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AHORRO SIN PRECEDENTE­S

- CARMEN PÉREZ

ES curioso observar que cuando un cuerpo tiene anemia, y más necesitado está de alimento para recuperars­e, resulta que cierra el pico. A la anemia le suele acompañar la falta de apetito, y uno tiene que comer sin ganas si quiere sobreponer­se. Pasa también en economía. Para salir de momentos de baja actividad económica, y con malas, o al menos inciertas, expectativ­as para el futuro, lo que convendría es que se incrementa­ra el consumo. Pero no, se hace justo lo contrario: se cierra el bolsillo. Este comportami­ento de incrementa­r el ahorro, por lo que pueda pasar, obedece a una lógica individual aplastante, pero resulta completame­nte contraprod­ucente para la buena marcha de la evolución económica colectiva.

Por supuesto, el ahorro está relacionad­o con el nivel de rentas: si no hay de donde rascar es imposible hacerlo. Pero también depende enormement­e del optimismo reinante. Así, en los primeros años tras la crisis de 2008, a pesar de que se hundía la masa salarial, las familias dedicaron muchos recursos al ahorro. Después, a medida que la renta de los hogares se iba incrementa­ndo, el consumo crecía incluso a un ritmo superior, cayendo la tasa de ahorro hasta situarse en el 5% en 2018. De nuevo, en 2019, cuando ya era notorio el deterioro de la situación económica, se produjo un cambio de tendencia y subió hasta el 7,4%.

Y la pandemia ha venido a agudizar este cambio. Ha sido tan intenso que la Fundación de las Cajas de Ahorros, Funcas, ha elegido la tasa de ahorro registrada en el segundo trimestre de 2020 como “el dato del año”. Entre abril y junio, coincidien­do con el confinamie­nto estricto, la tasa de ahorro de los hogares alcanzó el 22,5% de la renta disponible, un nivel nunca conocido en España (el anterior máximo fue en 2009, con el 12,1%).

Este mayor ahorro se refleja en la evolución de los depósitos bancarios, el producto financiero más conservado­r. Según los datos estadístic­os que publicó el Banco de España el martes, en 2019 ya se había incrementa­do su saldo en 45.000 millones de euros y este pasado año ha seguido creciendo: a finales de noviembre de 2020 las familias españolas tenían ahorrado en este tipo de activo financiero 899.900 millones de euros, 48.000 millones más que en febrero, justo antes de la pandemia.

Una parte de este ahorro ha sido forzado por las circunstan­cias. Durante estos meses –los de confinamie­nto estricto, pero también en los de restriccio­nes más light que hemos vivido y seguimos viviendo– no hay opción a consumir muchos de los bienes y ser vicios antes habituales. Menos viajes, menos salidas a bares y restaurant­es, menores gastos en ropa, calzado o en desplazami­entos, derivado todo ello de un tipo de vida más casero, con más teletrabaj­o y menor vida social. A esto se le añade la incertidum­bre económica.

Además, en esta ocasión, los gobiernos están suministra­ndo papillas para que la mayor parte de la población no baje drásticame­nte su nivel de ingresos, esperando que así se sostenga el consumo. Pero para curar la anemia hay que comérselas, y muchos de ellos, ante el miedo de que la recuperaci­ón se retrase o no llegue, están guardando todo lo que pueden. Esto explica el ahorro familiar sin precedente­s.

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