Queremos libertad en la enseñanza
¿Qué pasa con la libertad de quienes no pueden pagar ese recibo extra de los colegios concertados y quieren o necesitan llevar a sus hijos a un centro de éstos? Siempre se ha dicho que la libertad de uno limita con la del vecino. Yo soy partidario de la escuela pública, pero mis hijos han estudiado en la concertada. ¿Por qué?, pues porque en España la pública carece de la calidad exigible salvo raras excepciones, por escasa financiación, medios materiales y humanos, e incluyo la FP. El dinero público de la enseñanza sirve en España para favorecer a los que menos lo necesitan, mientras las clases menos favorecidas ven mermada la financiación de la enseñanza de sus hijos, que debería ser un elemento de promoción de los mismos para escapar del circulo vicioso de “padres pobres igual a hijos pobres”. Sobre la Religión, soy partidario de que que cada cual opte por lo que quiera, lo que nunca debería ser es asignatura curricular. Llevamos ya ocho leyes educativas, con un galimatías de siglas ininteligibles para padres y alumnos. A la novena ley sólo le queda que cambie el Gobierno, un círculo vicioso, el “día de la marmota”. Mientras tanto en Portugal, sin ir más lejos, la izquierda y la derecha consensuaron hace veinticinco años una ley de enseñanza que con leves retoques todavía dura. En Alemania gobierna una coalición de liberales y socialdemócratas, la versión alemana de PP y PSOE, y nadie toca las leyes de educación por motivos ideológicos. En Francia, como en Alemania, gozan de una ejemplar enseñanza pública que no se altera con los cambios de gobierno. Aquí, en cuarenta años, ocho leyes de educación. ¿Qué hacen nuestros políticos? Pues en unos momentos tan dramáticos como los actuales, con una pandemia que amenaza nuestra salud y nuestra economía, ellos se dedican a tirarse los trastos a la cabeza mirando sólo sus propios intereses partidarios. Y esto no sólo afecta a la enseñanza, como se está viendo con la pandemia; la salud tampoco les importa mucho. Pedro Rodríguez