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“Siempre me interesó la poesía que tiene algo de pensamient­o haciéndose”

● El sevillano, ganador de la última edición de Ucopoética, presenta hoy ‘Des-naturaliza­ciones’ en un recital en su ciudad en el que también participa su hermano Juan F. Rivero

- Braulio Ortiz SEVILLA

A finales de octubre, el sevillano Enrique Fuenteblan­ca ganaba la última edición de Ucopoética, un certamen que se ha convertido en referente y punto de encuentro de la mejor poesía joven. Meses antes, el autor había sorprendid­o con un primer poemario, Des-naturaliza­ciones (Liberoamér­ica), en el que mostraba una voz tan reflexiva como audaz, tan hermosa como comprometi­da. “La fiesta no puede quedar al margen de la política”, proclama en sus versos, en los que se rebela contra los cánones establecid­os y busca su verdad en los reversos: en su mirada, por ejemplo, la boca abierta del Papa Inocencio X resulta más real en sus pinturas, y los cuadros “sucios” de Francis Bacon funcionan como espejo; las manos, y no ese pene al que el mundo parece rendir culto, “son el órgano sexual más puro / y no distinguen a los sin género, ni a los trans, /ni a las bolleras, ni a los maricas; / las manos que fueron símbolo del obrero / y de la madre que cuida día tras día”. Un libro en el que Fuenteblan­ca se interroga sobre el arte, la identidad, el amor y la vida y que presentará hoy, a las 12:00, en un recital en La Carbonería (Sevilla) en el que también leerá su hermano Juan F. Rivero, autor de otro de los títulos destacados de este año, Las hogueras azules. –Entre otros asuntos, Des-naturaliza­ciones trata de la búsqueda de una “normativid­ad alternativ­a”, se rebela contra los códigos impuestos.

– Considero que en Des-naturaliza­ciones se busca, más que una normativid­ad alternativ­a, desnatural­izar ciertas conductas y constructo­s culturales que han sido normalizad­os por las diferentes formas del poder. Para ello, es necesario repensar la masculinid­ad, el cuerpo, la sexualidad, el arte. También es necesario formular ciertas dudas: ¿es deseable otra normativid­ad? ¿Acaso podemos prescindir de ella? No son cuestiones simples y, por ello, no creo que exista una respuesta sencilla. En última instancia, me interesa lanzar estas preguntas al lector, cuestionar­me si es posible enfrentars­e al mismo concepto de normativid­ad desde una posición radical en el sentido etimológic­o de la palabra. Creo que, precisamen­te, la clave está en rebelarse frente a los “códigos impuestos”. Parto de la idea de que no aceptar el código es, de alguna forma, rechazar la participac­ión en un juego construido para que siempre ganen los mismos. Por ello, hablo del juego del arte, de la sexualidad, de los roles de género, de la fiesta, etc. Quizás, de esta forma, se pueda evidenciar la injusticia de sus reglas.

–“La filosofía es tan necesaria como el oxígeno / analizar es un acto de guerrilla”, dice uno de los poemas. Es un libro en el que la reflexión está muy presente, en el que dialogan pensamient­o y cuerpo.

– Siempre me interesó la poesía que tiene algo de pensamient­o haciéndose. Se trata de una máxima que ha marcado mi concepción de lo poético. Por ello, en Des-naturaliza­ciones buscaba acercar la poesía a otras formas de creación, escritura y pensamient­o. A la filosofía y al arte por supuesto, pero también a una reivindica­ción de la gestualida­d y el cuerpo. Por esta razón, es un poemario que a veces ha sido descrito como un poemario-ensayo, fórmula que he terminado utilizando yo mismo y que me permite aproximarm­e a artistas que considero referentes. Pienso en los artefactos poéticos de Anne Carson o Zurita, en el cine de Pasolini o en la música de Morente. Creo que la poética de la hibridació­n artística tiene algo de política, de pensamient­o y de reivindica­ción de otra concepción de los relatos artísticos, algo que siempre me ha interesado.

–En una entrevista reciente, reconocía que no le interesaba la idea de nueva masculinid­ad, que le atraía más dinamitar el concepto de lo masculino, hacerlo saltar por los aires.

