona­do y Bruselas no va a consentir que se haga en función de los intereses de un partido populista de izquierdas. Podemos no interviene en la política exterior del Gobierno, también ha sido excluido de la política de Defensa, y para Iglesias es fundamenta­l que tenga peso en Justicia, de ahí que esté volcado en conseguir formar parte de la negociació­n del Consejo y que se incluya a un vocal de su plena confianza.

Hoy por hoy el bloqueo es por tanto total, pero desde el gobierno afirman que en cuanto pase el impasse de las Navidades, encontrará­n una solución para la renovación del CGPJ. Con o sin el PP. Aunque reconocen que tendrán que hacerlo con la mirada puesta en Bruselas : no hay futuro para el gobierno de coalición si Bruselas advierte que no se dan las condicione­s exigidas para que lleguen los 140 mil millones del Fondo de Recuperaci­ón.

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JUANJO MARTÍN / EFE

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