SR. PRESIDENTE (I)
SR. presidente del Gobierno D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, le habla un ciudadano, jubilado, que ha cotizado 47 años y 30 días a la Seguridad Social, antes de pasar a esta nueva situación que denominan clase pasiva, y con cuya definición no estoy de acuerdo ni por asomo, por mucho que los economicistas les den esas adjetivaciones. Veamos:
No he dejado de trabajar ni un día de mi vida -ni siquiera en vacaciones-, por las responsabilidades de los trabajos que he desempeñado a lo largo de mi existencia, que me han obligado a estar amarrado a un teléfono móvil, y antes de su presencia entre nosotros, a un busca, que me enviaba un mensaje, y las más de las veces tenía que localizar la primera cabina telefónica que encontrase a mano para saber por qué razones se me alertaba.
He sido militar desde el año 1972 a 1986 -ingresé por oposiciones antes de cumplir los 16 años-, aunque a usted le parezca esto una barbaridad; inspector jefe de la policía local de un Ayuntamiento determinado y jefe del Servicio de Protección Civil y director de Emergencias en una provincia de Andalucía
No comulgo ni un ápice con la política actual que supuestamente dirige
hasta mi retiro. Estando en el ejército, repartí libros, que fueron editados en Francia, entre algunos compañeros que yo seleccionaba, para que la democracia pudiera entrar en los cuarteles, y por cuyas acciones me jugué el pellejo como puede imaginar. Pero, además, en cuanto pedí excedencia voluntaria en el ejército, me afilié al PSOE, en donde he militado hasta hace un mes. Pero, aún más, hubo un momento en que me presenté a unas elecciones municipales en nombre del partido del cual es ahora secretario general, y, aunque no las gané, porque así lo decidieron los votantes, me mantuve cuatro años como líder de la oposición, porque ese fue el deseo de la ciudanía.
Ítem más, fui diputado provincial por el PSOE, hasta que amablemente se me pidió que dejara el cargo, por no coincidir con la mesa camilla del momento, cosa que hice sin aspaviento alguno. Con naturalidad.
Eso no quita para que siga siendo un hombre de izquierdas, por convicción, y hasta que fenezca; y espero que no le quepa la menor duda al respecto; pero, he de decirle, que no comulgo ni un ápice con la política actual que supuestamente dirige, ni en lo orgánico ni en lo político, en el partido que, hasta hace bien poco, estuve militando por tantos años y que conformó el eje de mi vida. Tiempo habrá de decirle los porqués de esta deriva más que meditada. (…)