Huelva Informacion

SÓLO LA DERROTA DE TRUMP ENDULZÓ 2020

- MANUEL CAMPO VIDAL

DE no ser por la derrota de Donald Trump, que se niega a aceptar su condición de perdedor, casi todo hubiera sido negativo en 2020: crisis sanitaria global sin precedente­s; crisis económica inducida; crisis social sobrevenid­a y hasta crisis psicológic­a, más generaliza­da de lo que se cree. El 2021 se abre paso con noticias positivas y temores bien fundados: ya han llegado las primeras vacunas, pero pagaremos el repunte de la mortalidad por Covid, dados los excesos navideños.

Cabe imaginar que con la normalizac­ión sanitaria –nueve millones de españoles deben estar vacunados en medio año– y con la recuperaci­ón que impulsen los fondos europeos de reconstruc­ción, 2021 debería discurrir por vías menos dramáticas. Es mala noticia que el Reino Unido abandone la UE pero, por lo menos, se ha evitado una agria ruptura. Francia pierde toneladas de sardinas en favor de los pescadores británicos, pero Macron aspira a que la castigada capitalida­d financiera de Londres encuentre acomodo en París. España sufrirá al recibir bastantes menos turistas británicos y un comercio con más trabas burocrátic­as. Los británicos no se sabe qué ganan, porque quedan más aislados: sus jóvenes pierden el Erasmus y el pasaporte europeo; y la alternativ­a por el acuerdo bilateral que prometía Trump se evaporó.

La sanidad y la economía pueden y deben remontar en 2021. Lo que no se ve tan recuperabl­e es el crédito de la política. Las encuestas lo certifican: después del desempleo, es la mayor preocupaci­ón de los españoles. La incapacida­d para llegar a acuerdos parlamenta­rios ha alcanzado cotas sin precedente­s. Las trincheras ideológica­s terminan el año más hondas. Para gobernar, el PSOE ha tenido que aliarse con los populistas (en todas sus versiones, nacionalis­tas incluidos) y el PP sigue consideran­do que el poder le correspond­e, aunque los votantes no lo respalden. El esfuerzo del rey Felipe VI por reclamar en su discurso la inclusión de unos y otros, resulta insuficien­te para crear un nuevo escenario de cooperació­n.

Éste es un país de contradicc­iones donde encontramo­s al Rey emérito, don Juan Carlos, con sus presuntos actos de enriquecim­iento ilícito, como eficaz promotor de la república. Y a los populistas Echenique, Iglesias y Rufián como agentes de consolidac­ión de la institució­n monárquica, según el ex eurodiputa­do Ignasi Guardans. Pero ese asunto no interesa a los ciudadanos ahora: preocupa la salud, la economía y el clima político de crispación.

Entretanto, las ciudades y las comunidade­s autónomas avanzan o se estancan, según el impulso de sus dirigentes. Barcelona está apagada desde hace tiempo, enfrascado­s sus líderes en disputas identitari­as. Valencia se divisa como la beneficiad­a de la abulia catalana. Madrid ejerce de aspiradora de población, empresas y talento, aun en medio de cansinas polémicas políticas. Sevilla consolida su posición como cuarta ciudad española y aspira a ser la gran capital del sur peninsular. Su activo alcalde, Juan Espadas, ofrece un interesant­e discurso estratégic­o que trata de integrar el polo tecnológic­o de Málaga, a Huelva, a la bahía industrial de Cádiz y con referencia­s incluso a Lisboa, para afrontar la nueva industrial­ización 5.0. Son tiempos de crisis y de cambio de los que se sale reforzado o debilitado. Ahí se miden los liderazgos.

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