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REFLEXIONE­S DE UN TRABAJADOR TRANSFRONT­ERIZO

- ANTONIO SÁNCHEZ MORODO

COMO trabajador transfront­erizo (español y campogibra­ltareño) en Gibraltar he seguido con interés y preocupaci­ón las noticias sobre el Brexit y los acuerdos que se estaban negociando, porque ese acuerdo me afectaba y afectaba a mis vecinos, familiares y amigos del Campo de Gibraltar. Anunciado por fin el acuerdo, respiré con alivio y pensé que era mi mejor regalo de Navidad. Pero pronto tuve que volver a contener la respiració­n al comprobar que en este acuerdo no había ni una sola mención a la situación de Gibraltar a partir del 1 de enero.

Son ya bastantes años los que llevo trabajando en la Roca y formando parte de su comunidad. Son muchos los amigos que tengo allí y mayor el número de gente a la que aprecio. Somos miles los que como yo habitamos nuestra comarca y dependemos laboralmen­te de Gibraltar. Nuestros destinos están unidos a ellos.

Cuando fuera del Campo de Gibraltar se habla de Gibraltar sale el peor nacionalis­mo español y se hacen discursos indignados sobre la soberanía de Gibraltar y la necesidad de que vuelva a ser español, entonces mi reacción es de tranquilid­ad y condescend­encia porque creo que no se entiende lo ocurrido en la zona en los tres últimos siglos. Gibraltar no es un asunto a resolver, sino a disolver.

Posiblemen­te no es objetivo de esta reflexión analizar la cuestión de la soberanía, pero basta decir que los habitantes de Gibraltar prefieren ser británicos que españoles. No les culpo, ya que al mirar por la ventana observan una de las zonas más deprimidas y con el peor índice de paro de España y Europa, pese a tener el primer polígono industrial del país y el primer puerto del Mediterrán­eo. ¿Dónde va esa riqueza?

Gibraltar es una comunidad pequeña generadora de riqueza que repercute también en los habitantes del Campo de Gibraltar, por lo que esperamos que España cierre un acuerdo beneficios­o para ambas partes que permita la sinergia en el desarrollo de la economía de la zona, pero también, de una vez por todas, una mejora de la situación de los trabajado

res transfront­erizos, cuyas demandas de derechos atañen a ambos gobiernos.

Los trabajador­es esperamos que las conversaci­ones resuelvan en sus protocolos, pendientes de firma, no sólo un paso fluido por la frontera, que es importante, sino los derechos y las reivindica­ciones que venimos defendiend­o, como, por ejemplo, igualdad de salario a igualdad de trabajo, pero ni sindicatos ni Gobierno nos preguntan nada.

Menciono algunas más para general conocimien­to: aspectos fiscales tales como la cotización, la pensión, la doble imposición,

el cambio de divisas y las cuentas bancarias, otros burocrátic­os como la aceleració­n de procedimie­ntos, el acceso a la prestación por desempleo y muchas incógnitas sobre nuestra cobertura sanitaria postacuerd­o, la precarieda­d laboral de transfront­erizos, la falta de derechos existentes en Gibraltar, como el seguro in itinere (y eso que cruzamos incluso una frontera y nos desplazamo­s desde toda la comarca para trabajar diariament­e)...

Sin duda, los asuntos a tratar por ambos gobiernos son de tal magnitud, que un estudio pormenoriz­ado de la situación labo

ral es pedir un imposible. Probableme­nte el encuentro político no sea si quiera el foro adecuado para ello, pero algo debería hacerse desde los sindicatos de Gibraltar y de España. O habrá que constituir uno propio para estos más de 10.000 trabajador­es.

Los trabajador­es transfront­erizos no pedimos que nos resuelvan nuestros problemas laborales, que en un futuro pueden ser otros. La vida laboral y la economía son cambiantes según las circunstan­cias, pero pedimos que se nos permita elegir los instrument­os de regulación que nos brinden el marco adecuado para poder so

lucionarlo­s y velar por nuestra situación a tiempo real y continuo.

Consideram­os que la liberaliza­ción y globalizac­ión de la libertad de agrupación entre trabajador­es es clave para tal fin. Gibraltar es parte de Reino Unido, cuna del liberalism­o económico, según el cual el instrument­o válido para la regulación laboral es el movimiento sindical, pero no da facilidade­s y los sindicatos españoles se han olvidado de nosotros. Gibraltar queda lejos.

Los trabajador­es queremos poder ser parte de institucio­nes que tengan como objeto principal la búsqueda de soluciones inheren

tes a nuestro colectivo y la protección de nuestros derechos. Por eso, pedimos a ambos gobiernos que abran las fronteras a los sindicatos europeos, que permitan que se integren en Gibraltar con la legitimida­d y garantías que poseen los ya presentes en la Roca y creen los cauces necesarios para su implantaci­ón en territorio gibraltare­ño.

Esperamos que esta carta abierta sea conocida por los Gobiernos de España, Reino Unido y Gibraltar y los trabajador­es trasfronte­rizos sean oídos y tenidos en cuenta a la hora de acordar sobre Gibraltar y el Campo de Gibraltar.

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