Huelva Informacion

Manuel Batista Márquez, farmacólog­o y flamencólo­go

- FERNANDO BARRANCO MOLINA

MUCHAS veces he hablado y escrito de mi vinculació­n con la juanramoni­ana población de Moguer. Toda mi familia materna procede de este pueblo tan bonito al que tanto voy desde bien pequeño y tantas veces nombro a mis amigos de la infancia y de la juventud. Bueno, pues hoy les voy a hablar de uno de esos amigos que afortunada­mente tengo y con quien me sigo viendo a menudo, la última vez fue en el mes de febrero en la esquina de la Plaza del Cabildo con la calle Andalucía. Siempre que nos vemos nos paramos a charlar un poco y a hacer planes para vernos próximamen­te en una comida amistosa en la cual no pueden faltar otros grandes amigos y mejores personas como son Manolín Cartes o Paco Díaz Olivares, quien fuera un magnifico alcalde.

Manolo, Juan Alberto Gorostidi, Francisco Salvador, José Manuel Gómez y otros más eran mis amigos de aquellos tiempos bonitos en los que íbamos a bañarnos al río Tinto bajando por la calle Ribera y subíamos después todos teñidos de rojo por las aguas sulfurosas del río, que estaba así, según le decía Juan Ramón a Platero, por culpa del padrastreo.

Cada uno de nosotros elegimos una forma de vida y nos marchamos a estudiar fuera. Y así, de esta manera, nos distanciam­os todos y solo nos veíamos de vez en cuando en la velá de la Virgen, el 8 de septiembre. Manolo se fue a estudiar Farmacia, carrera que terminó con buen nivel, porque no cabe duda de que era muy listo y muy buen estudiante.

De nuevo, una vez de vuelta y encauzadas nuestras vidas cada uno en su profesión, nos empezamos a ver otra vez. Manolo, en la calle en la que residía, montó su consulta de análisis clínicos, laboratori­o en el que estuve en alguna ocasión. Este fue su modo de vida durante muchos años, llenando sus ratos de ocio asistiendo a la Peña de Cante Jondo de su pueblo, donde cantaba f lamenco con sus amigos. Porque Manolo, ante todo, tiene muchos y muy buenos amigos con los que le gusta pasar buenos ratos.

Le he llamado farmacólog­o y no farmacéuti­co porque Manolo Batista nunca tuvo oficina de Farmacia, sino que se dedicó a los análisis clínicos y a la investigac­ión de los medicament­os. Trabajaba con unos grandes laboratori­os y recorría todas las farmacias de la provincia dando clases y explicacio­nes a los farmacéuti­cos de cómo interactúa­n los medicament­os en los sistemas biológicos. Y también le he llamado flamencólo­go porque Manolo no solo es cantaor, sino que se ha dedicado también al estudio, investigac­ión y divulgació­n del flamenco en todos sus estilos.

Él domina todos los palos del flamenco. Y mira que algunos son difíciles, como el del propio moguereño que creó el suyo propio, Pepe Rebollo. Pero Manolo además es saetero y la gente se da cita debajo del balcón del Colegio Oficial de Farmacéuti­cos de Huelva o en la farmacia de La Placeta para oír ese grito desgarrado­r cantándole al Cristo que lleva la cruz. Son momentos estelares de la Semana Santa de Huelva.

Como digo, seguimos viéndonos con frecuencia. Pero tal vez deberíamos vernos más, porque él es un hombre cordial, afable y culto con quien da gusto pasear y sentarse en la terraza de un bar en alguna de las plazas tan bonitas que tiene Moguer, como puede ser la Plaza del Marqués. O tomar una copa de vino blanco de las pocas viñas autóctonas que aún quedan. Recuerdo la que nos tomamos juntos en la bodega de Gallinato con el poeta José Hierro, que había venido a Moguer a recitar poesías desarraiga­das. José era un poeta madrileño de la posguerra española que era miembro de la Real Academia de la Lengua y había obtenido el Premio Miguel de Cervantes en 1998.

Y como no podía ser de otra forma, siendo Manolo un moguereño cabal, de los pies a la cabeza, hizo sus pinitos en política y se presentó a las elecciones municipale­s. Salió elegido en la nueva corporació­n, siendo alcalde Francisco Díaz Olivares y el primer teniente de alcalde junto a Mercedes Pinzón, Manolín Cartes y otros que componían un magnífico equipo. Además, Manolo fue también pregonero de la Romería de la Virgen del Rocío hace dos años, así como presentado­r de pregoneros o ponente en varias jornadas sobre flamenco. En definitiva, que siempre que Moguer lo necesitó, allí estaba él. Moguer tuvo un hijo, el más fantástico, que era Juan Ramón, y ahora tiene a otro hijo, el más dispuesto, que es mi buen amigo Manolo Batista, al que todo el mundo quiere y aprecia.

 ?? ALBERTO DOMÍNGUEZ ?? Manuel Batista Márquez, en un concierto.
ALBERTO DOMÍNGUEZ Manuel Batista Márquez, en un concierto.

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