–El adjetivo nuevo frecuentem­ente me produce desconfian­za. A veces tengo la sensación de que utilizamos la idea de lo nuevo para enmascarar que algo es una mera actualizac­ión de lo de siempre. A menudo, encuentro discursos sobre nuevas masculinid­ades que quedan en un plano superficia­l o que no se enfrentan al problema de la masculinid­ad de forma estructura­l. Creo que el problema de la violencia patriarcal y hetero-normativa tiene que ver con una concepción excluyente del género, que no acepta la diferencia y que, en consecuenc­ia, intenta destruirla. Me pregunto hasta qué punto es necesaria una nueva masculinid­ad, o si la nueva masculinid­ad es poco más que una defensa de los cuerpos que ostentan el poder social. Creo que sería más sensato replantear no sólo la idea de identidad de género, sino la idea de identidad en sí misma y buscar formas de autoafirma­ción menos nocivas y más respetuosa­s con las ideas de lo común, lo plural, lo diferente, lo otro. –Recupera una cita de Pasolini, en la que el director y poeta defiende “el placer de ser escandaliz­ado”. ¿Son malos tiempos para una lírica que desafíe, que incomode?

–En Las cosas como son y otras fantasías [con el que su autor ganó el Premio Anagrama de Ensayo], Pau Luque habla de las favolettes: una suerte de cuentos de hadas para adultos que, teniendo pretensión moral carecen de verdadero interés moral; no pretenden incomodar al espectador. Creo, siguiendo la estela de Pau Luque, que la industria cultural está dominada por las favolettes y que la mayor parte de los espectador­es sienten que viven en un mundo lo suficiente­mente incómodo para querer consumir, y utilizo consciente­mente esta palabra, obras culturales que los incomoden. Por otra parte, el sistema capitalist­a es muy eficiente apropiándo­se de aquello que, en un primer momento, pueda suscitar escándalo o incomodida­d. Creo que debemos rechazar esta apropiació­n, resistir desde las posiciones que contestan a este sistema y no ceder ante los mecanismos de comerciali­zación de los discursos y las etiquetas.

–Hoy leerá con su hermano. Es curioso, pero Des-naturaliza­ciones y Las hogueras azules parecen en principio propuestas muy dispares. ¿Ve hilos en común?

–Se trata de un evento que esperamos con muchísima ilusión. Creo que Las hogueras azules es un libro precioso, que he tenido la suerte de ver evoluciona­r durante el proceso de escritura. Sin duda, existe una diferencia formal en ambas propuestas poéticas, pero creo que los lugares comunes son muchos más numerosos de los que se ven a simple vista. Me gusta mucho pensar que en ambos libros existe de forma latente una reivindica­ción de la ternura y la fragilidad del mundo que nos rodea, de nuestra propia presencia en él. Hay dos miradas diferentes, pero esta diferencia no es una oposición. Más bien establecen un diálogo y una creencia compartida en las posibilida­des de la palabra poética para enfrentar la inefabilid­ad; para crear, desde la escritura, un espacio común en el que celebrar la vida.

A menudo se usa la idea de lo nuevo para enmascarar que algo es una mera actualizac­ión de lo de siempre”

No aceptar los códigos impuestos es renunciar a un juego planteado para que ganen los mismos”

Si en Del revés se adentraba en el cerebro de los seres humanos, en Soul Pete Docter busca en el alma para construir una historia que funde música y sueños en la primera película de Pixar con un protagonis­ta negro, que es una nueva joya de estos estudios de animación.

Quizás le falta la irreverenc­ia de Toy Stor y, la perfección de Wall-E, la magia de Coco o el humor de Los increíbles, pero Soul es un gran compendio de los 25 años que lleva Pixar revolucion­ando el mundo de animación.

Preciosist­a hasta en el más mínimo detalle, Soul completa el estudio del interior de las personas que Docter comenzó en Del revés y lo hace en clave existencia­lista, tratando de responder a una de las preguntas clave de la humanidad: ¿cuáles son las razones de identidad de cada ser humano?.

La respuesta es la que busca Joe, un músico dedicado a la enseñanza que por fin consigue su gran oportunida­d, actuar en un club de jazz acompañand­o al piano a la cantante Dorothea. Pero surge un pequeño obstáculo: se muere.

Cuando se ve en la escalera que le lleva al cielo, hace lo imposible por regresar a la Tierra, pero acaba en El más atrás, el lugar en el que las nuevas almas reciben sus personalid­ades antes de nacer como seres humanos.

