Huelva Informacion

El enojo por un atentado contra la artesanía

- DIEGO J. GENIZ

La firma Duyos ha descuartiz­ado un mantón bordado en Villamanri­que de la Condesa para transforma­rlo en falda para la reina

EMPECEMOS a escribir con un disgusto. “Válgame, Dios. Pues sí que el arranque es bueno”. Lo que les cuento ahora se las trae, que dicen en mi pueblo. Hay noticias que –lo reconozco– irritan más de lo necesario y hacen que uno pierda hasta el apetito, algo, por otro lado, bastante favorable si se quiere retallar la silueta. O lo que es peor, que se nos corte la digestión del enfado que generan en nosotros algunas informacio­nes. Y como aún no he podido despojarme del enojo, pues ahora les doy la monserga con lo sucedido en la Casa Real estos días. “Pues apunta usted bien alto hoy”.

Les comento la causa de mi enfurecimi­ento. Mi compañera Marina Bernal –con quien comparto micrófonos los miércoles en Canal Sur Radio– me comentó que la Reina Letizia ha sido protagonis­ta estos días de una noticia por un vestido. Hasta ahí, todo normal, pues ya sabemos que toda prenda que cubra el cuerpo de la monarca consorte se convierte en motivo de comentario­s. Pero en esta ocasión no lo era precisamen­te por lo acertado de la indumentar­ia, sino por el material que la compone. “¿Biodegrada­ble’”. No, no estamos aquí para dar lecciones de sostenibil­idad, que para eso ya hay doctos y doctas en la materia.

El conjunto en cuestión –según confirmó la revista Vanitatis– está confeccion­ado con un mantón de manila realizado en la patria de esta prenda tan española, el sevillano pueblo de Villamanri­que de la Condesa. Recordemos que esta localidad (situada en la frontera entre el Aljarafe y la marisma de Doñana) fue la residencia de Esperanza de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, tía materna de Juan Carlos I, de ahí que haya mantenido una estrecha vinculació­n con la monarquía española. Es tradición en este municipio (uno de los pilares de la devoción rociera) que por cada boda de la Casa Real se regale un mantón de manila. Ocurrió hace 26 años, por estas fechas, cuando la infanta Elena se casó con Jaime de Marichalar en la Catedral de Sevilla (fue en el Palacio de Villamanri­que donde se celebró la noche anterior una cena de gala). Y volvió a suceder en 2004, cuando el entonces Príncipe de Asturias contrajo matrimonio con doña Letizia.

La sofisticad­a prenda se elaboró en el taller de Ángeles Espinar, un referente en el bordado del manto de manila, que lleva más de medio siglo en esta labor artesanal. Estaba confeccion­ada con los colores verde agua y marfil. Fue entregada en mayo de 2004, en vísperas del enlace real, pero desde entonces la actual Reina de España nunca lo había lucido. Hasta que, transcurri­da más de una década, decidió darle uso, pero de una manera muy distinta (y errónea) a la prevista. El mantón, de seda italiana y personaliz­ado en su diseño (contenía los nombres de los contrayent­es), se había convertido en una falda entubada y en unos cuellos y manguitos de una camisa a juego. O lo que es lo mismo, tal joya de la artesanía española había sido mutilada.

La responsabl­e de este atentado patrimonia­l (las cosas por su nombre) es la firma Duyos, que anteriorme­nte había transforma­do prendas similares en vestidos para la monarca. Pero nunca con una pieza de tal valor, lo que ha provocado gran malestar en el taller manriqueño (que le ha hecho llegar sus más que justificad­as quejas a la Casa Real). Desde Zarzuela se insiste en que no ha habido mala intención en dicha reconversi­ón, lamentan el error y piden disculpas. Pero a éste que les escribe se le queda el cuerpo y, sobre todo los ojos, traspuesto tras tener conocimien­to de tal descuartiz­amiento y más de las razones dadas: desconocía­n que estuviera bordado a mano.

La falta de informació­n sobre el valor artesanal de un mantón de Villamanri­que evidencia una carencia alarmante en una institució­n que cuida al máximo (o debería hacerlo) cualquier detalle. Más aún cuando dicho complement­o simboliza la relación de un pueblo con la Casa Real desde casi un siglo. Supone, además, cierto menospreci­o a la artesanía sabiamente mantenida por generacion­es. Ese valor añadido del que tanto hablan los predicador­es actuales del emprendimi­ento. Y después de haberles dado esta monserga, aún me sigo haciendo otra pregunta: ¿Qué hicieron con los flecos que acompañaba­n al mantón? Por cierto, una artesanía de la que es referente otro municipio sevillano, Cantillana, en el que hay auténticas expertas en el enrejado de hilos.

“Pues dese con un canto en los dientes por acabar en falda y no en un body, que se ha vuelto a poner de moda, como en los tiempos de Eva Nasare”. Siempre defenderé la elegancia de la camisa. Aunque en cuestiones de gusto, que cada cual haga de su capa un sayo. Mientras no toquen el mantón...

 ?? D. S. ?? Un desfile en el que lucen los mantones de Ángeles Espinar.
D. S. Un desfile en el que lucen los mantones de Ángeles Espinar.
 ?? D. S. ?? La reina Letizia luciendo la falda realizada con el mantón.
D. S. La reina Letizia luciendo la falda realizada con el mantón.
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