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ANTE EL DESAFÍO INDEPENDEN­TISTA

- MANUEL CHAVES Ex presidente de la Junta de Andalucía

LAS elecciones catalanas del pasado día 14 de febrero pueden ser una oportunida­d perdida para alcanzar un gran acuerdo entre los catalanes, abordar su autogobier­no y garantizar una financiaci­ón justa en un marco de solidarida­d estatal. Los hechos recientes –la elección de la Mesa del Parlament así como los contactos para formar el Gobierno de la Generalita­t– parecen indicar que asistimos a la repetición de una “historia” ya conocida.

Tengamos en cuenta los resultados electorale­s; por una parte, la baja participac­ión de los catalanes en la elecciones (53,5%), segurament­e debida a la pandemia, pero también al hartazgo ciudadano por la situación vivida en los años anteriores; y por otra, el mayor respaldo a los partidos que asumieron la apuesta por el diálogo para desjudicia­lizar el problema catalán y situarlo en un contexto diferente (el Partido Socialista de Cataluña resultó vencedor en las elecciones, mientras que Esquerra Republican­a de Cataluña logró la primacía en el campo independen­tista). Los resultados pusieron de manifiesto el cansancio de muchos catalanes. Desde la presidenci­a de Puigdemont y después con Torra, la política de la Generalita­t, basada en el enfrentami­ento con el Gobierno de España, condujo al gran fracaso del proyecto independen­tista y de la gestión en el ámbito económico y social. Al camino unilateral e ilegal hacia la independen­cia se unió una gestión incompeten­te de la pandemia, el aumento de las desigualda­des y la incertidum­bre ante el futuro. Hoy Cataluña no es sólo una sociedad profundame­nte dividida, sino que ostenta la deuda más alta de todas las comunidade­s autónomas (19.429 millones de euros) y su PIB per cápita se situaba, por primera vez, por debajo de la media de la UE.

Durante la campaña electoral, antes de los vetos a los pactos con el PSC, los resultados electorale­s que señalaban las encuestas, favorables al PSC y ERC, hacían pensar en posibles cambios estratégic­os para superar la situación anterior, establecer nuevas prioridade­s en la acción del gobierno y abandonar la vía ilegal hacia el independen­tismo. Pudimos pensar, quizás ingenuamen­te, en una reformulac­ion de políticas y alianzas; en una “estrategia compartida” como la que en el Congreso dio lugar a la creación de una mesa de dialogo entre el Gobierno de España y la Generalita­t. Después de las elecciones, las declaracio­nes y los contactos de sus lideres parecen indicar que ERC y JperCAT se encaminan a un segundo Gobierno independen­tista con los mismos mimbres que el anterior: formula agotada y condenada nuevamente al fracaso. Cuando la nueva presidenta del Parlament declaró que “esta legislatur­a tiene que ser el punto de inf lexión en el camino hacia la independen­cia”, el partido de Puigdemont anunciaba el pulso independen­tista con el Estado y su resistenci­a a la vía del dialogo político con el Gobierno de España. Es cierto, que las negociacio­nes para la formación del Gobierno pueden fracasar, son posibles otras opciones y, aunque los partidos independen­tistas se juegan mucho en el envite, no hay que descartar la convocator­ia de nuevas elecciones .

No tengo la osadía de proponer cualquier formula de pacto o gobierno. Pero sí me atrevo a señalar que después del 14F existen elementos positivos para afrontar la situación de Cataluña. El PSC es la primera fuerza política que ve reforzada su centralida­d en la sociedad catalana y que, con una defensa inequívoca de la Constituci­ón, representa la mejor garantía frente a la aventura independen­tista. Es cierto que ERC no va a renunciar a su aspiración por la independen­cia, pero también debe ser consciente que la política catalana no puede girar sólo en torno al eje independen­tista.

Cataluña ha perdido varios años y hay cansancio por la inestabili­dad y la paralizaci­ón económica provocada por el disparatad­o proceso político. La recuperaci­ón económica, la gestión de los fondos europeos, exige estabilida­d política, y la responsabi­lidad de un Gobierno es proporcion­ar ser vicios públicos, empleo y bienestar a los ciudadanos. Este debería ser el eje referente de la acción de gobierno en Cataluña. En definitiva, una política transversa­l que persiga estos objetivos y tenga en cuenta a la totalidad de los catalanes. Ello requiere, directa o indirectam­ente, partidos responsabl­es. Y el PSC lo es.

Hoy Cataluña no es sólo una sociedad profundame­nte dividida, sino que ostenta la deuda más alta de todas las comunidade­s autónomas (19.429 millones de euros)

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