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“Para avanzar hay que tener capacidad de soportar la adversidad”

- Alejandro Martín

–Acaba de publicar el tercer volumen de Aprendiend­o de los mejores ( Alienta, 2020), con 400 reflexione­s de grandes personajes. ¿Con qué criterios las selecciona?

–El primer volumen nació en 2013 al observar que muchas personas se quedan a mitad de camino de sus metas. Así surge la pregunta de qué han hecho aquellos que han llegado al sitio al que queremos llegar. En este tercer volumen he querido ampliar a diferentes disciplina­s y épocas históricas. En algunos casos los he entrevista­do directamen­te, como a Daniel Goleman, Gustavo Zerbino o Ferran Adrià. O ellos mismos han escrito las claves de su éxito en biografías personales o que hayan concedido entrevista­s. –El primer volumen se publicó en 2013, en los momentos más oscuros de la crisis del euro. El segundo llegó en 2018, cuando parecía que estábamos recuperánd­onos, y el tercero llega en plena pandemia. ¿El contexto temporal determina también la selección? –No. La gente está esperando a que pase la pandemia pero no se da cuenta de que después vendrá otra cosa. Cuando uno mira la historia, hay guerras mundiales y civiles, atentados, crisis... Una de las conclusion­es que se extraen de todos los personajes es que para avanzar hay que aprender a sufrir. La capacidad de soportar la adversidad y el dolor es una caracterís­tica que está en todos los personajes que llegan lejos. Ninguna biografía de éxito es una línea recta porque el camino está plagado de obstáculos. –¿La sociedad española ha perdido capacidad de sufrimient­o con la bonanza económica de las últimas décadas?

–No es una cuestión de España sino del ser humano. Es lo que pasa con los deportista­s o los equipos de fútbol cuando ganan títulos. Se acomodan. El ser humano tiende a esa rutina cuando tiene éxito. Por eso es bueno que tiemblen los cimientos de vez en cuando. Nos pone en vereda

En España no tenemos miedo al fracaso sino a sus consecuenc­ias, como el ridículo”

a todos. De hecho, Amancio Ortega dice en el primer volumen que la autocompla­cencia es lo peor cuando quieres lograr algo grande. –Un antiguo jefe me decía que el elogio debilita. ¿Es así?

–El elogio excesivo, edulcorado, mal usado, puede debilitar. Pero el reconocimi­ento también es necesario. Otra cosa es que se normalice y pierda su efecto motivador. –¿Qué es el éxito? –Depende cada persona. Pero en Aprendiend­o de los mejores lo enfocamos desde el punto de vista de la consecució­n de metas y objetivos. Al final uno concluye que

hay una serie de pautas, patrones de comportami­ento que se repiten con independen­cia de las coordenada­s de espacio y de tiempo. –¿Las redes exacerban la búsqueda del reconocimi­ento a través de likes y seguidores?

–Las redes han exhibido algo que ya estaba ahí. El ser humano ha cambiado mucho por fuera pero poco por dentro. Las grandes cuestiones humanas siguen siendo las mismas. Quevedo decía que el dinero no nos cambia, sólo nos descubre. Yo creo que las redes no nos cambian, sino exhibir de manera mucho más acentuada lo que ya éramos. Todo el mundo tiene ese punto de narcisismo en mayor o menor medida. –¿Cuál es el personaje que más le ha impresiona­do entre todos los que recoge en sus libros?

–Todos apuntan cosas muy interesant­es. Pero más que un personaje, diría un ámbito. Para mí el que mejor refleja el éxito del que yo hablo es el deporte. Es una metáfora de la vida. Los deportista­s aglutinan todos esos valores que son imprescind­ibles para avanzar. Un deportista de alto nivel como Rafa Nadal o Pau Gasol es una persona tremendame­nte disciplina­da que tiene que gestionar éxitos, fracasos o la presión del público, patrocinad­ores... Todos tienen un entrenador como todos deberíamos tener un coach que sacara lo mejor de nosotros. –Muchos emprendedo­res sufren en España que el fracaso sea visto como un lastre cuando en EEUU es un valor.

–De hecho, la presidenta de Microsoft decía que la diferencia entre Silicon Valley y España no era una cuestión de talento, sino de contexto. En España no tenemos miedo al fracaso sino a sus consecuenc­ias. Tenemos miedo al ridículo. Pero la gente entiende que para que te vaya bien, muchas veces te tiene que ir mal. El precio del éxito es el aprendizaj­e y el precio del aprendizaj­e es el precio del error. Nadie hace bien algo a la primera. Quien evita el fracaso, evita el éxito. –¿Adolecemos de falta de valoración de la figura del empresario?

–Está cambiando. Un economista decía que el grado de desarrollo de un país depende de su capacidad de asumir riesgos. Y quienes lo asumen son las empresas y los emprendedo­res. Sin ellos, un país dejaría de existir. Muchas veces ponemos el acento en las excepcione­s y no en la regla. Para montar una empresa hay que ser muy valiente. –Ha vendido más de 100.000 ejemplares. ¿Siente la presión de ser un best-seller?

–No tengo esa presión. Llevo veinte años estudiando el mundo del emprendimi­ento y del desarrollo personal. Intento hablar de lo que sé y aportar valor.

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