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VIVAN LAS CADENAS PUNTOCOM

- TACHO RUFINO @TachoRufin­o

HACE unos días, ya llegada del pueblo esquimal la tita Filomena, la de las cabrillas en la canilla y el grajo despechuga­do, mientras yo incurría en cotilleo de red social, un habitual de la bancada de estribor compartía una reflexión en el formato irónico propio en el mundo de la frase instantáne­a: “El calentamie­nto global empieza a partir de ahora, ¿o cómo va eso?”. Ni los palmeros de su cuerda movieron el pico, o sea, la yema del dedo para hacer claque o sumarse a la gracia de alcanfor, según comprobé al volverme a topar el comentario horas más tarde (hay domingos en los que el kit tablet, manta de cuadros, libro, periódico, bajonazo cursa y obtiene consuelo en el whatsapp y las redes sociales: es así, padre, me acuso).

Hay negacionis­mos que envejecen fatal, y sus razonamien­tos de cantina lo hacen peor. Pero, en fin, todo es cosa de buscarse una cornamenta de bisonte americano o, a lo nuestro, una piel completa de cabra payoya, con sus piños, o de pollino de la tierra, con sus orejones, asaltar la casa consistori­al o la sede del distrito, y no ya negar alto y claro y continuame­nte el cambio climático ese de los ecologista­s piojosos, sino asegurar que la Tierra es plana, y que por eso es un planeta, leche. A los niños hay que hacerles caso de pequeños, que después pasa lo que pasa. El chollo de los populismos de estribor y babor –para sus líderes– es que el caldo gordo no lo hace tu Goebbels de cabecera, sino que te lo hacen las plataforma­s de internet. Y ahí entramos como pablorrome­ros al caballo. Con la cuerna por delante. O coceando cual asno.

Se lo leí este domingo a Anne Applebaum (Pulitzer 2004 por Gulag) en El País: Trump desaparece­rá y se pasará la vida en los tribunales, pero el trumpismo sobrevivir­á vigoroso; su esencia radica en que fabrica una alternativ­a a la realidad. Esto sería imposible sin las redes sociales y varios medios de comunicaci­ón que obtienen un filón en este pastoreo de almas; cuerna incluida, ya digo. Es aquel ¡Vivan las caenas! que quería absolutism­o, por compasión, pero renovado dos siglos después a tiro de pantalla táctil. La causa del autoritari­smo prende con fuerza en mucha gente, que se arrincona en uno de los extremos ideológico­s (no sólo son dos: aquí sabemos mucho del tercer credo ibérico, el nacionalis­ta). Ideológico es un decir: la ideología requiere ideas. Y no píldoras inflamable­s, ni picos de soma digital en la vena que más gorda se ponga. El populismo no es, en realidad, ideológico y ni siquiera político, y no respeta a la historia ni a la razón: la usa y la perpetra.

El miedo más su antídoto autoritari­o cocinan la receta populista o, ya vemos, populachis­ta y astada

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