SALVAR EL PATRIMONIO COTIDIANO
ES una realidad que en la ciudad de Sevilla, al igual que está ocurriendo en otras grandes ciudades de España, están desapareciendo de forma alarmante una serie de establecimientos singulares que todos los sevillanos reconocemos como una parte indiscutible de nuestra historia”. Es lo que se dice en la nueva ordenanza que regula el distintivo Establecimiento Emblemático de la Ciudad de Sevilla que el Pleno del Ayuntamiento aprobó con el voto favorable de PSOE, Cs y Vox, y la incomprensible abstención de PP y Adelante Sevilla. Más vale tarde que nunca. Se ha perdido más de lo que se puede salvar. Pero aún hay establecimientos valiosísimos que proteger. Hace muchos años que, artículo tras artículo, intento convencer sin éxito a nuestras autoridades y a mis conciudadanos de la importancia del patrimonio de la vida cotidiana. Alguna iniciativa ha habido. Pero con tan poco éxito como mis artículos. La ordenanza beneficiará a establecimientos que lleven abiertos más de 40 años –hasta con siglos los hay, como El Rinconcillo, Maquedano, Papelería Ferrer, Ochoa, El Cronómetro, Joyería Reyes o la Campana– y aquellos que tengan ele
Sin los comercios históricos, el centro es un cementerio de elefantes con gigantescos esqueletos
mentos (mobiliario, rótulos u ornamentación de fachada) de valor histórico.
Sobrado de razón, el delegado de Economía y Comercio, Francisco Páez, ha dicho que esta ordenanza trata de “atajar el proceso de despersonalización de áreas históricas por la presión de otras formas comerciales como las grandes cadenas de franquicias y contribuir a la mejora de la rentabilidad de unos establecimientos que juegan un papel decisivo en la economía local, generan un paisaje urbano único que aporta un valor cultural, histórico y turístico y forman parte del entorno y las costumbres de la ciudad de Sevilla”. Y es que patrimonio significa mucho más que monumentos. Dejen la Catedral y la Giralda, San Isidoro, el Salvador o la Magdalena como islas flotando sobre un tejido urbano privado de los elementos de la vida cotidiana –bares, tiendas, teatros, cines, cafés, tabernas, librerías, arquitecturas domésticas, pavimentos– que a lo largo del tiempo han ido definiendo su fisonomía y el resultado será un cementerio de elefantes con los monumentos sobresaliendo como gigantescos esqueletos (algunos de ellos, como la Catedral o el Salvador, vaciados de vida, contaminados por la reducción del centro histórico a parque temático). Bienvenida sea esta iniciativa.