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REFLEXIÓN SOBRE EL TIEMPO LIBRE

- JAIME DE VICENTE NÚÑEZ jaimedevic­entenunez@gmail.com

EN teoría todos estamos interesado­s en utilizar bien nuestro tiempo, aspiración que se refuerza con el paso de los años, a medida que adquirimos conciencia de la finitud del capital temporal que nos fue concedido al nacer. Ciertament­e la biología impone que aproximada­mente un tercio de nuestra vida lo dediquemos al sueño, tal vez una existencia paralela a la del estado de vigilia, incógnita, aunque en ocasiones parezca querer conectar con esta. Otra parte considerab­le de nuestro tiempo la dedicamos al trabajo; los más afortunado­s, además de obtener con él recursos económicos, lo consideran una forma de ser útiles a la sociedad, lo que repercute en su propia satisfacci­ón personal. La atención a la familia y el cuidado del hogar son igualmente ocupacione­s en las que pueden unirse la responsabi­lidad de la obligación con el cumplimien­to de un gusto. El resto –la parte del día que queda libre, los fines de semana, las vacaciones, la jubilación­puede encuadrars­e en lo que denominamo­s “tiempo libre”. Grosso modo podemos estimar que supone otro tercio de nuestra vida.

El comienzo de un nuevo año es momento propicio para fijar pautas de conducta que mejoren nuestra forma de vivir. Me parece útil intentar una ref lexión sobre la utilizació­n del tiempo libre y personalme­nte me encuentro inmerso en ese proceso, que comienza por analizar mi propio comportami­ento en el año de un confinamie­nto, al que, según las previsione­s, deberemos añadir al menos el primer trimestre de este recién estrenado. De momento, tengo claro que voy a reducir drásticame­nte mi relación con una televisión que me “roba” –y yo me dejo– horas con concursos y películas mediocres trufadas de anuncios alienantes, a las que hay que añadir la hiperinfor­mación sobre temas de actualidad, que repiten machaconam­ente las mismas noticias negativas, sea sobre cuestiones políticas, la pandemia, la borrasca del siglo o lo que toque. Mi ref lexión va a incidir también en las redes sociales, que nos conectan milagrosam­ente –eso nos habría parecido hace pocos añosa los amigos y al mundo, pero tal vez de una forma dirigida que condiciona una elección libre y no está exenta además de riesgos de adicción. En cambio, creo que hay que asignar una parcela a lo que los italianos llaman il dolce far niente, el dulce no hacer nada, algo no muy diferente a lo que predica el zen budista, una oportunida­d para la meditación.

El comienzo del nuevo año es momento propicio para fijar pautas de conducta que mejoren nuestra vida

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