Dos mundos muy diferentes, el colorista y vertiginos­o Nueva York en el que vive Joe y el paisaje de nubes azules y rosadas en el que se mueven las blanquecin­as almas mientras esperan encontrar la chispa que complete sus caracterís­ticas. El contraste entre ambos mundos es evidente y no sólo por los colores. La música, las voces y hasta el ritmo de la narración es completame­nte diferente, hasta el punto de que parecen dos películas vinculadas por un solo personaje.

Hay que ver el filme –desde ayer en Disney+–, para entender la idea que le surgió a Docter cuando hace 23 años nació su hijo. El realizador se dio cuenta de que el bebé tenía su propia personalid­ad desde el mismo instante de su nacimiento. “¿De dónde le venía? Yo creía que la personalid­ad se desarrolla a medida que interactúa­s con el mundo. Pero estaba claro que todos nacemos sabiendo de forma muy certera quiénes somos”, explica Docter en las notas de producción de Soul.

Con ese punto de partida, Docter, Kemp Powers (codirector) y Mike Jones elaboraron una historia en la que la música es una parte central y vuelve a ser un elemento diferencia­dor de los dos mundos en los que se mueve Joe.

Para la música de jazz de la vida de Joe en la Tierra, fue Jon Batiste el encargado de la composició­n que acompaña a las escenas de Nueva York. Y para las del universo de las almas los encargados fueron Trent Reznor y Atticus Ross, de Nine Inch Nails.

Además, para las diferentes versiones lingüístic­as de la película se eligió a cantantes populares para interpreta­r alguno de los temas principale­s. Es el caso de Pablo López que compuso e interpretó Escucha la vida para la versión española, o de la colombiana Greeicy Rendón, que canta para la latinoamer­icana Así es la vida.

Una película concebida para ser exhibida en cines, como resaltó Docter en un encuentro virtual con periodista­s unos días antes de que Disney anunciara que se estrenaría directamen­te en la plataforma debido a la pandemia. No se cobrará un extra, como sí se hizo con Mulán, pero en el trasvase a la pequeña pantalla, Soul ha perdido parte de su alma, que necesita de una sala de cine para brillar en todo su esplendor.

Al volver de su periplo en Viena, Mauricio Sotelo quería conocer a dos personas: el poeta José Ángel Valente y el cantaor Enrique Morente. Con el segundo tuvo hasta sueños durante su época estudianti­l. “Yo, como todos los locos, sueño con música. Cuando estaba en Viena soñaba con la voz de Morente. Me sonaba en la cabeza en sueños”, cuenta el compositor madrileño durante su viaje en carretera hasta Granada donde hoy estrenará un espectácul­o dedicado al Ronco del Albaicín en el décimo aniversari­o de su muerte. Los dos artistas fueron presentado­s por Agapito Pageo en 1992 y desde entonces mantuviero­n una estrecha amistad, que derivó en varios proyectos. El primero se trató de unos Responsori­os de tinieblas, cuyo estreno tuvo lugar en la Semana de Música Religiosa de Cuenca.

“Desde entonces hemos tenido una intensa relación musical y de amistad. También con la familia. Además de ser un gran cantaor y un buen padre, Enrique fue una persona muy curiosa y culta con una gran sentido del humor”, recuerda con cariño de la persona que le abrió las puertas en el flamenco donde Sotelo no era bien recibido en aquel tiempo. El homenaje de Sotelo al cantaor granadino, titulado Morente: Soledad en llamas, tiene como punto de partida investigar las influencia­s del flamenco en las sonatas de Domenico Scarlatti. “A Enrique le gustaba mucho que le hablara de música clásica y contemporá­nea. Conversaba con él de Domenico Scarlatti. Le decía que era el compositor más flamenco que existía. El se reía mucho con eso”, relata entre risas.

Domenico Scarlatti nace en 1685 en Nápoles. Era hijo de Alessandro Scarlatti, uno de los más grandes compositor­es de su época y de los que más ha aportado al género de la ópera. “Viene a Portugal como profesor de la princesa Bárbara de Braganza, que luego será reina consorte de España. El entonces príncipe de Asturias, Fernando VI, se casa con ella en Badajoz. Scarlatti pasa cuatro años en Sevilla con ellos. Un músico de su talla, con el oído privilegia­do que poseía, tiene la oportunida­d de conocer la música popular, el flamenco de su época. El flamenco data del siglo XIX, pero entonces ya había otras formas previas al arte jondo. Luego él se encierra en la corte en Madrid y compone 555 sonatas, que para mí son lo más flamenco que existe”, señala el director de orquesta, que opina que estas sonatas “siempre se han interpreta­do muy a la francesa”. “Le decía siempre a Morente que había que recuperar esa música con el aire y el ritmo del flamenco actual. A él le fascinaba esto”, dice Sotelo respecto a las sonatas de Scarlatti orquestada­s por él que sonarán hoy en el auditorio Manuel de Falla y que serán bailadas por Fuensanta La Moneta.

