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LA CARIDAD

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EN uno de sus diagnóstic­os más polémicos, Carl Gustav Jung concluyó que el paciente al que había tratado durante varias semanas, un joven huraño, de tendencia antisocial y depresiva, “no había nacido”. Así de simple y, a la vez, de complejo: el muchacho no había terminado de nacer, seguía de alguna forma en el interior del vientre materno, fuera del mundo. Tenía que hacer todavía ese camino que correspond­e al alumbramie­nto, reconocers­e y ser reconocido como individuo y echar a andar. En éste y otros casos, Jung quiso demostrar hasta qué punto lo que llamamos vida es en los seres humanos mucho

más amplio que lo meramente biológico. Al mismo tiempo, el psicólogo recogía intuicione­s e ideas presentes en el pensamient­o clásico que advertían de cómo a menudo en el ser humano la existencia biológica sigue unos parámetros mientras que la vida, en su conjunto, sigue otros distintos, que pueden contener los anteriores si bien no siempre son coincident­es. En el caso del paciente de Jung, se trataba de alguien con una vida todavía en la semilla, por más que su desarrollo físico invitara a pensar lo contrario. Del mismo modo, alguien aparenteme­nte vivo puede, tal vez, no estarlo. Eso sí, vida y muerte son conceptos mutuamente excluyente­s. O estás vivo o estás muerto. Pero el biológico no es aquí el único criterio.

Es posible, por tanto, que en alguien con sus funciones vitales operativas la muerte

haya hecho ya acto de presencia. Lo que significa, por tanto, que ese alguien está muerto. Hay que tener en cuenta al menos otros dos parámetros distintos de la biología a la hora de concluir si alguien está vivo o muerto: el sentido y el deseo. Es decir, el reconocimi­ento de un sentido a la propia existencia y al ser individual y el deseo de seguir viviendo. Hace falta al menos uno de estos dos parámetros además del biológico para que en el caso del ser humano podamos seguir hablando de vida: si fallan los dos, tenemos otra cosa. Y, dado que vida y muerte son absolutos y excluyente­s, a lo que no es vida lo llamamos muerte. Cuando el parámetro biológico y los correspond­ientes al sentido y el deseo no coinciden, el sufrimient­o es insoportab­le: por más que el posthumani­smo pretenda reducir lo humano a lo biológico, necesitamo­s aún esa armonía para hablar de vida. Respecto a la atención médica, lo que hay que procurar es un reajuste entre biología, deseo y sentido. Si es en la vida, en la vida. Si es en la muerte, en la muerte.

Y si Jung resulta un trago demasiado duro, siempre podemos acompañar a quienes deciden terminar y a sus familiares. Comprender y compartir. Se llama caridad.

Además del criterio biológico, los relativos al sentido y el deseo son claves para concluir si alguien está vivo o muerto

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PABLO BUJALANCE @pbujalance

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