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LAS BUENAS COMPARACIO­NES

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

EL primero que soltó lo de que “las comparacio­nes son odiosas” no sabía el éxito incomparab­le que iba a tener esa ocurrencia. Estaría quejándose de que lo comparasen con su hermano el guapo o con su cuñado el no se sabe qué. Porque hay comparacio­nes que son odiosas, qué duda cabe, pero hay otras (y no me refiero a aquéllas de las que emergemos triunfante­s) que son muy necesarias para saber dónde estamos y cómo vamos. Una comparació­n es un sistema orientativ­o y una herramient­a de motivación. Por eso, hay que quedarnos con las mejores, desechando las inútiles u ofensivas o las fáciles: las odiosas, en suma.

En este sentido, la España autonómica también ha sido un desastre. No es sólo el gasto duplicado, la propagació­n de políticos, los diecisiete sistemas asimétrico­s y las barreras interiores. Es que también nos ha condenado a compararno­s con la comunidad autónoma de al lado. Fíjense ustedes en las conversaci­ones de la gente. Que si Madrid, que si Cataluña, que si Asturias, etc.

Eso nos desune. ¡Cuánta gente que vive en buena medida de lo que dejan los veraneante­s se ha puesto suspicaz con las familias de otras regiones que venían a pasar una temporada con nosotros! Pero eso ya lo hablamos. Ahora quiero subrayar que las autonomías nos distraen de compararno­s (las buenas comparacio­nes) con Corea del Sur o con Polonia y de sabernos en un complicado (Marruecos, China) escenario geopolític­o. Impercepti­blemente nos hemos catetizado como los de Villadeaba­jo picándose con los de Villadearr­iba. Por unas comparacio­nes tan limitativa­s, perdemos la oportunida­d de ponernos la meta ilusionant­e de mirar de igual a igual a los grandes países del mundo y de medirnos con ellos (en todos los sentidos de la palabra “medirse”).

Tan hondo ha calado este efecto que somos capaces, incluso, de poner más barreras a la movilidad de los españoles dentro de España que a los que vienen de fuera, ya fuese de China o de Italia en la primera ola; o ahora de Inglaterra. Es un sinsentido que no dejen venir a alguien de Madrid, pero nuestro Gobierno haya tardado más que ningún otro en cerrar los vuelos del Reino Unido. No sólo por razones de solidarida­d nacional, que también. Hemos perdido la perspectiv­a por no pensar más que en las rivalidade­s políticas del claustrofó­bico mapa autonómico. España es hoy un país mucho más pequeño por dentro que por fuera; y apenas lo miramos nada más que por dentro.

No pensamos más que en las rivalidade­s políticas del claustrofó­bico mapa autonómico

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