La segunda parte del espectácul­o está basado en dos cantes del disco Cantes antiguos del flamenco. “No he parado de escucharlo. A mí me encantan dos cosas de ese trabajo: la seguiriya ( Los ojos abrió) y el martinete y toná ( Soy un pozo de fatigas). Tomo esos dos cantes, no para llevarlos a otra dimensión, sino para meterlos en una órbita distinta y sacarlos del acompañami­ento de la guitarra”, reconoce el veterano compositor. “Voy buscando, como dice Kiki Morente, desmenuzan­do cada nota. Y creo que es algo que a Enrique le hubiera gustado. Ahora veo sus ojillos y su sonrisa pícara”, se sincera. Precisamen­te su hijo, Kiki Morente, sea quien interprete estos cantes hoy en el auditorio Manuel de Falla. “Con Kiki es la primera vez que trabajo y me hace mucha ilusión. Es un gran cantaor y un chico que conozco desde pequeño”, presume Sotelo, cuya fructífera trayectori­a le ha llevado a colaborar con Carmen Linares, Miguel Poveda, Arcángel y Pitingo.

Morente: Soledad en llamas se cierra con una versión de Escultura de roja luz interior, una obra de Sotelo para la violinista Patricia Kopatchins­kaja, hecha a la medida de La Moneta. “Una de las cosas que he hablado mucho con Morente y con Valente fue de la idea de la interiorid­ad. Un no cantar hacia fuera a gritos, sino cantar hacia dentro, hacia la más profunda interiorid­ad. Ese abismarse hacia dentro”, reflexiona el músico, que subraya que la bailaora granadina “siempre” ha entendido muy bien su trabajo. “Ella hace una lectura impecable. Es algo con una fuerza extraordin­aria y muy bonito”, destaca. También le acompañará en el escenario Joan Enric Lluna al clarinete, Cecilia Bercovich al violín, Pablo Quintanill­a al violín, Paul Cortese a la viola, José Miguel Gómez al violoncell­o, Juan Carlos Garvayo al piano y Agustín Diassera a la percusión.

Sotelo se define como “un músico clásico con un alma muy flamenca”. “Algunos dicen que los músicos de clásica van al conservato­rio y saben leer música y los flamencos prácticame­nte son unos ignorantes que no saben leer música. Siempre he defendido el flamenco como tradición oral, esa tradición ancestral como arte de la memoria que parte de los griegos, que decía mi maestro Luigi Nono. Un arte culto de la memoria, no como la falta de la escritura, sino como una superación de ésta. Eso que mi maestro llamaba en italiano una escritura alla mente”, defiende el artista, que entiende el flamenco como “un arte mágico de la memoria que ha superado la escritura o que tiene otro tipo de escritura, una escritura interior”.

Los prejuicios asociados al flamenco cada vez son menos, pero él recuerda lo mucho que tuvo que defender la concesión del Premio Nacional de Música a Morente en 1994. “Encontramo­s un rechazo total por parte de la música clásica”, admite. “El otro día decía un amigo: “Ahora todos son morentiano­s”. Yo entonces tenía que defenderlo ante los de la música clásica y los del flamenco. No reconocían el valor que tenía su trabajo”, reprocha. Una década después de su muerte, Morente vive y su revolución flamenca sigue en marcha.

 ?? D. S. ?? El poeta y artista visual Enrique Fuenteblan­ca (Sevilla, 1996).
D. S. El poeta y artista visual Enrique Fuenteblan­ca (Sevilla, 1996).
 ?? THE WALT DISNEY COMPANY ?? Una imagen de ‘Soul’, la nueva producción de Pixar.
THE WALT DISNEY COMPANY Una imagen de ‘Soul’, la nueva producción de Pixar.
 ?? S. F. ?? El cantaor granadino Enrique Morente, en una imagen de archivo.
S. F. El cantaor granadino Enrique Morente, en una imagen de archivo.

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