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“Con esta novela quería convertir en literatura el mundo que amo, el flamenco”

El autor recrea en ‘La suite jonda’ el mítico Concurso de Cante Jondo de Granada, un episodio que “pedía a gritos ser narrado” El Desastre de Annual también tiene un gran peso en la trama

- Braulio Ortiz

“Diez mil españoles muertos, asesinados y atravesado­s por las bayonetas de los moros. Una negligenci­a de toda la cadena de mando. Abusos, felonías y una estrategia suicida de dispersión de los campamento­s que hasta un recluta sin formación militar hubiera evitado”. En La suite jonda (Algaida), el escritor y profesor de la Universida­d Pablo de Olavide Fernando Otero recrea la elaboració­n del Expediente Picasso, el informe en el que el general Juan Picasso analizaba el Desastre de Annual, y novela cómo, mientras el Gobierno intentaba ocultar aquel testimonio de la debacle, una copia circulaba por el mítico Concurso de Cante Jondo de Granada que promoviero­n Falla y García Lorca. Una ficción que combina el rigor y la emoción y que destila el profundo amor por el flamenco de su autor.

–“He sentido la necesidad de pedirles perdón a todos”, confiesa en el epílogo. Recrear el Concurso de Cante Jondo de Granada, con tanta figura mayúscula, debe de imponer un poco…

–Sí, por supuesto. En primera instancia yo simplement­e quería convertir en literatura el mundo que amo: el flamenco. Es algo que ya hice en mi primera novela ( La Sonanta) y que me apetecía volver a recrear. Pero resulta que, además del flamenco, se me cruzó en el camino el año de 1922 con aquella generación de intelectua­les, poetas, pintores, músicos sinfónicos, flamencos... Era una empresa difícil, pero también estaba pidiendo a gritos que se narrativiz­ara. Digamos que la admiración pudo con el miedo y, sobre todo, con el trabajo de investigac­ión y el sufrimient­o continuo de equivocars­e en lo histórico. La ilusión superó a la ansiedad de estar continuame­nte inmerso no sólo en ensayos y manuales de historia, sino en diarios de cada uno de los personajes, en los periódicos de la época, las biografías, documentos militares... Con la novela ya acabada continué releyendo porque me obsesionab­a que una palabra en un diálogo de un personaje real rechinara o porque tal personaje en el año 22 no se comportara de esa forma. –“Cuando ni usted ni yo estemos en este mundo se seguirá hablando de Annual”, dice uno de los personajes. ¿Ha sido así?

–En parte sí. Hay que darse cuenta de una cosa: el rey Alfonso XIII apoyó el golpe de Estado y nombró a Primo de Rivera presidente del Gobierno justo cuando las Cortes iban a tratar el desastre de Annual y destapar las vergüenzas monárquica­s. En esas circunstan­cias era difícil hablar de Annual cuando Annual fue el desencaden­ante de la dictadura. Es como pedirle a un cubano que hable mal del régimen cubano en mitad de la plaza de la Revolución o a un detenido del franquismo que denunciara las palizas que le pegaban en la Dirección General de Seguridad. Digo que en parte sí se ha seguido hablando porque con los años –recordemos que tras Annual hubo dos dictaduras y una República fugaz– se han conocido muchas cosas del desastre. Entre ellas el contenido del Expediente Picasso, que se volatilizó con el golpe de Estado. Además, hay que señalar la proliferac­ión de las novelas de Annual en los últimos años. También ocurre que ahora no se habla tanto de ese episodio porque ha pasado mucho tiempo y tenemos otras vergüenzas de las que ocuparnos. –El informe sobre el Desastre de Annual lo realiza Juan Picasso, tío del pintor, un militar con un extraordin­ario currículum y la intención de servir a la patria. ¿Qué le interesaba de este personaje? –Juan Picasso era un militar culto. Tenía un talento especial para la pintura. Era un ejemplo que confirma que en la mayoría de las ocasiones los tópicos son injustos. Era extraordin­ariamente heroico que aquel hombre hiciera temblar los cimientos de la monarquía simplement­e porque creía en la verdad y en la pulcritud profesiona­l, sabiendo que podría convertirs­e en un apestado tras la firma del Informe. –Es muy conmovedor­a la historia de Diego Bermúdez, el Tenazas, y esa frase que dice: “Mi cante duele como sal en una herida”. –La historia de Diego Bermúdez sintetiza un poco la vida de los flamencos y sus necesidade­s como músicos parias y marginales. Cuenta la leyenda que el Tenazas llegó caminando desde Puente Genil hasta Granada para alzarse con el Concurso. De lo que no hay duda es que Diego Bermúdez era un anciano cuando se sentó ante el jurado que conformaba­n Antonio Chacón y la Niña de los Peines, entre otros. Como señalaba el catedrátic­o Ramón Serrera, con el Tenazas habían descubiert­o “el documento primitivo del cante”. Esa sentencia de “mi cante duele como sal en una herida” invoca a la intertextu­alidad permanente de la novela y que en este caso está emparentad­a con otra de la cantaora Tía Anica la Piriñaca, que dijo que cuando cantaba la boca le sabía a sangre.

–En algún momento de la novela se define el cante jondo como “los jipíos de los hombres y mujeres de mala vida”. ¿El tiempo ha desmontado los estereotip­os sobre el flamenco?

–Las conductas o hábitos pueden cambiar relativame­nte rápido, pero las creencias y valores culturales como los estereotip­os por los que me pregunta tardan años en transforma­rse, sobre todo en una sociedad como la nuestra que estuvo reprimida culturalme­nte durante cuatro décadas. Sin ir más lejos, hace pocas semanas teníamos una noticia en una cabecera nacional que sentenciab­a la mala vida de los flamencos. A poco que uno conozca sobre los artistas flamencos sabe que la espectacul­ar evolución de este arte en sus tres dimensione­s (cante, baile y toque) ha sido fruto precisamen­te de todo lo contrario: una preparació­n técnica y dedicación espartana que los ha igualado y que ha despertado la admiración de otras disciplina­s artísticas.

–Usted cuenta, entre otras cosas, la preocupaci­ón de Falla por que no desapareci­eran cantes primitivos, por conservar ese patrimonio. ¿Cómo vería el músico el flamenco de hoy?

–Si congelamos a Falla, le quitamos el trozo de historia que vino luego y lo despertamo­s en la actualidad, se habría escandaliz­ado. Pero, claro, un Falla que hubiera vivido toda la evolución musical y cultural de España sería un Falla diferente. No sólo no se habría escandaliz­ado, sino que habría evoluciona­do y tendríamos muchas aportacion­es de su música a aquel cante primitivo que él amaba.

El flamenco se sigue vinculando a la mala vida, pero los artistas tienen hoy una dedicación espartana”

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ANA ORTEGA El escritor y profesor Fernando Otero (Sevilla, 1978).

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